Desde Tacuarembó, Daniel Cal
Tuve la oportunidad
de conocer a Julio en las diferentes facetas de su vida, como pastor de la
iglesia en Tacuarembó y Rivera, como referente de la sociedad y a nivel
personal, dando en todo un testimonio de compromiso, solidaridad y firmeza,
pero con una tremenda sencillez.
Julio era un Obispo
cercano, recorrió incansablemente el territorio de toda la Diosesis, con un
gran dedicación por construir la unidad de la iglesia a partir de la consulta
permanente a las comunidades. No había tema sobre el cual no hablara desde lo
que le decían las comunidades.
Julio fue sensible y
preocupado por los temas que hacían a las condiciones de vida de la gente,
preocupado por los temas del desarrollo, comprometido por los temas del
ambiente y en especial por el agua, haciendo del acuífero Guaraní uno de sus
compromisos permanentes.
Trabajó por el
rescate de la memoria local y regional, reivindicando la presencia guaraní en
el territorio y la cultura de la región norte, donde los lugares y la geografía
“tienen nombres que no bajaron de los barcos”.
Se comprometió con
las situaciones de la sociedad más duras, como fue preocuparse y ocuparse de
las personas privadas de libertad, sin ninguna ostentación, con sincero
compromiso cristiano.
Fue referente
permanente en la vida de Tacuarembó, consultado por instituciones y
autoridades, respetado en sus opiniones y posiciones, entre otras cosas por su
capacidad de escucha y por tener una gran vocación de construir puentes y
aportar al trabajo colectivo, enfrentando los problemas y asumiendo siempre con
otros la búsqueda de alternativas. Sin duda la región extrañará su ausencia.
Para quienes tuvimos
la oportunidad de estar cerca de Julio conocimos su solidaridad con las
situaciones difíciles de las personas, y su cercanía con la gente, por sobre
todas las cosas era un buen vecino. Siempre dio cobijo a las situaciones más
difíciles, animando y amando a las personas con sinceridad y un inmenso afecto.
Y Julio también fue
alguien de familia, su casa siempre estuvo llena de gente, nunca perdió el
vínculo con sus afectos familiares en Santa Lucía y en espacial con su hermano
Javier, a quien trajo a Tacuarembó cuando fallecieron sus padres integrándolo a
su vida y la comunidad.
Sin duda que la
partida de Julio deja un vacío, pero por sobre todas las cosas deja un legado a
todos los que tuvieron la oportunidad de conocerlo y compartir alguna de las
facetas de su vida. Es ahora un momento de tristeza, pero también de recordarlo
asumiendo con toda la fuerza y compromiso las enseñanzas y compromisos que
Julio tuvo en su vida.
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