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CREER
EN EL CIELO
En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos»,
quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida
eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.
Creer en el cielo es para mí resistirme a
aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño
paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento,
deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de
vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la
humanidad.
Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas
mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han
conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede
enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde
ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por
fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.
Creer en el cielo es para mí acercarme con
esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos
y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir
y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con
paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el
gozo de tu Señor.
No me resigno a que Dios sea para siempre un
«Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus
abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me
resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en
el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas
nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y
todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.
Un día podremos escuchar estas increíbles
palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le
daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así
saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.
José
Antonio Pagola www.grupobasesfys.blogspot.com
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