Comentario al Evangelio del Domingo
Fiesta del Bautismo del Señor-Mateo 3,13-17
<<¿ESTAMOS APAGANDO EL
ESPÍRITU?>>
Aunque el
relato evangélico habla de la inmersión de Jesús en el Jordán, lo decisivo no
es este bautismo de agua que recibe de manos del Bautista, sino la acogida del
Espíritu que el Padre envía sobre él.
Según la
mentalidad bíblica, este Espíritu hace vivir a Jesús desde el aliento vital de
Dios, lleno de su amor y su fuerza creadora, entregado a liberar, transformar y
potenciar la vida. Por eso, los primeros seguidores de Jesús lo recordaban como
un Profeta que, "ungido por Dios con el Espíritu Santo..., pasó la vida
haciendo el bien". Este es el Espíritu que ha de alentar a quienes siguen
sus pasos.
La crisis
religiosa de nuestros días se está extendiendo con tal radicalidad que la
indiferencia está afectando ya a los mismos creyentes. Los indicios son cada
vez más inquietantes. Hay analistas que denuncian el "ateísmo
interior" que está diluyendo la fe de algunos que se dicen cristianos.
La Iglesia
no es un "espacio inmunizado". Hay practicantes que de hecho no
cuentan con Dios. Pueden pasar tranquilamente sin él. Dios no estimula su vida
ni inspira su comportamiento. Viven una religión vacía de comunicación con
Dios. En la práctica, Dios no existe para ellos. Sin advertirlo, se están
instalando en la "cultura de la ausencia de Dios".
¿Vamos a
permanecer pasivos ante esta extinción progresiva de la verdadera fe incluso
dentro de nuestros hogares y comunidades? ¿No nos estamos haciendo cada vez más
indiferentes a la indiferencia religiosa que parece invadirlo todo? ¿No ha
llegado el momento de reaccionar?
Tal vez,
lo primero es tomar conciencia de que somos nosotros mismos los que podemos
estar apagando el Espíritu dentro de la Iglesia con nuestra ceguera y
pasividad. Movidos por el instinto de conservación, corremos el riesgo de
dedicarnos a conservar el pasado quizás porque nos resulta más cómodo que vivir
en permanente conversión, abiertos a la creatividad del Espíritu.
Seguramente,
hemos de cuidar más nuestro modo de relacionarnos con Dios, evitando formas
superficiales y vacías, vividas sólo desde lo exterior, y que pueden ser formas
de huir de su Misterio santo más que caminos para situarnos ante él en espíritu
y en verdad.
Parece más
necesario que nunca promover esa "participación plena, consciente y activa
en las celebraciones litúrgicas", que el concilio Vaticano II urge
"con deseo ardiente", pues considera que es "la fuente primaria
y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente
cristiano". Revitalizar la celebración es reavivar la fe.
José Antonio Pagola
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