Conocemos a varios judíos que se encuentran entre los críticos más vehementes del Estado de Israel , incluyendo su propia existencia. Muchos judíos ortodoxos observan el Estado de Israel y dicen que esto no es lo que Dios les prometió. El movimiento sionista moviliza la imaginación judía divina con fines políticos terrenales, y esta es su mayor perversidad, de la que palestinos , musulmanes, israelíes y judíos son víctimas. Por supuesto, no son víctimas simétricamente, ya que los palestinos y los musulmanes se ven mucho más afectados. Lo cierto es que debemos ser conscientes de todo esto, porque este tipo de pensamiento nos permitirá construir otra realidad posible, en la que la paz entre israelíes y palestinos sea un horizonte concreto. La reflexión es parte de la entrevista brindada vía WhatsApp por el Profesor. La Dra. Silvia Ferabolli en el Instituto Humanitas Unisinos – IHU , anticipando aspectos que abordará en el evento de ideas del IHU del próximo jueves 27 de marzo, titulado Putin, Trump, Zelensky y Netanyahu: ¿el mundo al borde de la guerra total?
No quería Jesús que las gentes de Galilea sintieran a Dios como un rey, un señor o un juez. Él lo experimentaba como un padre increíblemente bueno. En la parábola del «padre bueno» les hizo ver cómo imaginaba él a Dios.
Dios es como un padre que no piensa en su propia herencia. Respeta las decisiones de sus hijos. No se ofende cuando uno de ellos le da por «muerto» y le pide su parte de la herencia.
Lo ve partir de casa con tristeza, pero nunca lo olvida. Aquel hijo siempre podrá volver a casa sin temor alguno. Cuando un día lo ve venir hambriento y humillado, el padre «se conmueve», pierde el control y corre al encuentro de su hijo.
Se olvida de su dignidad de «señor» de la familia, y lo abraza y besa efusivamente como una madre. Interrumpe su confesión para ahorrarle más humillaciones. Ya ha sufrido bastante. No necesita explicaciones para acogerlo como hijo. No le impone castigo alguno. No le exige un ritual de purificación. No parece sentir siquiera la necesidad de manifestarle su perdón. No hace falta. Nunca ha dejado de amarlo. Siempre ha buscado para él lo mejor.
Él mismo se preocupa de que su hijo se sienta de nuevo bien. Le regala el anillo de la casa y el mejor vestido. Ofrece una fiesta a todo el pueblo. Habrá banquete, música y baile. El hijo ha de conocer junto al padre la fiesta buena de la vida, no la diversión falsa que buscaba entre prostitutas paganas.
Así sentía Jesús a Dios y así lo repetiría también hoy a quienes viven lejos de él y comienzan a verse como «perdidos» en medio de la vida. Cualquier teología, predicación o catequesis que olvida esta parábola central de Jesús e impide experimentar a Dios como un Padre respetuoso y bueno, que acoge a sus hijos e hijas perdidos ofreciéndoles su perdón gratuito e incondicional, no proviene de Jesús ni transmite su Buena Noticia de Dios.
José Antonio Pagola