miércoles, 9 de octubre de 2013

De COLOMBIA, publicado en EL TIEMPO, de BOGOTA.-

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA.   PUBLICADO EN EL TIEMPO DE BOGOTÁ, COLOMBIA.-
BOGOTÁ (Uypress/El Tiempo — Por Oscar Elizalde) - Óscar Elizalde Prada, jefe de redacción de la revista Vida Nueva, docente e investigador de la Universidad de La Salle, escribe sobre cómo el Presidente José 'Pepe' Mujica ha logrado convertirse en 'profeta' gracias a su forma de ver el mundo.

Cuando el papa Francisco dio comienzo oficial a su ministerio como obispo de Roma, el 19 de marzo de 2013, alrededor de 250.000 personas se congregaron en la plaza de San Pedro. 132 países estuvieron representados en aquella memorable misa, incluyendo más de una treintena de jefes de Estado. Allí no estaba el presidente de la República Oriental de Uruguay, José "Pepe" Mujica, quien después explicó sus motivos: "no quisimos venir porque entendíamos que era una fiesta de la cristiandad católica y nosotros no somos creyentes, no somos practicantes. Nos pareció que era mucho mejor que viniera el señor vicepresidente, que es católico".

Sin embargo, unos meses después, Pepe Mujica, el presidente que "viene del sur", visitó a Jorge Mario Bergoglio, el papa que "vino del fin del mundo". De ese encuentro, Mujica comentó que "hablar con el Papa argentino es como hacerlo con un amigo del barrio", y sorprendió al reconocer "la importancia que para América representa la tradición cristiana y fundamentalmente la cristiana católica". Más aún, precisó que "a lo largo de muchos años, hemos encontrado sacerdotes en América Latina que han dedicado su vida a la lucha por la igualdad, la equidad, en un constante esfuerzo por mitigar el efecto de la diferencia social".

Sin lugar a dudas, en este punto, en lo social, Francisco y Mujica son amigos de barrio, de los que comparten un mate (tradicional infusión de yerba mate, propia del Cono Sur) sin importar que la yerba sea argentina y que el recipiente en el que se sirve (también llamado mate) sea uruguayo. Por otra parte, llama la atención que en sus palabras y sobre todo en sus acciones, ambos coinciden en ciertos hechos comunes: austeridad, coherencia, capacidad de renuncia a los privilegios que les otorga su "dignidad", opción por los más pobres, crítica al modelo de la civilización actual y, particularmente, al sistema económico.

Bajo el imperativo sagrado de la vida, Mujica ha denunciado en más de una oportunidad que vivir mejor no es tener más; que hemos creado una civilización hija del mercado y de la competencia; que pareciera que hemos nacido solo para consumir y consumir; que los viejos dioses inmateriales han sido sacrificados para dar paso al dios mercado; que el verdadero desarrollo humano está a favor y no en contra de la felicidad humana; que la gran crisis no es ecológica sino política, porque el hombre no gobierna las fuerzas que ha desatado; que la vigilancia electrónica no hace otra cosa que generar desconfianza; que la democracia del planeta está herida...

Sus denuncias no son abstractas ni etéreas. "¿Qué le pasaría a este planeta si los indios tuvieran la misma proporción de autos que tienen los alemanes, cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?", preguntó en la cumbre de Río+20. "Si la humanidad total aspira a vivir como un norteamericano medio, serían necesarios tres planetas", acaba de sentenciar ante la ONU.

Pero Pepe Mujica no sólo denuncia las idolatrías del dios dinero, del dios mercado y del dios consumo. También anuncia que para vivir hay que tener libertad y para tener libertad hay que tener tiempo; que la única adición recomendable es la del amor; que nada se compara frente al valor de compartir la vida con los amigos y con la familia; que cuando se lucha por el medio ambiente, el primer elemento del medio ambiente se llama la felicidad humana; que es necesario formular y poner en marcha políticas colectivas a favor del ser humano; que el hombre debe gobernarse a sí mismo...

Como si fuera poco Mujica está decididamente comprometido con la construcción de la paz, y más concretamente, con la paz de Colombia. Ha dicho que "en América Latina, en este momento, no existe cosa más sagrada que respaldar el proceso de Colombia para que pueda encontrar el camino de la paz (...). Nada tiene tanto valor como la paz, la paz es porvenir". Él, que ha estado sentado en los dos extremos de la mesa -antes como guerrillero y ahora como mandatario-, sabe que la guerra es un sinsentido.

En una sociedad acostumbrada a los puritanismos y fascinada por los extremos de toda índole (derechas e izquierdas, buenos y malos, creyentes y no-creyentes), es más fácil señalar y juzgar al adversario, que dialogar y construir con él. Antes que presidente, Mujica es un hombre libre y sabio, convencido de que el valor sagrado de la vida, está por encima de cualquier diferencia ideológica y religiosa. Tanto así, que ningún "costo político" se equipara al sueño de la paz de un país, aunque no sea el propio.

Paradójicamente, Mujica reúne las características emblemáticas de un profeta bíblico: denuncia, anuncia y se compromete. ¿Puede ser profeta un ateo? Aunque no sea creyente ni practicante, creer en la vida y en la felicidad humana es motivo suficiente para considerar que Pepe Mujica es un ateo como Dios manda.

Publicado en El Tiempo de Colombia el 27 de setiembre de 2013.





--
         Marta Copello
Maestra, Lic. en Informática.
Master en Educación a Distancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Multimedia


PARTE 1

PARTE 2

Bielli - Bernada