PRONUNCIAMIENTO AL PAÍS
DE LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE DE
PANAMÁ
Las Comunidades Eclesiales de Base de las provincias de Chiriquí,
Panamá, Darién y Guna Yala, reunidos en el III Encuentro Nacional en la
Comunidad de Agua Fría, provincia del Darién, los días 7, 8, 9 y 10 de febrero
del presente año, convocados por el Espíritu de Jesús Resucitado y urgidas por
las situaciones de vida y muerte que vive nuestro pueblo, expresan lo
siguiente:
1.
Las Comunidades Eclesiales de Base panameñas
nos reconocemos Iglesia seguidora de Jesús que,
siendo fiel a su Maestro, nos reunimos para reflexionar sobre la realidad en que
vivimos, para evaluar cómo estamos cumpliendo la misión que tenemos como Iglesia
profética y para proyectar nuestra trabajo pastoral a fin de
responder a las exigencias del Evangelio y necesidades de nuestro
pueblo.
2.
Como Iglesia que camina hacia la construcción
del Reinado de Dios en la historia, sentimos gozo, alegría y orgullo profundo de
ser Comunidades Eclesiales de Base, de vivir nuestra fe en Comunidad, de
celebrar y vivir los sacramentos de la Iglesia como un
compromiso la vida y en misión, a ejemplo de las primeras
cristianas.
3.
Reconocemos que en nuestro país hay signos
visibles de esperanza que nos hablan de la presencia viva de Dios liberador que
camina con su pueblo: la existencia de comunidades
cristianas fraternas y solidarias, grupos y gremios organizados que con sus
luchas defienden la vida y los derechos del pueblo, el testimonio de entrega de
tantos hombres y mujeres que con su trabajo nos motivan a un mayor compromiso
con Jesús y su causa el Reino de Dios.
4.
Tenemos un hondo sentimiento de
solidaridad con las Comunidades Eclesiales de Base de toda América Latina y el
Caribe en donde se gestan acciones, proyectos y planes pastorales,
para defender la vida de las mayorías empobrecidas como son los
indígenas, campesinos, obreros, pobladores de los suburbios de nuestras ciudades
y de tantos hombres y mujeres que ofrecen su vida por construir una sociedad más
justa y humana, mientras sufren persecuciones y martirio.
5.
Manifestamos que nuestro trabajo pastoral
está permanentemente iluminado por la Palabra de Dios que
encontramos en la Biblia y en los acontecimientos, y que nuestro
compromiso por la defensa de la vida y las luchas de nuestro pueblo es producto
del jugo que sacamos del Evangelio, como decía nuestro pastor, profeta y
mártir Monseñor Romero.
6.
Nuestra espiritualidad nace de la Pascua del
Señor Jesús y se reafirma con el testimonio de nuestros queridos
mártires de la Iglesia de América Latina como Héctor
Gallego, Monseñor Romero, Monseñor Juan Gerardi y muchos otros
hermanos y hermanas cuyos ejemplos nos animan a continuar con fidelidad en el
camino de Jesús.
7.
Nuestra lectura de la realidad panameña parte
del mundo de los pobres y nos indica que persiste en nuestro país una situación
de muerte generalizada para las grandes mayorías, pues los
gobiernos de las últimas décadas han impuesto un modelo económico
que fomenta el enriquecimiento de unos cuantos y el
empobrecimiento de muchos, como en el pasado denunciaron nuestros obispos en
América Latina; un sistema político corrupto que excluye la democracia
participativa y promueve el clientelismo político, y una situación social que se
caracteriza por un grave desprecio de los derechos fundamentales del ser
humano.
8.
Como parte del pueblo pobre y sufrido de
nuestro país sentimos una gran preocupación el aumento indiscriminado de los
precios de la Canasta Básica que está haciendo insostenible el alto costo de la
vida y que está trayendo consigo más hambre, desnutrición, problemas de salud,
condiciones infrahumanas de vivienda y el deterioro de una educación de calidad
que busque ante todo humanizar al hombre y a la mujer de nuestro
país. Estudios en nuestro país demuestran que en Panamá hay un sistemático
crecimiento económico, reconocido como el más alto de la región, que no se
traduce en la creación de mejores condiciones sociales para el
pueblo, indicativo de que crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo
humano.
9.
Denunciamos con espíritu profético la
política sistemática de represión, persecución y muerte que han
venido implementando los diferentes gobiernos en contra de personas, grupos,
instituciones, gremios, dirigentes populares y el pueblo en general que se
manifiestan en desacuerdo con sus injustas actuaciones. En este sentido, tenemos
presente, con admiración e indignación, a los hermanos y hermanas
que fueron víctimas de violencia, humillaciones, golpes, heridas,
detenciones arbitrarias y asesinatos en el marco de las luchas sociales que
tuvieron lugar en Changuinola, Bocas del Toro, el pueblo Ngäbe y campesino en
Chiriquí y Veraguas y en el pueblo de Colón.
10.
Vemos con profunda preocupación que las
políticas gubernamentales claramente están orientadas a permitir
la destrucción de la Madre Naturaleza con la imposición la imposición de
proyectos de muerte como la explotación de la minería, las hidroeléctricas, la
explotación indiscriminada de bosques y humedales, con el afán de lucrar y
vender el país al capital extranjero y nacional.
11.
Ante este desafiante panorama social,
político y económico del país exhortamos humildemente a nuestros pastores, los
obispos en la Iglesia, que en las coyunturas de convulsión social que se
reiteran a nuestro pueblo, asumir una posición clara, profética y
fiel, desde la causa de los pobres, los indígenas, los campesinos, los
trabajadores y todos los marginado sociales de las ciudades, que es la causa de
Jesús, según la Opción Preferencial por los Pobres, riqueza de nuestra Iglesia
Latinoamericana y Caribeña, y señalando la raíz de las injusticias y
a quienes detentan el poder económico y político, responsables del
caos social en el que está sumido el país.
12.
Finalmente, compartimos la alegría del 50º
aniversario de la Misión de la Arquidiócesis de Chicago en San Miguelito,
Panamá, que produjo un modelo nuevo de ser iglesia, grandes cambios eclesiales,
teológicos, sociales y políticos, lugar de nacimiento de las Comunidades
Eclesiales de Base en América Latina, los ministerios laicales y diaconado
permanente, la incorporación de la música local en la eucaristía, nuevas formas
arquitectónicas religiosas y, sobre todo, la experiencia de una Iglesia – Pueblo
de Dios, gran reiteración del Concilio Vaticano II, para una mayor presencia en
el mundo.
13.
Concluimos nuestro III Encuentro con un
compromiso de seguir creando, fortaleciendo y acompañando a las
CEBs, darle mayor énfasis a la formación integral y sistemática a los animadores
y animadoras, promover más la conciencia social y política, fortalecer este
modelo de iglesia, estar pendientes de los acontecimientos sociales desde la
perspectivas del pueblo y de los pobres, buscar la forma de una mayor
participación y solidaridad con las luchas del movimiento popular, promover y
hacer espacio de participación a las y los jóvenes en las CEBs, fortalecer la
comunión entre todos y con todos los miembros de nuestra
Iglesia.
Dado en la Comunidad de Agua Fría, Darién, el 10 de Febrero del
2013.
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