viernes, 16 de agosto de 2024

COMENTABERNARDINOZANELLA. Aporte Gloria.- "Abrió a la humanidad un camino a la vida"......

 Muchos limitan sus intereses únicamente a las cosas materiales, y creen sólo en lo que pueden ver y tocar.    Jesús nos propone una visión de la realidad que integra la dimensión material y la espiritual: la material, con sus características de necesidad y de precariedad; y la espiritual, con sus exigencias de amor y solidaridad, y con su proyección definitiva, más allá del tiempo.

Al inicio del evangelio de san Juan, encontramos la indicación que el Verbo de Dios, su Palabra, “existía al principio junto a Dios”, y en Jesús “la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros”. Este mensaje, que nos recuerda como Jesús une la condición divina y la hace “carne” en su condición humana, se complementa con una nueva declaración: esa “carne”, esa humanidad en que habita la divinidad, se ofrece como alimento para la vida del mundo. El episodio de la multiplicación de los panes encuentra en esta afirmación su plena explicación.
Todos pueden conseguir en Jesús, en la comunión con él y en la apertura a su enseñanza, el pan que alimenta su vida para siempre.

Evidentemente no se trata sólo de la vida física. El discípulo y la discípula de Jesús experimentarán, como todos, el destino común de la muerte, pero la vida que Jesús transmite y alimenta va más allá de la muerte y es para siempre. Es una vida que permanecerá en el futuro, pero que se desarrolla en el presente, en la adhesión a Jesús. 

 La verdadera vida Jesús la ofrece al mundo ofreciéndose a sí mismo, su persona, su realidad humana, su “carne”, hasta la entrega total en la cruz.

La imagen de Dios que Jesús manifiesta, un Dios metido en la vida del hombre, en su realidad y en su historia, no puede ser aceptada por sus adversarios, que tienen otra concepción de Dios.                                          En un primer momento “murmuraban”, como sus antepasados en el desierto del primer éxodo, rechazando la pretensión de Jesús que se había declarado “bajado del cielo”. Ahora “discuten entre sí”, preguntándose: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. No asocian este lenguaje a la comida del cordero pascual, para la realización del éxodo de liberación, y ellos mismos darán la respuesta, con el rechazo, la condena a muerte y la crucifixión de Jesús.

Él ofrece su carne y su sangre, acepta la muerte en una entrega extrema de amor, para abrir a la humanidad un camino de vida permanente según el Espíritu. Experimentando ese amor, asimilándolo como una comida: “mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”, los hombres podrán reproducirlo en sí mismos, repartiendo el pan y haciéndose pan repartido para la vida de todos. La imagen del cordero
pascual del antiguo éxodo, que alimenta con su carne para la salida de la
tierra de esclavitud, y salva con su sangre las casas del pueblo de Israel, se encuentra plenamente realizada y actualizada en Jesús.

En el lenguaje del evangelio de san Juan, se puede entrever claramente
la praxis sacramental de la comunidad: en la eucaristía la comunidad revive la experiencia pascual de Jesús y acoge el don del Espíritu, que la habilita y la compromete a realizar en su vida la misma entrega en el amor.

La intimidad de comunión entre Jesús y el Padre se extiende al discípulo que se identifica con Jesús: “Así como yo, que he sido enviado por el
Padre que tiene vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí”. De este alimento, recibirá la fuerza para realizar el nuevo éxodo de una plena humanización.                 Bernardino.

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