martes, 15 de abril de 2014

MIGUEL ANGEL MESA, nos acerca una reflexión


VERDADEROS BROTES VERDES
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@euskalnet.net
BILBAO (VIZCAYA).

ECLESALIA, 15/04/14.- Los dos problemas que duelen más a los europeos del siglo XXI, son el económico y el miedo al diferente que busca instalarse entre nosotros, cada vez con más insistencia, sobre todo desde el Sur; unos seres empobrecidos hasta el límite que nos recuerdan que más allá de nuestro maltrecho jardín europeo existen enormes eriales que reclaman nuestra humanidad al tiempo que amenazan nuestras contradicciones más que cualquier ejército regular invasor. Cuando hablamos de nuestra crisis, sobreentendemos que se trata de la crisis económica aunque la realidad es una profunda crisis existencial mucho más profunda.

No deja de ser paradójico que si comparamos esta época con otras anteriores, es todavía la de mayor bienestar material para una mayoría social que además aglutina un consenso ético y legal sobre los derechos humanos (otra cosa es que nos afanemos en desvalorizarlos y no practicarlos) ¿Qué falla entonces? Parece que los valores y parámetros sociales no económicos se viven como terriblemente secundarios. El progreso material sin humanidad se está volviendo contra nosotros cuando parece que nos hemos quedado sin referentes. Es posible que no valoremos suficientemente lo que tenemos ni lo que estamos echando por la borda. La cultura consumista genera insatisfacción precisamente para que no dejemos de querer consumir en exceso y eso genera insatisfacción e insolidaridad en grandes dosis además de ser una amenaza para nuestro ecosistema. En este contexto, la tentación de desplazar la responsabilidad a los demás es enorme.
A todas horas nos estimulan para renunciar a los ideales cuidando de no alertarnos que una sociedad sin ideales se convierte en una sociedad resignada, por muchos progresos tecnológicos que logremos. Tampoco los pensadores nos han ayudado mucho en estos dos últimos siglos en los que la filosofía no ha cultivado la esperanza. Algunos incluso han acentuado la desesperación y la angustia sin proponer respuestas, o fueron respuestas fallidas. La solución simplista ha sido transmitir que ya está todo dicho (incluida la muerte de los metarrelatos) propiciando una cultura del desencanto sin esperanza en un mundo mejor. Hemos llegado a descalificar a quien tiene ilusión, llamándole despectivamente iluso, despreciendo el efecto transformador que tiene la ejemplaridad por su influencia poderosa sobre quienes la perciben auténtica. Aunque como decía, es más fácil endosar la responsabilidad a los demás que el esfuerzo por trabajar uno mismo otro estilo de vida.
Cada persona puede elegir el estilo de vida que quiera, a pesar de los condicionantes de la vida. Ya lo hacemos con mucho cuidado y detalle en la manera de vestir, de hablar y de encontrar los signos externos que nos identifiquen con la imagen que queremos transmitir a los demás. Podemos elegir igualmente estilos de vida más responsables y solidarios en lugar de quedarnos en la superficialidad de los acontecimientos y en los ideales-placebo elaborados desde posiciones consumistas proclives a la alienación resignada que poco tienen que ver con el crecimiento personal y el desarrollo social del compartir.

Como no está dicho todo en la ciencia, a ella nos aferramos como si fuera la única salida a la crisis. Abramos los ojos: "la" crisis no es económica; esta es una parte de otra crisis con mayúsculas, consecuencia de una falta de humanidad y de ejemplaridad que lo contamina todo, incluidas la economía y las finanzas, hasta convertirnos en pollos sin cabeza, insolidarios y sin esperanza. Pero ni en la ciencia ni en todo lo demás está dicha la última palabra. Por eso yo prefiero fijarme en los miles brotes verdes de solidaridad y bondad ejemplares que a diario actúan sin fundamentarse en el dinero como el valor supremo. Su número es mucho mayor de lo que parece, su obra y su ejemplaridad mueven montañas de esperanza hasta convertirse en modelo de verdaderas soluciones. A lo mejor son ellos los que están amortiguando la gran crisis y hasta la crisis económica. Y nosotros sin darnos cuenta de esta incipiente primavera.

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