UN TESORO DE DOS MONEDITAS El viernes recién pasado, miles de jóvenes militantes de organizaciones ecologistas, se tomaron las calles de Glasgow para protestar contra la inoperancia de la Cumbre sobre el Clima que anualmente organiza Naciones Unidas, desde 1995, sin avances efectivos. Este año, se desarrolla entre el 1 y el 12 de noviembre en dicha ciudad escocesa. Ya sabemos que la propuesta presentada de tener 0 emisiones para el 2050 no fue firmada por China, India, EEUU ni Australia. Por esto, los jóvenes salieron a decir que “el cambio climático es una guerra de los ricos contra los pobres”’, y manifestaron su indignación ante la pasividad de la clase política, a la que acusan de “perder el tiempo y engañar a la gente en reuniones como la COP26”. Este es uno de los tanto ejemplo del talante codicioso con que los países ricos manejan sus decisiones en áreas que afectan el bienestar de toda la población mundial. Otro ejemplo ha sido la decisión de no liberar las patentes de vacunas contra el Covid 19, razón por la cual, la mayor parte de los países más pobres tiene bajísimos índices de vacunación. Ambas situaciones tienen en común que las decisiones que se toman, aparentemente, cautelan el interés de los países ricos, pero a la larga perjudican a todos, incluidos quienes inicialmente parecían beneficiarse. Con todo derecho nos preguntamos ¿Qué puede haber detrás de esta ceguera, de esta conducta tan torpemente egocéntrica, incluso para el propio interés? En el evangelio de este domingo nos encontramos con una situación que es absolutamente lo contrario de lo que hemos comentado. La viuda del relato del evangelio de hoy, debe estar entre las viudas más famosas de la historia. Y es famosa, porque la mirada de Jesús la sacó merecidamente del anonimato. Estando sentado frente a la alcancía de los aportes al templo, Jesús vio que muchos daban cantidades importantes, pero esta viuda pobre, puso solo dos moneditas, que equivalían aproximadamente a 0.38 dólares de hoy. Pero, lo importante es saber por qué está viuda pobrísima, depositó en la alcancía el escasísimo dinero que poseía. Las relaciones del pueblo judío con su Dios, tenían en la práctica de la “tzedaká” - una combinación de justicia o solidaridad - una de sus más importantes prácticas de veneración religiosa. La mirada judía entiende que Dios provee lo suficiente como para que todos tengan lo necesario. Sin embargo, por muchas circunstancias diferentes hay personas que, transitoriamente, se encuentra en estado de necesidad. Frente a esto, Dios cuenta con que nosotros abramos generosamente nuestras manos para que su Providencia llegue a todos, como es lo correcto, lo ético, lo justo, lo que Dios quiere. No compartir con el necesitado es quedarse con lo que no nos corresponde. El cumplimiento de la “tzedaká” corresponde incluso a los más pobres, como la viuda del evangelio de hoy. Por cierto, esto quiere decir que la viuda cree firmemente que Dios tampoco la abandonará a ella y hará que otras manos se abran para que tenga lo necesario. Por ese motivo, Jesús hizo notar que ella no sacó el dinero de su bolsillo, lo sacó de su corazón, lo cual vale mucho más. Sin embargo, cuando tenemos poco, o cuando nos sentimos amenazados, cuando tambalea el mundo como lo hemos conocido, la reacción natural es auto protegernos, aferrarnos a cualquier seguridad, perder la perspectiva más amplia, restringiendo el horizonte, equivocando las decisiones. Por eso, Jesús resalta el gesto de la viuda, porque habla de su veneración fiel a Dios, de su honesto cumplimiento de la Ley, de la generosidad de su corazón para practicar la justicia y la solidaridad, pero, sobre todo habla de su profunda confianza en el don de la Vida en Abundancia, en el cuidado amoroso de Dios, por todos y todas. El nacimiento de un mundo inédito, como el que estamos necesitando, se debe a los hombres y mujeres que han tenido el coraje, en momentos de crisis, de confiar más allá de lo que las circunstancias aconsejan, de tomarse la libertad de levantar la mirada y sumarse a la renovación de la vida y la historia. El poeta norteamericano Earl Gray Stevens nos dijo que “la confianza, como el arte, nunca proviene de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas.” La viuda del evangelio en lugar de aferrarse a sus dos moneditas, hace el gesto libre y valiente de depositarlas en la alcancía de la confianza, convirtiéndolas en un inmenso tesoro. Ella nos invita a dejarnos ir, a amar estos tiempos de desafíos e incertidumbres, a abrirnos sin temor a los amplios horizontes de renovación de la vida; a desprendernos de nuestras únicas monedas, dejando ir las posturas defensivas, pueriles, indiferentes, condescendientes, maniqueas, apologéticas o desconfiadas. Nos invita a una ética planetaria de mínimos comunes. Es tiempo de valentía, confianza y tzedaká, tiempo de sembrar un mundo nuevo. ¡Amén! Ana María Díaz, Ñuñoa, 07 de noviembre de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario