"Desde hace 40 años, los científicos piden, con un tono de alarma creciente, implementar los recursos tecnológicos, sociales y organizacionales que tenemos y que podrían evitar el desastre que se está manifestando. Y durante 40 años, un muro de resistencia y desinformación ha frenado el cambio. La tendencia ya era clara en 1988, cuando se presentó el primer informe del IPCC. Desde entonces, solo en Estados Unidos, la lista de presidentes que han negado los riesgos climáticos es vergonzosamente larga", escribe Antonio Cianciullo, en un artículo publicado por Huffington Post, 09-08-2021. La traducción es de Luisa Rabolini. Aquí está el artículo.
Las primeras denuncias se remontan a principios de la década de 1980. El sexto informe del IPCC muestra que el riesgo ya es inaceptable.
Atenas,un gran incendio quema la zona de Drossopigi, Varybobi,un suburbio del noreste de Atenas,impulsado por las altas temperaturas y los vientos cálidos.
"Los líderes rara vez son recompensados por lo que hacen para evitar desastres - porque el no evento de un desastre rara vez es un motivo de celebración y gratitud - y son criticados más a menudo por las molestias que imponen las medidas preventivas". Más que en climatología, es en este pasaje de Doom: The Politics of Catastrophe, el libro de Niall Ferguson sobre los reflejos retardados en la reacción a las crisis del covid-19 y el medio ambiente,que se debe buscar una explicación para el marco presentado por el sexto informe del IPCC.
De hecho, el análisis científico sirve para mostrar los hechos, pero no basta con explicarlos porque la verdadera anomalía que surge del impasse climático concierne a los ecosistemas políticos, que se han mostrado incapaces de reaccionar, no a aquellos físicos, que reaccionaron de forma tan predecible que se acerca mucho a la hipótesis formulada por primera vez en 1896 por el científico sueco Svante Arrhenius:un aumento de 5 grados de temperatura con la duplicación de la concentración de CO2 en la atmósfera.
Err es humano, y la humanidad tenía grandes razones a principios del siglo 19 para abrazar con entusiasmo la revolución industrial alimentada por combustibles fósiles. Durante milenios la fatiga física fue una pesadilla que castigó al cuerpo y desanimó al espíritu, hoy solo apretar un botón para obtener una energía dócil concentrada. Durante milenios, llegar a los 40 años fue una fortuna reservada para unos pocos; hoy en Italia,la edad media supera los 80 años.
Así que los combustibles fósiles han sido beneficiosos para nosotros. Y el desequilibrio que producimos con ellos se puede afrontar como cuando descubrimos que los CFC ,losgases que también se utilizan en las latas de pulverización, estaban acabando con el ozono estratosférico que protege la vida en la Tierra:encontramos sustitutos y CFC fueron prohibidos en poco más de una década desde el momento de la primera alarma.
Hoy existen razones igualmente válidas para pasar del sistema de energía fósil -muy concentrado, vertical, jerárquico y letal para la estabilidad climática- a un sistema más fluido, horizontal, generalizado, basado en una mayor eficiencia, en fuentes renovables, enla economía circular. Este es el salto tecnológico que Europa ha lanzado con el green deal y con la reducción a cero neta de las emisiones de gases de efecto invernadero prevista para 2050. Una perspectiva que permita no solo mantener los beneficios obtenidos hasta ahora, sino ampliarlos y distribuirlos mejor, evitando que la crisis climática colapse nuestro actual nivel de bienestar.
Por lo tanto, el tema central hoy en día no es tanto el detalle del análisis climatológico, que es útil y necesario, pero que ya ha alcanzado un buen nivel, como la comprensión de los mecanismos que llevaron al sabotaje del tratamiento de la atmósfera. ¿Por qué no intervinimos cuando hubo tiempo para minimizar el daño? ¿Por qué no actuamos ahora que todavía hay tiempo para reducirlos?
Desde hace 40 años, los científicos piden, con creciente alarma, poner en marcha los recursos tecnológicos, sociales y organizativos que tenemos y que podrían evitar el desastre que se está manifestando. Y durante 40 años, un muro de resistencia y desinformación ha frenado el cambio. La tendencia ya era clara en 1988, cuando se presentó el primer informe del IPCC. Desde entonces, sólo en Estados Unidos, la lista de presidentes que han negado los riesgos climáticos es vergonzosamente larga.
Hoy llegamos al sexto informe del IPCC. Mientras tanto, cada década rompía los récords de calor de la década anterior. Los incendios no sólo devastan bosques y campos, sino que también asolan las zonas urbanas. Los granizos del tamaño de las balas, que en el momento de la película Pasado mañana formaban parte de las imágenes de Hollywood de la catástrofe climática, entraron en la noticia como un hecho concreto. Los océanos se calientan y aumentan el poder de los huracanes con su energía.
Todo esto, explica el sexto informe del IPCC,es la nueva normalidad. Un problema grave que requiere revisar los criterios de seguridad en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana: desde cruzar un paso subterráneo, que puede convertirse en una trampa mortal durante una inundación repentina, hasta construir infraestructuras en terrenos que alguna vez podrían considerarse confiables y ya no lo son.
Este aumento de la inseguridad climática será irreversible para muchas generaciones. Pero si intervenimos inmediatamente, podemos evitar que la situación empeore. Si, por el contrario, no intervenimos, explican los científicos de la ONU,iremos directamente a un aumento de temperatura que hará inhabitables zonas enteras del planeta, desestabilizando otras. El marco científico es claro. No ese político.
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