lunes, 18 de diciembre de 2017

DETODASPARTESVIENEN, de Brasil Leonardo BOFF.

 De esta encarnación nos vino el actual cristianismo con sus positividades y limitaciones propias de esta cultura. Especialmente la Iglesia católica romana asumió el estilo de poder, no el predicado por Jesús, sino el de los emperadores, poder absoluto y cargado de símbolos que permanecieron en los papas hasta la llegada del Papa Francisco. Él se despojó de ellos, renunciando especialmente a la famosa “mozetta”, esa pequeña capa sobre los hombros cargada de oro y plata, el mayor símbolo del poder del emperador, y a la vida en palacios. El Papa Francisco siguió los pasos del poverello de Asís y el mandato de Jesús y se fue a vivir donde se alojan los obispos y sacerdotes que llegan a Roma.
Hagamos un ejercicio de imaginación. ¿Qué tal si el cristianismo, en vez de echar raíces en la cultura occidental grecolatina y después germánica, hubiera asumido la forma guaraní de ejercicio de poder.
En tal caso los sacerdotes serían paupérrimos, los obispos, miserables y el papa, un verdadero mendigo. Trabajarían incansablemente al servicio de los fieles. Su marca registrada sería la generosidad sin límites. Y darían un testimonio espontáneo y profundamente inspirador del sueño de Jesús. Él nos pidió ejercer el poder como puro servicio: “sabéis que entre las naciones quien tiene poder manda y los grandes dominan sobre ellas; así no ha de ser entre vosotros; por el contrario, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor, porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir” (Mc 10, 42 ss). Que esta enseñanza sea permanente autocrítica a todo poder, también al eclesiástico, pero principalmente sea inspiradora de una forma no dominadora del poder.

*Leonardo Boff es articulista del JB online, teólogo y ha escrito Iglesia: carisma y poder, 1982.

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