domingo, 20 de diciembre de 2015

NAVIDAD PARA LA NOVEDAD. Atilano Alzaiz C.M.F. Ceb.SanFelipeySantiago



                           NAVIDAD PARA LA NOVEDAD
       “Estoy a la puerta llamando”. Soy Jesús de Nazaret, vuestro Hermano y Amigo, que os quiere más de lo que os imagináis, más de lo que os queréis vosotros a vosotros mismos; quiero comunicarme con vosotros, como lo hacía con aquellos mis primeros discípulos. No para deciros nada nuevo, sino para repetiros lo que dije a aquellos primeros discípulos para los discípulos de todos los tiempos, porque, “cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc 13,31). En estos tiempos especiales, os digo como a ellos: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo y descansad un poco” (Mc 6,31), venid a gozar de la convivencia cordial, a tomar conciencia de la dicha que tenemos de estar juntos, de ser una comunidad de hermanos-amigos, una familia, de participar en el gran banquetazo del Reino, de “saborear los suculentos manjares y los vinos de solera” (Is 25,6).
Habéis de vivir estos tiempos como una gran oportunidad, como los hermanos-amigos que se reúnen en una solitaria casa de campo para regocijarnos en el encuentro, para que crezcáis en un entusiasmo gozoso celebrando mi cumpleaños. Me produce una profunda compasión que, después de haber preparado yo un suculento banquete, muchos, como chicos inconscientes, prefieran las golosinas y caprichos insípidos y perjudiciales a la salud. ¿Cuándo, por fin, me vais a hacer plenamente caso y os vais a querer de verdad a vosotros mismos, aceptando mis ofrendas impagables? Os repito lo que dije a las comunidades de Laodicea: “Mira que estoy a la puerta llamando; si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3,20). Exactamente lo mismo que hice en Emaús con aquel par de discípulos que me invitaron a entrar en su casa y cenar con ellos (Lc 24,29). ¡Qué transformación supuso para ellos! De hombres abatidos, se transforman en valientes mensajeros míos que desandan el camino sin miedo a la noche cerrada; de hombres en retirada, se convierten en “hombres en salida”, que van a compartir la dicha del para inyectar alegría en los demás. En esto consiste la verdadera Navidad: en abrirme la puerta a la que estoy llamando, como en Betania, sentarse a mi pies como María (Lc 10,39), y sentarse a la mesa para “cenar juntos”; cena abundante que yo os ha preparado. Es una invitación como para brincar de gozo. ¡Felicidades para todos!, naturalmente. Para eso he venido y para eso me he quedado para siempre con vosotros: para que seáis felices. Pero, mirad, me gustaría más felicitaros después de las fiestas, porque habéis renacido en ellas con la transfusión de sangre divina, la mía, y habéis ganado en vitalidad. Me gustaría brindar con vosotros después de las fiestas porque la Navidad ha quedado en vuestro corazón, porque ha nacido algo nuevo en vosotros. Sed serios, no juguéis con la vida, amaos de verdad y amad de verdad.       El aguinaldo que necesitáis. Repito lo dicho a mis contemporáneos: “Si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?” (Lc 11,13). Si vosotros, aquejados/as de limitaciones y egoísmos, queréis y procuráis lo mejor para los vuestros y no sufrís que sean socialmente unos mediocres, ¡cuánto más el Padre, Yo y el Espíritu Santo, que somos el Amor personificado!… ¿Es que necesitáis más pruebas de mi amor después de haberme hecho uno de vosotros, pero pobre y humilde que, recién nacido, tirita en un pesebre entre animales, y que termina clavado en una cruz como un vulgar delincuente? ¡Qué tristeza me produjo aquel joven, bueno, observante que buscaba más, pero no acogió mi invitación no a ser no más, sino mucho más. ¡Lo que se perdió! ¡Lo que pudiera haber hecho como el resto de los discípulos míos! ¡Lo que hizo perder a las personas a las que le enviaría a como mensajero. Para conocer vuestra vitalidad interior es bueno que os preguntéis en estos días: ¿Vivo o sencillamente funciono? ¿Mi espíritu está en llama viva o se reduce a unas brasas cubiertas de ceniza? ¿Os sentís verdaderamente enamorados de mí, o, simplemente me admiráis como Hombre-Dios, gran personaje de la historia? ¿Me obedecéis sumisamente, o procuráis complacerme, satisfacer mis gustos divinos y humanos, que consiste en que vosotros tengáis una vida desbordante? ¿Os alimentáis sólidamente con “los manjares suculentos y los vinos de solera del banquete que os he preparado” (Is 25,6), u os enganáis con golosinas y caprichos que dañan vuestra salud interior? ¿Camináis y trabajáis conmigo de forma permanente, o simplemente me visitáis de vez en cuando? ¿Sembráis con generosidad semillas del bien, o simplemente os contentáis con cumplir vuestras obligaciones, pensando que aquello es sólo cosas de voluntarios, y no exigencia exigencia de la fe en mí? ¿Estáis y sois de verdad alegres, o simplemente vais tirando como se podéis?    
     Una navidad nueva para un año “nuevo”. Buscad a qué paso hacia delante os impulsa dar mi Espíritu; él os iluminará para realizarlo. La celebración de la Navidad y la llegada de un año nuevo ha de significar un punto de partida hacia delante. Repetir, además de ser una traición a todo y a todos, es aburrido. Os sugiero: ¿No sería espléndido reconciliaros, si estáis sufriendo resentimientos, o ayudar a reconciliar a personas resentidas? ¿No sería sumamente fecundo que asumimérais algún compromiso de servicio a personas necesitadas, por libre o en una institución? ¿No os sería conveniente realizar un compromiso concreto de aprovechar los abundantes medios que tenéis a vuestro alcance para vuestra formación humana y cristiana, para vuestra maduración en la fe? Pensad qué podéis hacer en este sentido. Sería sumamente fecundo mejorar los encuentros conmigo en vuesta oración, en la cantidad y en la calidad, en “ese diálogo de amistad conmigo, que sabéis que os amo”. Revisaos si os puede la rutina en el quehacer de cada día. Quizás podéis vivir más fielmente la consigna de la carta a los colosenses: “cualquier actividad vuestra, de palabra o de obra, hacedla en mi honor, dando gracias a Dios Padre por mi medio” (Col 3,17). Todas vuestras actividades realizadas con amor se tranforman en acciones litúrgicas que agradan al Padre y enriquecen a los hombres. Como mi padre adoptivo José. Yo mismo serví al Padre y liberé a los hombres haciendo treinta años de humilde carpintero de pueblo, y mi madre como modesta ama de casa en un pueblo desconocido. ¿Realizáis las tareas de cada día con entusiasmo, con alegría, con espíritu de servicio, o impulsados por la rutina, porque no hay más remedio, porque son una exigencia de la vida?
     “A mí me lo hacéis”. ¡Qué besos tan restallantes dirigís a mis imágenes de niño! ¡Qué adornaditas y luminosas las tenéis! Bien; son señales de cariño y afecto que agradezco!  Pero, al fin y al cabo, son sólo imágenes muertas. Tengo otras presencias vivas entre vosotros: en mi Palabra, en la Eucaristía, en medio de la comunidad reunida en mi nombre; y esa otra presencia viva tan importante: en toda persona; todo ser humano es “carne de mi carne y sangre de mi sangre” (Ef 5,29). Por eso, todo lo que hacéis al hermano, “a mí me lo hacéis” (Mt 25,40). Esto lo habéis oído incontables veces, pero es cuestión de ponerlo en práctica cada día con más generosidad. El gran teólogo Orígenes, se acercaba a la cuna de su hijo bebe, le descubría el pechito y le daba un beso en él, porque “venero en él a la Trinidad de la que es moradal”, decía. Esto es todo un privilegio. ¡Qué sencillo es mi mensaje: Se trata simplemente de amar a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo y vivir la fraternidad, ser amigos, los hermanos de la fe, para ser icono de nuestra Familia Divina. ¡Gracias por la Campaña de Navidad, por todo lo que habéis hecho y hacéis por mis hermanos necesitados! Quiero recordaros aquella densa afirmación de Agustín: “Si quieres llegar a Dios, vete por el camino del hombre”; no hay otro camino. Quiero recordaros también que los pobres necesitan comer todos los días del año, y que por lo tanto no es suficiente una generosidad ocasional, sino que ha de ser permanente. ¡Gracias, asimismo, por lo que lucháis por cambiar esta frábrica de pobres que es la sociedad, por una sociedad de hermanos que comparten! Hay que seguir luchando, cada uno en su ambiente. Esto es lo serio. Esto es lo que hace fecunda mi venida a la tierra y lo que alegra mi corazón; este es mejor regalo de cumpleaños que me podéis hacer; todo lo demás es pura pirotecnia infantil y engañosa. Estoy contento de ser un hermano más entre vosotros. ¡Gracias por vuestra acogida fraternal. No os dejéis arrastrar por las celebraciones sociales; vivid con profundidad el misterio. En la navidad exterior, el belén se monta y se desmonta cada año; en la Navidad interior, el belén queda dentro, y cada año se embellece más y más. Que después de las celebraciones, no sólo podáis decir: “lo hemos pasado bien, sino, gracias a Dios, “somos mejores”; de este modo el júbilo navideño seguirá, porque cada uno llevará la fiesta dentro. Esto es lo que os deseo ardientemente. Contad para ello con la luz y la fuerza de mi Espíritu. ¡Fecunda, Fraterna, Feliz Navidad y un Año, enteramente nuevo! Vuestro Amigo y Hermano, Jesús de Nazaret.  
PARA LA REFLEXIÓN, LA ORACIÓN Y EL DIÁLOGO
     1º- ¿Qué pensamiento, afirmación o párrafo me ha llegado más?
     2º- ¿Qué propuestas creo que me (nos) hace el Señor como al joven del relato evangélico en la celebración de Adviento y Navidad?
     3º- ¿Qué respuesta he de dar a las interpelaciones de Jesús?
     4º- ¿Qué paso hacia delante, que compromiso he (hemos) de asumir para que esta Navidad sea “nueva” y sea portico para un año de verdad nuevo?
       5º- ¿Qué sugerencias creo conveniente aportar en todos los aspectos?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Multimedia


PARTE 1

PARTE 2

Bielli - Bernada