miércoles, 15 de octubre de 2025

RedesCRISTIANAS.- ¿ Por qué la Iglesia no quiere y no puede abolir la ley del celibato? -- Leonardo Boff

 El surgimiento de casos de sacerdotes pedófilos en casi

todos los países católicos está todavía en curso, revelando la extensión de este crimen que tantos daños se ha visto que causa en sus
víctimas.
Es poco decir que la pedofilia avergüenza a la Iglesia, o pedir disculpas y rezar. Es peor. Representa una deuda impagable a aquellos menores que fueron abusados bajo el manto de la credibilidad y de la confianza que la función de sacerdote encarna.


¿La Iglesia es un pequeño mundo reconciliado que representa a los otros y a toda la humanidad?
Ocurre que dentro de este pequeño rebaño hay pecadores criminales y es todo menos un mundo reconciliado.
El escándalo de la pedofilia se constituye en un signo
de los tiempos actuales. Del Vaticano II (1962-1965)
aprendemos que hay que descubrir en los signos la in-
terpelación que Dios nos quiere transmitir.

Me parece que la interpelación va en esta línea: es el
momento de que la Iglesia católico-romana haga lo que
todas las demás Iglesias ya hicieron: abolir el celibato
impuesto por ley eclesiástica, y liberarlo para aquellos
que ven sentido en él y consiguen vivirlo con jovialidad
y frescura de espíritu.

Pero esta lección no está siendo tomada por las autori-
dades romanas. Al contrario, a pesar de los escánda-
los, reafirman el celibato con más fuerza. Sabemos lo
insuficiente que es la educación para la integración de
la sexualidad en el proceso de formación de los sacer-
dotes.

Se lleva acabo lejos del contacto normal con las muje-
res, lo que produce una cierta atrofia en la construcción
de la identidad. Las ciencias de la psiqué han dejado
claro que el varón sólo madura bajo la mirada de la mu-
jer, y la mujer bajo la mirada del varón. Hombre y mujer
son recíprocos y complementarios.

El sexo genético-celular ha demostrado que la diferen-
cia entre un hombre y una mujer, en términos de cro-
mosomas, se reduce apenas a un cromosoma.
Esta integración viene dificultada por la ausencia de
una de las partes, de la mujer, que es sustituida por la
imaginación y los fantasmas, que si no son sometidos
a disciplina pueden generar distorsiones. Lo que se en-
señaba en los seminarios no está exento de sabiduría:
quien controla la imaginación, controla la sexualidad.
En gran parte, así es.

Mas la sexualidad posee un vigor volcánico. Paul Ri-
coeur, que mucho reflexionó filosóficamente sobre la
teoría psicoanalítica de Freud, reconoce que la sexua-
lidad escapa al control de la razón, de las normas mora-
les y de las leyes.

Vive entre la ley del día, en la que valen las reglas y los
comportamientos establecidos, y la ley de la noche, en
la que funciona la pulsión, la fuerza de la vitalidad es-
pontánea.

Sólo un proyecto ético y humanístico de vida (lo que
queremos ser) puede dar dirección a la sexualidad, y
transformarla en fuerza de humanización y de relaciones fecundas. En este proceso no queda excluido el celibato. Es una de las op-
ciones posibles, que yo defiendo. Pero el celibato no puede nacer de una carencia de amor, al contrario, debe resultar de una sobre-
abundancia de amor a Dios que se desborda hacia los
que están a su alrededor.

¿Por qué la Iglesia católico-romana no da un paso y
suprime la ley del celibato?
Porque es contradictorio con su estructura. Es una insti-
tución total, autoritaria, patriarcal, altamente jerarqui-
zada, y uno de los últimos bastiones de conservadu-
rismo en el mundo. Abarca a la persona desde el na-
cimiento a la muerte.

El canon 331 es claro: se trata de un poder ordinario,
supremo, pleno, inmediato y universal. Una Iglesia que
pone el poder en su centro, cierra las puertas y las
ventanas al amor, a la ternura y la compasión.

La persona célibe es funcional a este tipo de Iglesia,
porque ésta niega al celibatario aquello que le hace
más profundamente humano, el amor, la ternura, el
encuentro afectivo con las personas, lo que sería más
fácilmente propiciado si los sacerdotes estuviesen ca-
sados. Se vuelven totalmente disponibles a la institu-
ción, que tanto puede enviarlos a París como a Corea
del Sur.

El celibato implica cooptar al sacerdote totalmente al
servicio no de la humanidad, sino de este tipo de Igle-
sia. Sólo deberá amar a la Iglesia. Cuando descubre
que ésta no es sólo la santa madre Iglesia sino que
puede ser madrastra que usa sus ministros para la ló-
gica del poder, se decepciona, deja el ministerio con el
celibato obligatorio y se casa.

Mientras perdure esta lógica de poder absolutista y cen-
tralizador, no esperemos que la ley del celibato sea
abolida, por más escándalos que ocurran. El celibato
es demasiado cómodo y útil para la institución ecle-
siástica.

Pero, ¿cómo queda entonces el sueño de Jesús de una
comunidad fraterna e igualitaria? Bueno, eso es otro
problema, tal vez el principal. Desde ahí plantearíamos
diferentemente la cuestión del celibato y del estilo de
Iglesia que sería más adecuado a su mensaje libertador.
(facebook.com/teologíasubversiva:elimperativoenestosdialog
os) 27/09/2025

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