Me resultaron muy esclarecedores los textos de Atilano y de Gloria.
El
primero, sobre la diferencia entre el verdadero cristiano (que forma
parte de una comunidad, con prácticas concretas de servicio) y el mero
practicante (que se limita a un simple trámite de adhesión a rituales
individuales, a menudo asociados más a la tradición que a la verdadera
convicción). Suele haber pocos entre los primeros, y en cambio son
multitud los segundos.
El
texto de Gloria alude al rol del verdadero pastor, y podríamos hacerlo
extensivo a otros conductores, como los que tienen un cargo político. Se
supone que ambos asumen responsabilidades frente a un pueblo que confía
en su intervención para responder a necesidades de diferente índole. Y
resulta desalentador ver que, a veces, ese rol es asumido para servirse a
sí mismos en lugar de servir al pueblo de Dios en el primer caso, y a
su país, en el otro. Y, aunque parezcan dos universos distintos, la
clave es la misma: la compasión frente a las necesidades y la
multiplicación de los panes, que no es más que la actitud solidaria y
comprometida frente al prójimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario