sábado, 27 de agosto de 2016

BUENAS NOTICIAS, conocen el CUFA? Central Unica Asistencia Favelas, en Brasil

El talento innato para el dibujo fue una espada de dos filos en manos de Leonardo Rodrigues, el Leo Gordo, hoy más conocido en el Grande Bom Jardim, como Leo Aerografía. A los 27 años, el joven nacido y criado en uno de los barrios más pobres de la periferia de Fortaleza conserva vivos en la memoria, los golpes sufridos cuando siendo todavía un adolescente, se involucró con una pandilla de grafiteros, que también pasó a robar y a consumir marihuana, cocaína y mezclado. "Entre los 14 y-15 años, para poder drogarme, comencé a involucrarme con los ladrones porque veía a aquellos muchachos de la calle con buena ropa, tenis de marca y bicicleta nueva. Y, como me gustaba dibujar, caminaba con los grafiteros, a pesar de que tenía miedo a la altura y prefiriese rayar figuras más pequeñas. Pero me dejé influenciar y también comencé a vender bagullo [mezcla de drogas]. Me envicié mucho, y cuanto más mal hacía las cosas, más conocido quedaba en el barrio, y más cosas equivocadas hacía, para ser  aún más conocido.  Era un falso poder que yo pensaba tener", afirma.

Entre los 14 y-15 años, para poder drogarme, comencé a involucrarme con los ladrones porque veía a aquellos muchachos de la calle con buena ropa, tenis de marca y bicicleta nueva

A los 17 años, Leo fue detenido con un teléfono celular robado en el bolsillo. "Fui muy castigado, y cuando pasé con un psicólogo y un trabajador social, me pusieron una medida socio-educativa. Me orientaron recibir el curso Jóvenes Ambientalistas, en la Barra do Ceará. Y allí encontré a los maestros de Cufa. Todos muy jóvenes y abiertos a conversar de igual a igual: con nosotros: Teo, el bad-boy del curso, que ponía al grupo del Pantanal a bailar break; Preto Zezé, que nos explicaba el tema ciudadanía, pasando unos videos sobre nuestra favela; Davi Favela, la fiera del grafiti; y Cristiano, el DJ Doido [Loco], era encargado de la mesa de sonido y de la Comunidad de la Rima. Como yo dibujaba, me identificaba más con Davi y quería demostrar lo que sabía. Me animó desde el principio, me dijo que tenía talento, futuro y tal. Él dio buenos consejos. Todos ellos me comunicaron  mucha confianza. Sólo que  yo era muy joven, con la cabeza medio loca, y seguí haciendo mal las cosas, a tal punto que me hundí. Pero lo que aprendí con ellos, lo vine a utilizar más adelante, cuando decidí poner los pies en el suelo", recuerda.
Antes de abandonar el crimen, experimentó otros golpes y caídas. A los 19 años, fue encarcelado por asalto y se encontró tras las rejas en la Unidad Carcelaria Adalberto Barros Leal de Oliveira, más conocida como "Presidio do Carrapicho" en Caucaia, región metropolitana de Fortaleza. Allí, el saber dibujar, fue salvaguardia, amuleto de suerte, moneda de intercambio y garantía de buenas relaciones entre el principiante y una horda  de veteranos orgullosos de sus largas e infames fichas. "Tan pronto como llegué, vi un dibujo en una pared hecho con tinta negra. Era feo, algo extraño, pero pregunté a mis conocidos: ¿quién hizo esto? ¿Con qué? Y me dijeron: se hace con una pintura que nosotros hacemos aquí. Fue entonces cuando conté que sabía dibujar. "¿Tu sabes realmente? Si, tú no sabes... Pues vas hacer. Cuando recibas tus ropas y maquinilla de afeitar, pasas la maquinilla de afeitar para acá". Y así lo hice: entregue la 'presto barba', la quebró, cogió una tapa de gaseosa, la puso en el suelo, cogió el afeitador lo puso encima de la tapa y prendió fuego. Luego tomo un envase de comida rápida y lo cubrió. La maquinilla de afeitar se quemó toda, el envase quedó todo negro, el raspó el negrumo fijado en el envase, juntando el polvo negro, lo mezclo con jabón y agua, e hizo la tinta. Luego tomó algunos pelos del cepillo de dientes, los amorró con hilo y me los dio. Empecé a dibujar ", detalla.

el saber dibujar, fue salvaguardia, amuleto de suerte, moneda de intercambio y garantía de buenas relaciones entre el principiante y una horda  de veteranos orgullosos de sus largas e infames fichas

Resultado: como me llevaba mucho tiempo el dibujar todo aquello, eso, me hizo olvidar las drogas

De principio a fin de la pena, que duró exactamente cuatro meses, Leo dibujó en todas las celdas de la "calle A P1 del Carrapicho de Caucaia". De esta forma, no necesitó involucrarse en ninguna otra demanda proveniente de lo que llama el "Taller del Diablo". Al contrario. Admirado por toda la población de la prisión, recibió pedidos a diario y era pagado con dulces y otras delicias por cada dibujo cuidadosamente finalizado. "Algunos me dio las fotos de sus niños para que reprodujera. Otros querían un Jesús, o a la Virgen María, de tal forma, que frecuenté casi todas las celdas, adornando todas las paredes. Resultado: como me llevaba mucho tiempo el dibujar todo aquello, eso, me hizo olvidar las drogas. Yo no consumí nada [de drogas] allí dentro y, conociendo de cerca aquel lugar de sufrimiento, donde quien se decía mi amigo, no apareció en los días de visita, me prometí a mí mismo, que, cuando saliera de allí, no iba a hacer sufrir más a mi madre, que fue la única que no me abandonó, ella llegó un día al Carrapicho con los pies sangrantes de tanto caminar, porque no tenía quien le ofreciera un transporte o que al menos le diese el dinero del pasaje", recuerda.
La libertad llegó a finales de 2008. Y Leo aún no sabía a ciencia cierta cómo sobrevivir fuera de la prisión. Dibujar, era la única cosa que sabía hacer. E incluso sin creer mucho en ese don como posible fuente de ingresos, fue lo primero que cruzó en su camino. "Un muchacho del barrio, que era evangélico, quería poner un mensaje bíblico en su casa y una joven que trabajaba con él, recordó que yo dibujaba bien. Y me llamó. Pero yo no tenía compresor, ni pintura, ni nada. Le pedí comprar la pistola y que la descontara del pago por el trabajo. Y dijo que iba a conseguir un compresor prestado. Me acordé de un amigo que trabajaba en grafitis, del movimiento hip hop, el Demi. Trabajaba en seguridad durante el día y, por las tardes grafitaba, este era, uno de sus medios de vida. Cuando llamé a su puerta, oí una gran cantidad de regaños y consejos porque sabía él sabía que yo había estado detenido y que dibujaba bien. Me gustaron sus palabras. Y lo mejor fue cuando dijo: "Leo, agarra este compresor para ti, yo voy a quedar sin hacer grafitis, [no importa], me lo devuelves el día en que puedas, ¡Hombre, comienza a vivir!” Aquello para mí fue demasiado fuerte, decisivo. Hice el trabajo, [del pago que recibí] sobraron cuatro reales porque la pistola costó 96, pero a mí me pareció ¡un premio de lotería! Sólo sé que después de esto, no me faltó trabajo, se tratara de pintar una pequeña bici, un casco, el muro de la escuela, de la academia, el polideportivo. Y, hasta el dia de hoy, la demanda [de mi trabajo] sólo aumenta en la periferia y en Aldeota [barrio de gente acomodada] también, ¿vio?", expresa con alegría.

Hoy en día, no me veo como un matón, yo era sólo un pobre drogado, porque el poco dinero sucio que agarraba, lo gastaba comprando marihuana y ropa... Ahora, uso esas ropas para limpiar mis pistolas [de pintar]. Prefiero caminar todo sucio de pintura aquí en Bom Jardim

Ser respetado es la mayor satisfacción que el hoy artista  profesional del grafiti, recibe orgulloso. Conocido en todo el barrio, Leo Aerografía, que dibuja con spray, pero también es un experto en el uso de las plumas de 3 mm para cuidar de cada pequeño detalles de los dibujos que realiza en varias superficies, no siente saudade del "famoso" y "temido" Leo Gordo, nacido en su época de delincuencia.  “Hoy en día, no me veo como un matón, yo era sólo un pobre drogado, porque el poco dinero sucio que agarraba, lo gastaba comprando marihuana y ropa, alguna camisa de marca, unas chinelas y listo, con eso quedaba muerto de feliz. Ahora, uso esas ropas para limpiar mis pistolas [de pintar]. Prefiero caminar todo sucio de pintura aquí en Bom Jardim. Las chicas que me encontraban bonito cuando era un criminal, hoy en día, ni me miran. Y la mayoría de los que andaban conmigo, han muerto a causa de la delincuencia. He vuelto a estudiar de nuevo, me he casado, tengo un hijito, vivo bien de la aerografía [de hacer dibujos] y agradezco mucho a esos señores de la Cufa. Por la técnica que me enseñaron y por los consejos que me dieron en aquel momento crítico de la vida. Por eso quiero acercarme al Cufa y mostrar, a través de mi experiencia, que es posible cambiar y también ser reconocido por las virtudes y no por el vicio", enfatiza.
La prueba de que superó cualquier duda, en términos de reconocimiento, Leo la pasó hace poco tiempo. Fue el día en que los agentes de policía que rondaban por el barrio, en la oscuridad de la noche no lo identificaron de inmediato y decidieron interceptarlo, de repente, en medio del camino, exigiéndole se quede quieto cara a pared y, pase la mochila para revisión. Antes, le preguntan que llevaba dentro. Tranquilo y distraído el grafitero responde, "una pintura  y dos pistolas". Hubo un susto [en los agentes]. Pero él, manos en la cabeza, ningún movimiento en falso. "Fue gracioso porque solo minutos después, me toqué, sobre mis palabras. Pistola para mí es una herramienta de trabajo, pero no para ellos, por supuesto. Y cuando quise explicar y pude darme vuelta, finalmente me reconocieron. Ellos dijeron: "ah, es el pintor, está bien", y nos reímos mucho mientras yo les explicaba que no había tenido intención de sorprenderlos con un mis palabras. Quiero decir, que fue uno de los momentos en que pude ver, como es bueno, ser respetado, incluso por la policía ", explica.

Y así la droga se fue acercando, a todo mundo allí, como si fuera una familia. Mi apodo ya era famoso y empecé a guardar ocultamente marihuana, cocaína, crack

La cuerda con muchos nudos ciegos y algunos cabos sueltos que conecta el grafiti callejero con el uso abusivo de drogas también dio vueltas desgarradoras en torno de la vida del joven Pedro Henrique Lopes, 28. Fue con un carbón, crayones de colores o una sola lata de pintura para cinco, debido la pobreza imperante en el antiguo barrio Pantanal hoy Planalto Ayrton Senna, que él descubrió el placer fugaz de reinventarse a sí mismo como Snnep, nombre en código que a lo largo de su adolescencia, le dio una posición destacada y de cierta gloria, sin embargo, disminuida en aquel territorio gris de privaciones. "Ahí es donde conozco el mundo del maligno. Pichar [rayar las paredes u otras superficies] era mi forma de expresión. Y tenía que hacerlo en todas partes: en el baño, en el aula... y esto incitaba a otros a rebelarse también. En esto, tuve contacto con tipos más maduros que ya bebían, fumaban, olían pega, se drogaban. Y así la droga se fue acercando, a todo mundo allí, como si fuera una familia. Mi apodo ya era famoso y empecé a guardar ocultamente marihuana, cocaína, crack. El asunto cayó, cuando mi madre se enteró y me mandó a vaciar el armario y largarme de ahí".
La reprimenda se convirtió agravante. Al ser enviado por su madre soltera a Quixadá, donde viviría con su abuelo materno, Pedro llegó a convertirse en el mayor de todos los traficantes entre los jóvenes su edad. [La situación] "empeoró, porque allá no había [droga] y yo llevé. Tenía acceso a varias armas, la vigilancia policial era poca, así podía vender continuamente. Yo andaba en las fiestas, en las baladas, pero Dios comenzó a cobrar el precio, comenzó a poner en mí, el espíritu de locura. Yo usaba tanta [droga] que tenía alucinaciones. No tenía la crisis de sobredosis, pero tenía ataques de ira, de romper cosas, disparar sin que hubiera un blanco. Vivía encerrado en casa, solo, no quería que nadie se me acercara. Fue entonces cuando los vecinos atemorizados llamaron a la policía, que me golpeó mucho. A estas alturas ya tenía mis 18, 19 años. Y vine de nuevo transferido a Fortaleza, inauguré la  III CPPL [Casa de Privación Provisional de Libertad, Profesor Clodoaldo Pinto en Itaitinga, Región Metropolitana de Fortaleza]. Y allí había mucho demonio, ¿vio?", narra a su manera, el entonces principal acusado, que en la capital, pronto fue detenido en flagrante por asalto, para terminar en el Instituto Penal Olavo Oliveira (IPOO).
Fue en medio de lo que él llama un "barril de pólvora a punto de explotar" fue que Pedro Henrique "aceptó a Jesús" por medio de un grupo de internos evangélicos. "Oraba con los hermanos, pero no podía deshacerse de las drogas dentro de la prisión. Fue ahí que me involucré con los pesos pesados. Empecé a tomar unas pastillas que yo no debía tomar: Rivotril, ripinol y estaba altamente ripinado, durante el baño de sol, iba buscar las "cosas" que lanzaban desde el otro lado del muro. Que yo ganaba a cambio. Y así fui siendo conocido dentro de la prisión. Imagínese todo el mundo armado allí dentro, narcotizado, con cocaína y crack en gran cantidad, los días de visita usted ve a un tipo lanzarla a otro, delante de todos. Vi todo eso y no quiero ver más ", sentencia. En medio de seis meses de detención y horror, solo un espejismo, [es vez una visión buena]: el curso impartido por el artista del grafiti David Favela, uno de los miembros de la Cufa empeñados en llevar al sistema penitenciario la cultura hip hop como una forma de expresión, válvula de escape y alternativa de sobrevivencia en los futuros días de libertad.

Imagínese todo el mundo armado allí dentro, narcotizado, con cocaína y crack en gran cantidad, los días de visita usted ve a un tipo lanzarla a otro, delante de todos

"Yo ya conocía a Davi Favela aquí en el barrio. En Olavo II, el daba Talleres de grafiti, conferencias. No hablé con él en la prisión, por sentir vergüenza. Pero cuando salí me fui a buscarlo, el tipo me dio pinturas y todo. Dos primos de él, que el enemigo se llevó, eran vecinos de mi casa. Empecé a frecuentar su casa, la de su madre. Y a conocer el Cufa. Davi me fue explicando que trabajando el grafiti, podía ganar dinero. Empecé a sentir de nuevo el placer de tener una profesión. Y varias puertas se abrieron a partir del trabajo. Ya hemos hecho varios graffitis juntos en el hospital, escuelas, las paredes, incluso a OAB [Orden de los Abogados de Brasil].Y siempre dejamos un mensaje a los jóvenes. Aquí, en el Pantanal, hemos grafitado mucho junto a la figura de Jesús, que está esparcida por todo el barrio. Por último, juntamos una pelota de gente y pintamos una carpa rodeada de mar y rosas. Hice algunos acabados, pintado en el interior. Con él, me estoy profesionalizando y encontrando placer en esta nueva vida sin drogas. No voy a abrir más brechas al enemigo", promete

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