EL ESPÍRITU EXPANDE LA VIDA NUEVA
Material compartido por el Padre Luis “Chicho” Consoni.
Transcripción Leonor Carabelli
SEXTO DÍA. Primera parte.
Hoy quería seguir refiriéndome a la acción del Espíritu y a un dinamismo que tiene que ver con lo de ayer: con el dinamismo de la vida nueva. El Espíritu renueva la vida y sobre todo la vida nueva tiene una gran capacidad de comunicación. Una infinita capacidad de comunicación. Es de las cosas más propias de la Resurrección su comunicabilidad. Pero es una dimensión que, aunque está dentro de la dimensión del Espíritu como generando la resurrección de toda vida, me parece que tiene una característica especial y por eso me pareció ponerle un nombre propio: el Espíritu expande la vida nueva.
Así como al incubarla la salva el caos, al ungir le da una fuerza para cuidarla y salvarla sobre todo de las exclusiones, al renovarla la salva del desgaste, de las rutinas y de los tabúes al expandir la vida, la salva sobre todo en este momento de las ortodoxias, de los fanatismos. Este es un momento de tensión entre ortodoxias y fanatismos.
Comunicabilidades más amplias que tratan de instaurar globalizaciones más humanas y en libertad. Pero es propio de este momento más justamente, hay una posibilidad de expansión del acontecimiento comunitario en la humanidad, de la fraternidad, de la comunicación, donde las ortodoxias y los fanatismos ponen esa careta o esa cuota de imitación falsa que permite aseguramientos más superficiales y permite que haya quienes se apoderen de ese gran acontecimiento como es la expansión.
La expansión es como la luz, que la luz se expande sobre tinieblas. Siempre se expande sobre oscuridad. La vida nueva tiene esa fuerza que tiene la luz de expandirse sin límites, justamente ganando espacios a lo más oscuro. Ya hice alusión a ese planteo que se hacen los episcopados de Asia cuando dicen: Cómo después de 2000 años de predicar en Asia el cristianismo apenas es un 5% y entonces se plantea fuertemente si el cristianismo supo encarnarse, supo inculturarse en Asia.
Y ese planteo ya es un planteo, en qué medida hay una encarnación del cristianismo que tiene que admitir diversidad de inculturaciones o diversidad de encarnaciones. Una primera palabra es el admitir diversidades.
Parece que uno de los debilitamientos de las ortodoxias y fanatismos es el admitir que haya diversidades. Pero, además, al admitir las diversidades uno no se plantea sólo diversidades. Cuando se van pudiendo realizar esas diversidades uno también puede reconocer algo más profundo. Yo empecé a pensar mucho sobre esto en mi contacto con los mapuches. Creo que les conté en un de esas catequesis en mi parroquia, en que uno estaba haciendo catequesis desde otro lugar, porque se encontraba con una realidad con un Cristo que había entrado apenas hacía 100 años.
Y yo me encontré una viejitas que no estaban bautizadas y que no habían oído hablar de Cristo. Y que habrá entrado con esa fuerza de penetración tan profunda, como tiene la espada o las balas de fusil de Roca. Así penetró, así se inculturó el Cristo allí.
A mí me impresionó en una de las catequesis doña Irene, una mapuche que venía de Chos Malal o más allá. Yo hice una cierta descripción del Cristo sin nombrarlo y dije:¿quién es éste? Y ella enseguida saltó: Calfucurá. No dijo Jesús.
Calfucurá, Calfucurá, en Bahía Blanca he visto en una calle que decía: “por esta calle entró Calfucurá comandando el último malón”.
Calfucurá es el que nos devolvió la dignidad, nos unió a los pueblos del sur y nos hizo sentir fuertes. Y ahí yo pensé que seguramente Calfucurá era el Cristo.
Pero cuando uno empieza a pensar: Calfucurá era el Cristo, Viracocha era el Hijo de Dios, el maíz fue dejado al Hijo por Viracocha o un Tupá Membuy trajo la yerba mate, uno empieza a tener distintos rostros de Cristo. Pero no sólo son distintos rostros, sino que uno empieza a comprender a un Cristo distinto, más hondo en cuanto que tiene una mayor debilidad, mayor humanidad y mayores capacidades de comunicación.
No es sólo que si además del Cristo del catecismo católico uno admite otras presencias de Cristo; no es sólo admitir una diversidad, una posibilidad de inculturaciones distintas, sino que la misma percepción de lo que es ser Hijo de Dios, de lo que es la presencia del Hijo de Dios en la historia, vuelve al Misterio por un lado, en el sentido que deja de ser dominable como es dominable en este momento el Cristo nuestro que lo podemos definir tan bien en las Cristologías y si no creemos en eso no creemos en el verdadero Cristo.
Pero casi el Misterio nos va quedando muy chiquito. Por ahí el Misterio vuelve a resurgir, pero no sólo como no dominable sino con nuevas dimensiones de luz. Y hasta donde hay miedos, ortodoxias y fanatismos, en el fondo al servicio de poderes que frenan esa fuerza de expansión.
Dicho de otra manera, el Papa Juan Pablo II cuando plantea la nueva evangelización, nuevas en sus métodos, nueva en sus contenidos, pero finalmente, cuando uno va leyendo, uno dice: esta Nueva Evangelización no es sólo nueva en sus métodos, en sus contenidos, esas expansiones a un determinado nivel, sino que en un momento uno dice: el Papa Juan Pablo II está hablando de una unión más profunda y una comprensión más profunda del Cristo.
Es una Nueva Evangelización que avanza no sólo en métodos, contenidos y lugares, sino en nueva profundidad. Dicho de otra manera. También se dice que el primer milenio la Iglesia se expandió por el Mediterráneo, el segundo la misión fue todo el mundo. El Tercer milenio parece que la misión tendría que ser hacia la profundidad del hombre.
Uno podría preguntarse cómo se hace una carpa para ir a misionar. Ayer hablábamos de que estamos en un momento de historia de la humanidad donde se acaba la civilización apoyada sobre la tierra, sobre la posesión de la tierra.
¿Cómo es misionar hacia la profundidad del hombre? ¿Cómo se hacen carpas para ir a misionar no tanto a parroquias, a lugares geográficos distintos sino a lugares humanos más hondos?
Al Papa Juan Pablo II se le ocurre ya hablar de nuevos areópagos, él mismo está en dinamismo, en percepciones que va diciendo como puede. Parece que se trata de dimensiones de comunicabilidad del hombre donde el Cristo quiere llegar, donde el Hijo de Dios está o puede estar presente y hay que reconocerlo o ayudar a reconocerlo, o compartir. Ya hay gente que lo reconoce. Pero es vocación nuestra ir con la carpa.
Y son carpas, parece que es propio de la misión el arriesgar provisoriedades. Pero este tema a mí se me une a ese acontecimiento de la misión, que tiene que ver una globalización, que tiene que ver con un cambio cualitativo de la humanidad.
¡Qué maravilla! Evidentemente Doña Irene comprendió mejor el mensaje de Jesús que muchos de los que asisten reglamentariamente a misa pero no ven a los hermanos que tienen a su lado...
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