Mencionar a Norma es hacer memoria de una militante de la vida que animó numerosos espacios de la parroquia Santa Cruz, su querida parroquia: el Área Política y Ciudadanía, dos comunidades eclesiales de base y el Consejo Parroquial. En los años 90 el padre Bernardo le propuso formar parte de los Equipos Docentes, una organización internacional que nuclea a maestros y profesores cristianos.
Muy pronto logró sumar a varias colegas comprometidas con la escuela pública y con la educación popular, y se transformó en líder del Equipo Docente de Buenos Aires, que poco después se sumó a las CEB de la parroquia Santa Cruz con el nombre del Padre Jean Dumont, asesor de los equipos de América Latina. Y ella, que ya formaba parte de la comunidad Federico Richards, siguió ensanchando el corazón para albergar un nuevo espacio de fraternidad. ¿Qué decir de Norma como animadora de comunidades?: Fue educadora, compañera y magnífica anfitriona. Poseedora del don de la comensalidad, muy pronto su casa se transformó en cálido lugar de encuentro. Allí se organizaban reuniones a las que ella aportaba su conocimiento y estaba atenta a todos los detalles para hacer más grato el compartir. Creaba un clima acogedor en el que no faltaba la sopa calentita en los días fríos de invierno, los sabrosos buñuelos para mimarnos o el regalito para las fechas significativas. Una verdadera Casa Abierta,” donde nadie quedaba afuera de la fiesta y del encuentro”. Su profunda fe cristiana la llevaba a preparar también con esmero la mesa de la celebración, y disfrutaba especialmente el momento de recibir a Jesús. Cuando hacíamos la infaltable “revisión de vida”, compartíamos las alegrías y sinsabores de cada una y cada uno: nacimientos, festejos, partidas de nuestros seres queridos… Y luego la reflexión personal, la evaluación del contexto educativo y socio-político y el aporte comprometido, que llevaba luego al Consejo Parroquial para acompañar el caminar institucional. En ocasiones alojó a colegas del interior y del exterior y nos alentó a acompañar su paso por Buenos Aires. A tal punto que algunas equipistas de América Latina se integran hoy a nuestra comunidad parroquial con su presencia en las misas virtuales. Pero más allá del ámbito local, Norma representó al país en diversos encuentros regionales e internacionales, animando siempre a la participación de compañeros y compañeras. A cada uno de esos encuentros llevó su alegría y su creatividad, como instrumento para fomentar la comunión de los pueblos y el goce de compartir su cultura. Imposible olvidar la profundidad de sus poemas o la gracia que desplegaba al entonar algún tango con su expresiva voz porteña. Así era Norma. Así la recordamos. Compañera sensible y poseedora de múltiples talentos, dejó huella en cada una de las áreas en las que se desenvolvió. Hoy sigue viva en el aromo que abre sus ramas en el Solar de la Memoria. La Comunidad Jean Dumont lo plantó allí el último Día del Maestro que celebró junto a ella. Con ese recuerdo, entre tantos otros, la evocamos y la sentimos presente, ahora y siempre.
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