sábado, 26 de octubre de 2013

RAMOS GENERALES. CONOCEMOS ESTA HISTORIA ?

COLONIA.    HISTORIA DE ANCHORENA.    PARQUE PRESIDENCIAL.-

ESTANCIA PRESIDENCIAL
Anchorena, transformada en unidad productiva, genera riqueza al Estado
Por primera vez en su historia, pasó a generar riquezas para el Estado uruguayo
En 2010, llegó el presidente Mujica y tras un brusco viraje de timón,
logró en poco tiempo algo que su antecesor, Tabaré Vázquez, había
bocetado: que la estancia presidencial se transformara por primera vez
en la historia en un predio productivo.
Y lo hizo de tal forma que hoy ha dejado de dar pérdidas para el
Estado; es autosustentable y, encima, fruto de un programa de
producción rural que remite entre 25 y 30 mil dólares mensuales a
Presidencia; dinero que a su vez es enviado a financiar uno de los
desvelos del Presidente: el Plan Juntos de vivienda.
Pero todo tiene un inicio. Fue cuando Mujica redactó un decreto por el
cual retiraba de la órbita de la Casa Militar parte de la
administración de Anchorena y creó, al mismo tiempo, la “Unidad
Productiva de Bosques y Parques del Establecimiento Presidencial de
Anchorena”. Y pone al frente a una persona de su confianza: el colono
Mario Humberto Vera Díaz, ex vicepresidente del Instituto Nacional de
Colonización.
Anchorena sigue teniendo las 1.310 hectáreas de extensión, pero hay
700 hectáreas para agricultura y un 10% de estas destinadas a
ganadería. Cuando asumió, Mujica mandó vender todo el ganado Hereford
que allí pastaba y con el fruto de esa venta ordenó adquirir ganado
Holando, lechero, con vistas a producir leche y, a futuro, venderla.
Hoy, Anchorena es uno de los remitentes a Conaprole. Se compraron 30
cabezas de Holando. Ya hay cerca de 300 y se aspira a tener 500 vacas.
Hay también ovejas de cara mora.
Mujica además, con dinero de su bolsillo, compró un aserradero
portátil por un valor de 23.000 dólares que se usará para hacer tablas
para encofrado, indispensables para la construcción y destinadas
también al Plan Juntos.
La senadora Lucía Topolansky contó a LA REPÚBLICA que también se
confeccionarán tablas de maderas nobles para carpintería “porque
depende del árbol que se encuentre tirado. No vamos a usar cedro, por
ejemplo, para encofrado”, consideró. Recordó que siempre la leña se
usaba para calefaccionar y cocinar y por ello se pensó en darle más
utilidad que quemarla. “Ahora, además del aserradero portátil, vamos a
comprar una chipeadora para colocar chips en los caminos y evitar así
que se degraden”, contó.
La estancia presidencial de Anchorena fue donada al Estado uruguayo en
régimen modal. Esto significa que el predio y sus instalaciones deben
ser ocupadas por el Presidente en cuestión de, por lo menos, 40 días
al año. Es una visita casi obligada a esa quinta maravilla natural.
Y Mujica, Topolansky y la perra Manuela son los únicos que suelen ir a
Anchorena. Pero ellos no se alojan en la casa principal sino que lo
hacen en un pequeña casa  lindera “que nosotros llamamos el hotelito”,
confiesa Topolansky. Es lo que sería, o uno intuye que es, la casa de
huéspedes de Anchorena. “Son unas piezas, hay un baño, una cocina y un
comedor. Para nosotros, nos da y nos sobra”. Mujica es el único
presidente que cuando deja el asfalto montevideano y va a los campos
de Colonia no convoca al personal de servicio dispuesto
permanentemente en la estancia, y la estancia no le compra nada para
su sustento alimenticio durante su estadía. “Yo llevo una heladerita
con cosas que compramos acá o en Colonia –cuenta Topolansky- porque
vamos un fin de semana y llevamos todo”.
Mario Vera es el administrador de la estancia; oriundo de Soriano y
amigo de Mujica, para más datos. Cuenta él que la pareja presidencial,
cuando llega, “se bajan con sus bolsitos y cuando se van dejan todo
limpio, porque tampoco permiten que les aseen la casa ni que les laven
la ropa. Nada”.
La estancia presidencial ha sido escenario de reuniones de gobierno y
de instancias de arduas negociaciones políticas. Entre los visitantes
extranjeros pasaron George W. Bush, Felipe González y la princesa Ana
de Inglaterra.
Pero hay alguien más que en el más absoluto silencio sigue allí casi
formando parte del paisaje que pocos conocen. En la más recóndita
profundidad de la torre de Gaboto, allí donde la luz es ganada por las
sombras, Anchorena mandó construir un sepulcro. Allí yacen sus restos
desde el 24 de febrero de 1965, tal como lo dispuso en su testamento.
40 días al año, el aventurero Aarón sabe que está acompañado.
Un poco de historia
Casi todo en su origen es obra del heredero directo de un visionario
argentino que un día pensó que esa tierra verde y productiva era un
buen lugar para invertir, para vivir y para morir.
El Siglo XX recién se estaba desperezando cuando un osado piloto
amateur argentino, perteneciente a una muy acomodada familia patricia,
sobrevoló en un globo aerostático la faja costera del extremo Sur
Oeste uruguayo sin más cometido que hacer de ello un viaje de placer,
rayando con la aventura. Este viajero no iba solo en la nave. Lo
acompañaba alguien con muchas más horas de vuelo que él. Uno era Aarón
de Anchorena. El acompañante experimentado, Jorge Newbery.
Iban montados en la cesta del “Pampero”, nombre del globo del que
sería además su viaje inaugural cuando Anchorena quedó como
encandilado con los campos que abajo se iban abriendo ante sus ojos.
“Mirá qué lindo sería comprar esas tierras”, le gritó a Newbery que
estaba a su lado y que, sin dudar, asentó con su cabeza y le levantó
el pulgar en señal de aprobación. El viento que los impulsaba, que dio
el nombre a la nave, se llevó enteritas sus palabras pero no la idea
de comprar esas tierras jugosas que ya se habían encriptado en sus
retinas, en lo que para él era la vecina costa uruguaya.
Cuando retornó a Buenos Aires, Anchorena le comentó a su familia lo
visto. No pudo hacerse de aquellas parcelas pero, a modo de consuelo
para el entusiasta Aarón, la madre le compró unas 11.000 hectáreas en
la zona de la desembocadura del río San Juan en el departamento de
Colonia. “Aprovéchalas, es lo que hay. Pero son tierras muy nobles y
algún día serán provechosas”, le aconsejó la madre con esa aguda
mirada a futuro que suelen tener sobre los hijos y s
obre casi todo.
 

 
 

 
 
 
 
 
 
 

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