Comenta el autor, Mauricio LIMA: 👇
"Si el libro aporta un grano de arena en
romper con esto del crecimiento o desarrollo sostenible
y vamos hacia un concepto de habitabilidad digna, de
como lograr como vivirymorir de forma digna en un territorio,con
otros,humanos y no humanofantástico."
Tomando en cuenta este comentario : desde mi mirada de fe:
Necesitamos
una espiritualidad de la habitabilidad, cuando la casa ya no es casa, fe y
dignidad.
A
veces me despierto con una sensación de ahoga, no es solo ansiedad, es algo más
hondo. Es como si el mundo fuera demasiado rápido, demasiado duro y me
arrastrara.
Todo
me parece urgente, todo es inestable. La tierra cruje, el clima enloquece, los
vínculos se tensan, los pobres y hambrientos mueren en Gaza y aquí en la
esquina. ¿Vivir así en medio de tanta velocidad y tanto dolor, es vivir de
verdad?
Me
hago esta pregunta desde mi fe, desde la fragilidad y el deseo de una vida más
habitable, desde esta tierra linda dónde vivimos y ese cielo que siguen
hablando aunque a veces no tengamos tiempo para escuchar pienso en Jesús, no
vivió en un castillo ni en una burbuja. Caminó entre el polvo y el pueblo,
compartió mesa con quienes no valían para la sociedad, tocó lo que otros no
querían tocar. Supo del cansancio, de la traición y del miedo…y también del gozo
y del pan compartido, del cariño que sostiene..
Jesús
habitó este mundo con una ternura subversiva, y murió en el él, no como un
fracasado, sino como quién se entregó totalmente.
Podríamos
pensar en eso, justo desde otro lugar. ¿No será eso lo que nos hace falta? Aprender a habitar el mundo como Jesús, que nos mostró que eso es posible, no
consumirlo, no usarlo hasta el límite, sino habitarlo armoniosamente, como el
regalo que es que tengamos esta casa común. Hacer casa, no solo para mí y los
míos sino para todos. Restaurar de alguna forma el equilibrio sagrado que hemos
roto.
Habitar
dignamente, es por ejemplo tener un tiempo para parar y escuchar una
vecina/o hacerle un mandado, caminar
lento por el barrio apreciando las plantas, el atardecer, sin apuro, para
plantar algo que no me voy a comer yo,
pero que nutrirá a alguien.
Es
poder enfermarme sin miedo a quedarme sola, a mi lado está un hermano/a, o un
vecino. Es poder morir sin tener que explicar todo el tiempo que mi vida valía
la pena.
Hoy
me duele que tantas personas sean expulsadas de sus hogares, de sus cuerpos de
su tiempo.
Y
al mismo tiempo me conmueve y me da esperanza al saber que hay comunidades que
resisten y siguen creyendo que otro mundo, mejor, aún es posible. Pequeñas
luchas silenciosas que sostiene esa esperanza.
Jesús
sigue caminando con nosotros, aún en el caos, en medio al colapso abriendo
caminos de vida. Y a veces los encontramos
dónde menos lo esperábamos.
Quizás
vivir y morir, como dice el autor; dignamente sea eso: dejar de correr, mirar alrededor,
reconocernos hermanos todos y con los no humanos también, todo hace el
equilibrio perfecto, y empezar hoy con lo que hay, a hacer lugar para todos.
Empezar
con cosas pequeñas, lo que hagamos en lo micro impacta en lo macro, escuchar
más, consumir menos, defender un árbol, cuidar a alguien sin esperar nada,
celebrar lo simple. Crear redes. Hacer comunidad.
Volver
a lo esencial, aunque parezca tarde o una utopía, vivir con otros, como Jesús,
con los pies en la tierra, el corazón abierto, a lo chiquito, lo sencillo, lo
de adentro, lo de cerca, lo de abajo, y la mirada puesta en el Reino.
Si
lo creemos, es posible un cambio de vida, contagiar a otros con gestos y
palabras oportunas. Él estará con nosotros en esa tarea.
La
creación nos fue regalada para cuidarla y co-habitar. Dejemos aunque sea un
ejemplo de lucha y resistencia para las generaciones venideras, y empezando por
los que nos rodean.
Madilene, Julio 2025. Ceb. SanFelipeySantiago Montevideo Uruguay
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