martes, 31 de julio de 2018

DETODASPARTESVIENEN, de Brasil L. BOFF. corresponsal J.CEJUDO

Leonardo Boff2Queridos compañeros y compañeras:
Como Presidente de honor de nuestro Centro de Defensa de los Derechos Humanos de Petrópolis, Río, me uno al Centro Nicaragüense de Derechos Humanos que con su Comunicado de apoyo a los Obispos, hace una justa critica al gobierno que está persiguiendo, secuestrando y asesinando sus propios compatriotas. Repito las palabras del Papa Juan Pablo II: no hay guerra santa, ni guerra justa, ni guerra humanitaria, porque toda guerra mata y ofende a Dios. Lo mismo vale para quien comanda semejantes prácticas contra su pueblo.

Estoy perplejo por el hecho de que un gobierno que condujo la liberación de Nicaragua pueda imitar las prácticas del antiguo dictador. El poder existe no para imponerse a su pueblo, sino para servirlo en justicia y en paz.
Nicaragua necesita del diálogo, pero antes de todo necesita que las fuerzas represivas cesen de matar, especialmente a jóvenes. Esto es inaceptable. Nicaragua necesita paz y de nuevo paz.
Cito la más bella definición de la paz, consignada en la Carta de la Tierra, que reza:
“La paz es la plenitud que resulta de relaciones correctas consigo mismo, con otras personas, otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte’ (n.16 f). Es decir, la paz no existe en sí misma. La paz es la consecuencia de relaciones correctas en todas las instancias personales y sociales. Esta paz, fruto de tales relaciones, es lo que más deseamos al pueblo, al Gobierno y a toda Nicaragua.
Con la solidaridad del Centro de Defensa de los Derechos Humanos de Petrópolis, Río, y la mía personal, nos sentimos unidos a todos ustedes también en oración delante del Señor, príncipe de la paz.
Leonardo Boff, teólogo y presidente del CDDH de Petrópolis, Río de Janeiro.
Petrópolis 21 de julio de 2018.
Del Muro de Auxiliadora Marenco:
La paz comienza por reconocer los propios errores, disculpándome ante quienes he lastimado. La paz no está en la revancha, ni en echarle la culpa al otro de lo que pasa, ni en imitar los actos que me parecen abominables, y mucho menos repetirlos multiplicados.
La paz se practica con el ejemplo y la humildad. La paz comienza con escuchar la contraparte. Y sobre todo con la cordura para entender lo que pasa, por que pasa y cuál es la parte que puse para provocar el caos.
No se trata de enumerar los errores del adversario, sino en enmendar los propios. No se sale del conflicto interpretando la conducta del otro o presagiando quien tendrá la razón al final de la contienda. Porque para entonces, perdido en la miopía inicial, obligado a caminar a ciegas entre tantos errores, caerás y caerás hasta que ellos mismos, terminen por aniquilarte.

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