lunes, 24 de enero de 2022

APRENDER A CONFIAR. Rosa RAMOS. --- 24 enero 2022

 “No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos,

 por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío….

Cuando te sientas apesadumbrado o triste, adora y confía.” 

Teilhard de Chardin

 

El artículo pasado terminaba con la invitación (a mí misma en primer lugar) a no perder profetismo, la denuncia y la autocrítica, pero a ser también sabios, pacientes, a no desesperar, al contrario, a elevar la confianza. Copio la última oración: “Estamos llamados a no desesperar, a meditar en el corazón, a confiar y estar atentos a la buena noticia de la que ellas (las nuevas generaciones) puedan ser portadoras, a permanecer “a la retaguardia”, sin invadir ni atropellar, pero abiertos, solícitos, tiernos, de tal modo que los jóvenes sepan que los queremos y queremos lo mejor para sus vidas, a la vez que soñamos una sociedad inclusiva, donde nadie sobre.” 

 

Pedí ecos y opinión a los lectores habituales del blog, pues realmente me interesaba escuchar a otros sobre el tema. Tuve muchas respuestas, muy sinceras y atendibles, más aún, muy ricas, que dieron lugar a una reflexión compartida, incluso recibí algunas invitaciones a “sentarnos” a conversar el tema. Los ecos iban tanto en la línea de coincidencia acerca de la problemática planteada, como en la línea de mostrar otras visiones, otras experiencias personales, familiares, comunitarias, en suma, otras miradas. Hubo sí casi unanimidad en suscribir ese párrafo con el que terminaba el artículo y retomé al inicio de este.

 

El diálogo, el ensanchar la mirada a otros horizontes de sentido, siempre es iluminador, recojo ahora algunos planteos. Muchos subrayaron la preocupación por la creciente atomización de la sociedad humana en torno a intereses muy propios, el aislamiento en guetos homogéneos, la distancia intergeneracional, etc. Otros, en tanto, señalaron la sensibilidad y apertura de las nuevas generaciones a intereses y problemas candentes hoy como la ecología, la violencia de género, la apertura y acogida a la diversidad en un mundo plural. 

 

Algunos recordaron que no son pocos los jóvenes y no tan jóvenes que se atreven a perseguir sus sueños, también a equivocarse y empezar de nuevo. Sueños de distinto calibre y alcance, desde formar pareja, familia, a querer incidir en el futuro a escala mundial defendiendo Derechos universales desde lugares como la ONU, UNICEF, etc. Hay jóvenes que, dejando una situación segura y casi privilegiada, se aventuran a lo nuevo e incierto sin cálculos de réditos. Una madre, como eco precisamente al artículo “Aprender a perder al hijo”, contó y pidió oración por una hija que, con veintiséis años, siendo laica y docente, decidió ir por un año al medio del Amazonas, a compartir su vida con una comunidad religiosa al servicio de los nativos.

 

En suma, varios aportaron experiencias esperanzadoras. Alguien intentó dar, desde su experiencia, una explicación de las diferencias de las generaciones sesentistas y setentistas, con las actuales: antes la pauta era “el deber ser” por encima de todo (desde “debemos cambiar el mundo” a “a los enfermos hay que visitarlos, te guste o no”), hoy hay una apertura mayor al sentir y hacer experiencia desde la sensibilidad, más que desde la razón que prescribe conductas. Esto se puede relacionar con expresiones tales como “sentipensar”, “corazonar” que las teologías van asumiendo, que nos invitan, quizá, a recorrer el camino del medio con más humildad y aceptación de límites.

 

Ha sido muy interesante el movimiento que se fue dando a lo largo de las dos semanas, a través de los comentarios, las reflexiones, así como por ejemplos compartidos. Realmente se dio un ejercicio de diálogo fecundo a partir del artículo, no solo conmigo sino también en las propias familias. A su vez, en mí, el tema siguió creciendo y abriéndose en diferentes y nuevas direcciones. 

 

Mi invitación esta vez tiene más peso existencial, nace más de lo empírico, es fruto de la escucha. En la entrega anterior, de algún modo decía “debemos” tener esperanza porque somos cristianos, ahora la confianza emerge sostenida en lo nuevo que está ya brotando (Is. 43, 19) pero que quizá tarde en madurar, de ahí la paciencia histórica que se nos pide. Paciencia, esperanza, pero sin renunciar, por supuesto, al espíritu profético y al discernimiento lúcido al que el Evangelio nos llama.

 

Mi confianza también viene acrisolada por la oración, luego de gustar hondamente un poema de Mario Luzi, poeta italiano (1914-2005). Descubrí este poeta a través de la tesis doctoral de Encarna Esteban Bernabé, filóloga española, de Murcia, a quien tuve el gusto de conocer personalmente hace unos meses, luego de un año y medio de intercambios epistolares. En “Viaje terrestre y celeste de Mario Luzi. Análisis de la espiritualidad luziana”, la investigadora analiza muchos poemas de los tantos libros de Luzi, priorizando su última etapa de producción por ser la más “espiritual” y “crística”, según el propio poeta. El poema que compartiré, Alleluia a la luz, pertenece a un libro dedicado al pintor medieval Simone Martini, “alter ego del poeta”, como refiere Encarna.

 

El poema es una alabanza, una aclamación gozosa a Dios por su obra, aún más, por ser y estar, por su Presencia, que todo lo penetra como la luz. Es, a la vez que potente, una Presencia humilde, sin arrogancia, su efecto transforma el universo y la humanidad que se deja “trabajar”, que brega sin cesar, y llega a ser canto, poesía, belleza. Leyendo y releyendo, gustando hondamente este poema, con el trasfondo de los diálogos mantenidos, llego, entonces, a esta entrega con más confianza.

 

Fuerte. Fuerte la luz
infiltrada ya por todas partes
             hasta el follaje más profundo.
No hubo viento ni arrogancia.
             El unísono se quebró.
Se trituró
se hizo añicos
en pequeños cristales
             primero la ínfima
después la excelsa
cristalería del canto.
Cantó en lo más íntimo del alma
en la sangre y en las vértebras
de los hombres que trabajan
desde el amanecer. Cantó.

 

Desde este saborear el poema (sabiduría y sabor tienen la misma raíz) hago la invitación a aprender a confiar.  Ante la incertidumbre en que navegamos: adora y confía”.

 

Imagen: https://www.buscarfrases.com/wp-content/uploads/2017/02/frases-bonitas-sobre-la-vida.jpg

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