miércoles, 8 de octubre de 2025

IHU. Adital.- Trump a la "reconstrucción" de Gaza, del urbicida a la necrocidad. Artículo de Marco Cremaschi GENOCIDIO PLANIFICADO SIGLO XXI

 "Este documento no es solo un plan técnico: es una prueba de que las finanzas sacrifican la ciudad al intercambio mercantil. El acuerdo de paz sigue siendo necesario y urgente. Pero su costo podría incluir, después del urbicida de Gaza, el obituario de mañana de la ciudad".

El artículo es de Marco Cremaschi, profesor de Urbanismo en Sciences Po Paris, publicado por il Manifesto, 07-10-2025. La traducción es de Luisa Rabolini.

Aquí está el artículo.

Suelo removido. Después de la destrucción urbana y la aniquilación humana, también se borra la materialidad del lugar, así como su historia y geografía. Solo queda la corteza, pero solo como espacio extractivo. El proyecto de "rediseño urbano" para Gaza, elaborado por consultores estadounidenses y citado en el borrador del acuerdo de Trump, propone un modelo urbano inquietante. Lejos de ser una excepción, revela una lógica ya practicada en muchas metrópolis contemporáneas. Publicado en Washington e integrado en el borrador del acuerdo internacional, este plan se presenta como un ejercicio técnico y sofisticado. En una veintena de diapositivas, con pocas imágenes y muchos números, consultores anónimos se desviven por demostrar la viabilidad de la reconstrucción: se ignora la tragedia, se omite la política, se borran los habitantes y su sufrimiento, y se insiste en la rentabilidad económica de una inversión a gran escala al estilo de Dubai.

Como siempre, el diablo está en los detalles: el esquema ilustra cómo los intereses de los inversores y los grupos inmobiliarios tienen prioridad sobre la política internacional. Una víctima colateral de los tecnoconsultores es la idea misma de urbanidad.

Es instructivo analizar este documento, aunque carente de escrúpulos políticos o morales, porque muestra en detalle cómo el capitalismo financiero está redefiniendo la forma en que vivimos. El esquema propuesto prioriza la infraestructura geopolítica y el diseño urbano, seguido de un plan de desarrollo y gestión basado mecánicamente en hojas de cálculo de Excel, los rendimientos esperados y los tópicos típicos de las empresas de marketing. El esquema es simple: siete u ocho microciudades, cada una identificada por una función económica o un actor económico —Musk y los centros de datos, por ejemplo— aparecen aisladas, una al lado de la otra como las semillas de una granada, divididas, rodeadas de perímetros y protegidas por sectores de infraestructura y terrazas desiertas.

Una ausencia es particularmente reveladora: el documento nunca menciona a los habitantes. En las imágenes, la población es reemplazada por actores globales, es decir, futuros inversores.

Un detalle revelador, o una indiscreción deliberadamente omitida, emerge de la lista de inversores potenciales: grandes grupos de construcción e inmobiliarios, principalmente saudíes e internacionales, que forman una empresa que es más demoníaca que corporativa, incluidos IKEASystra y todos los Bin Laden.

Gaza se reduce así a un punto puramente logístico. En el esquema propuesto, deja de ser un territorio y una ciudad. Se convierte en un simple centro que conecta IsraelArabia Saudita y el Mediterráneo, una zona fiscal especial y una encrucijada de infraestructura global. Tras la destrucción urbana y la aniquilación de la población, también se borra la materialidad del lugar, así como su historia y geografía.

Un detalle, sin embargo, persiste: la costa. El mar aparece, pero solo como un espacio extractivo, ocupado por plataformas de gas y metaneros. La exploración de gas se omite en el documento, pero se destaca en el esquema urbanístico, que ignora el mar devastado por los pozos. Solo la playa se evoca marginalmente en un tributo verbal a Donald Trump y se presenta fugazmente, con poca convicción, como un parque de diversiones.

Este proyecto se asemeja a un manual de la "ciudad malvada". Puede parecer un ejercicio para estudiantes: ¿cómo diseñar la ciudad más injusta posible? — Marco Cremaschi

Las respuestas están aquí:

  • barrios cerrados, aislados y conectados solo por el tronco central;
  • estructuras jerárquicas ("árbol") que reducen las conexiones entre las partes y sofocan la comunicación;
  • falsos espacios públicos, calles y plazas reservadas solo para los residentes, desprovistos de cualquier función colectiva;
  • infraestructuras de barrera, carreteras, ferrocarriles, canales que separan y confinan;
  • vigilancia permanente, con infraestructuras convertidas en corredores de patrulla e instrumentos de control;
  • una tabula rasa territorial, la cancelación de la topografía y la memoria de los lugares;
  • la naturaleza transformada en invernaderos industriales, parques fotovoltaicos, puertos y refinerías;
  • finalmente, una monumentalidad anónima, torres de vidrio y hormigón, símbolos del poder económico en lugar de la vida colectiva.

Esta es una lógica que ya se practica en otros lugares. De te fabula narratur... Más allá del caso de Gaza, estos principios ya están expresados por muchas metrópolis en construcción, desde el Golfo hasta Asia. La privatización de los espacios, la desaparición de la naturaleza como bien común y la proliferación de enclaves residenciales e infraestructuras de control ya están dando forma a las ciudades contemporáneas. La "ciudad malvada" no es, por lo tanto, una ficción académica. Constituye una advertencia: nos obliga a mirar de manera diferente las transformaciones urbanas actuales, a cuestionar la pérdida del derecho colectivo al espacio, la sociabilidad y la belleza compartida.

Y hay razones globales. El plan de desarrollo sugiere, de hecho, que el acuerdo geopolítico entre los saudíes e Israel es más fuerte de lo previsto, al menos en las expectativas de Estados Unidos.

El petróleo y las tierras raras llegarían al Mediterráneo sin pasar por Suez, gracias a una alianza estratégica a expensas de los palestinos. Un segundo aspecto es que el liderazgo trumpiano ha reemplazado el pacifismo mercantilista de la globalización con la pax imperial romana: primero el exterminio, luego la ganancia.

Y también incluye el fin de la ambivalencia urbana. De hecho, hay una tercera lección que aprender, más local pero más generalizada. La planificación urbana siempre ha sido ambivalente. Permitió la especulación, pero creó espacios públicos; hormigonó el suelo, pero abrió nuevas relaciones con la naturaleza. Esta tensión, contradictoria pero fructífera, dio vida a las ciudades.

El esquema de los consultores de Trump borra esta ambivalencia y suprime el espacio común: a través de una mercantilización total que cubre la ciudad con un sudario de hormigón.

Este documento no es solo un plan técnico: es una prueba de que las finanzas sacrifican la ciudad por el intercambio de productos básicos. El acuerdo de paz sigue siendo necesario y urgente. Pero su costo podría incluir, después del urbicidio de Gaza, el obituario de la ciudad del mañana.

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