sábado, 25 de julio de 2015

NICARAGUA, reflexión de Arnaldo ZENTENO s.j.


    UN LIDERAZGO CARISMÁTICO Y LIBERADOR
En otras ocasiones hemos escrito sobre el liderazgo mediador del papa, que nos alienta en nuestra opción mediadora. Quiero elegir ahora algunos elementos de liderazgo relacionados entre sí, que he vuelto a percibir en este viaje del papa y en sus discursos y actuaciones, que pienso que nos pueden servir especialmente desde nuestra perspectiva de desarrollo conciliar.



Hay liderazgos autoritarios y liderazgos compartidos. Empiezo aclarando que el liderazgo de Francisco es liderazgo porque nos señala un camino que nos conecta con el camino de Jesús y nos impulsa a seguir en él; es compartido porque recoge nuestra acción comunitaria y la proyecta, requiriendo de nuestro concurso y aprendiendo con nosotros al tiempo que nos enseña. En este viaje, el papa se apoya en la gente sencilla, también en los enfermos y en los niños, reconoce la acción de los movimientos populares, les devuelve su palabra y se hace eco de sus búsquedas y empeños. Respeta a los gobernantes elegidos por el pueblo sin que eso le vuelva sumiso a toda actuación que puedan tener. Confía en las personas y en su búsqueda de la paz y la justicia, denuncia la corrupción como gangrena de un pueblo, sin que la Iglesia quede libre de su crítica; y previene contra riesgos que acechan a cualquier proyecto de cambio, sin afirmar que la Iglesia tenga la última palabra ni la posesión de
la plena verdad. Al mismo tiempo alienta al discipulado misionero.

Es el suyo un liderazgo carismático, no en el peor sentido devaluado que se le ha dado a esta palabra, sino en su sentido original. El sentido peyorativo de lo carismático alude a algo que anula el raciocinio y el análisis y nos deja sometidos a la pura emoción. También se ha hablado de caudillajes carismáticos con una connotación negativa refiriéndose a aquellos líderes que se atribuyen a sí mismos ser puestos en el gobierno de los pueblos por "la gracia de Dios". Sin embargo, aquí, a lo largo de esta reflexión,  quiero rescatar la mejor versión del adjetivo-sustantivo, porque la necesitamos en nuestro caminar como Iglesia. Parto de una experiencia previa y que es que carisma y liberación van de la mano y, por eso el liderazgo del papa apunta claramente caminos y actitudes de liberación.

En su discurso a los movimientos sociales, Francisco resaltó en positivo la necesidad que descubren de poner el énfasis en los procesos de cambio, ya que este énfasis es precisamente el que pueden orientar los cambios en positivo. La palabra "procesos" alude a cómo se camina juntos en una dirección,  revisando las actuaciones, las estrategias,  para que estén en coherencia con lo que buscamos, revisando, al mismo tiempo quiénes y cómo están participando en dichos procesos. En los procesos se aprende juntos, se revisa, se reorienta, se critica y se deconstruye para volver a construir. Otro estilo menos deseado sería poner el énfasis en los resultados que se esperan obtener, sin ver como se llega hasta ahí justificando medios inaceptables por un fín deseable;  o bien depositar una confianza ciega en líderes que no contaran con el pueblo, que se corrompieran, que fomentaran la división.  Que los pueblos aceptaran ciegamente liderazgos desde ideologías que no conectan con las rea
lidades de los excluidos, de los empobrecidos; o bien que pretendiendo representar a éstas, utilizaran a los pobres como bandera en liderazgos autoritarios que excluyen y que dividen a la población.

Otro aspecto que denota una comunicación carismática-liberadora en las palabras y gestos del papa -y de la que podemos aprender- es que pide perdón en vez de justificarse (por ejemplo, por los atropellos cometidos por la Iglesia y por otros poderes contra los pueblos originarios, en la mal llamada Conquista de América); acoge en vez de humillar (por ejemplo con el regalo del cristo crucificado en la hoz y el martillo, por parte del presidente de Bolivia); aprende con el pueblo y aprendiendo puede enseñar (por ejemplo, en el discurso a los movimientos sociales cuando reconoce los aciertos de los caminos que van emprendiendo no se sitúa con la última palabra ni se la cede a la Iglesia y sí se la reconoce a los protagonistas de los procesos, que son el pueblo que se pone en marcha); devuelve la confianza y empodera a quienes se sienten tan machacados por un sistema, o tan débiles, o tan ignorantes, o tan decepcionados que ya no se consideran con capacidad para ser agentes de cam
bio ("¿Qué puedo hacer yo, cartonero, (…) pescador (…). ¡Mucho! Ustedes pueden hacer mucho") Así, el que acoge, es acogido; el que aprende de todos puede enseñar; el que reconoce y legitima, es reconocido y legitimado. Su comunicación es eficaz, genera paz, invita al perdón y a la reconciliación y promueve el sentimiento de unidad profunda de quienes les escuchan. Sin nombrar mucho a Jesús, a Dios o al Espíritu los hace presentes a cada instante, pero si alguien no se reconoce en este lenguaje, no por ello deja de ser reconocido su aporte ni se corta la comunicación profunda. "Les pido que recen por mi; y si alguno no puede rezar, le pido que me piensen bien o que me manden buena onda"

También quiero resaltar el aspecto de denuncia profética, que es imprescindible en el carisma liberador. "La corrupción es la gangrena de un pueblo" dice en Paraguay. Y mira a los gobernantes, pero también mira y alude en otros momentos al pueblo y a los partidos que quieren representarlo. Porque la corrupción tiene muchas direcciones y las tentaciones vienen de muchos lugares. El dinero corrompe, las prebendas asociadas al poder corrompen, pero también ciertas condiciones que grupos de presión pueden imponer a los gobiernos corrompen, por la necesidad de estos de lograr votos aunque tengan que aceptar leyes injustas. Entonces la responsabilidad de no corromperse y de buscar en autenticidad y con honestidad afecta a todos los ciudadanos, no con el mismo grado de responsabilidad, pero si con una corresponsabilidad compartida. También la Iglesia se lleva su parte "Yo les bendigo sin cobrar", dice, en clara alusión a ese clero que se deja llevar por la simonía y se hace opulento
  y carrerista. Porque una iglesia que no es autocrítica, desde su propia necesidad de conversión al carisma de Jesús, en fidelidad al Espíritu, no resulta creíble.

Francisco es un pastor carismático, porque, esa intuición acerca de lo que Dios quiere para nosotros y para el mundo, nos la reconecta con sus palabras y sus gestos y se deja guiar por el carisma de Jesús. El carisma no es algo que él se atribuya, ni que anule nuestra capacidad de análisis de la realidad, o que nos haga caer en una suerte de papolatría, ya que previamente se ha encargado de desacralizar el papado. Sencillamente, es que, con su presencia, se puede sentir la acción de Espíritu en la asamblea; y, por ello, es una acción sanadora, que libera a las personas y a los proyectos, e ilumina el análisis de la realidad, EN EL VER, EN EL PENSAR Y EN EL ACTUAR.  Esta acción conecta el alma con la política, le devuelve su impulso originario que es un impulso liberador contando con los pobres y excluidos como sujetos activos y protagonistas de los procesos de cambio y que incluye a la madre-hermana tierra de la cual hacemos parte. Cuando esto falta, los proyectos se vuelven
personalistas, partidistas, se cae en el activismo estéril, o manipulador de los pobres, al servicio de intereses que no son la causa propia de su liberación, Por eso, podemos decir que el del papa es también un liderazgo que conecta con la liberación.

De hecho, se dice que oyendo a este papa y muy en particular en este viaje, pero también en la encíclica Laudato Si, parece que estemos escuchando a un apóstol o teólogo de la mejor escuela de la teología de la Liberación. Y ¿por qué no? ¿Se puede conciliar carismático con liberador? Yo diría que son términos inseparables. Los dones y carismas del Espíritu a los que uno debe ser dócil para que se revelen, el carisma de Jesús, el de Francisco de Asís, están ahí presentes, en las palabras del papa. Carisma y procesos de liberación han de ir de la mano. Si el Espíritu no nos impulsa, ¿qué es lo que nos mueve a ponernos en camino con otros y guía nuestro caminar? Al mismo tiempo, si esperamos que esa liberación, ese rescate de una tierra para los pobres y una tierra madre-hermana liberada nos caigan del cielo, sin comprometernos en la transformación de las realidades y anulando nuestra capacidad de análisis, estaremos cayendo en un espiritualismo desencarnado, que poco tiene que
ver con lo que nos mostró Jesús en su paso por la tierra. Los énfasis y las sensibilidades pueden ser diferentes porque somos distintos en nuestra personalidad, en nuestra historia, en nuestra manera más genuina de contactar con las realidades… Por eso, nos necesitamos tanto unos a otros, para enriquecernos caminando unidos en nuestra diversidad, en fidelidad al Espíritu. Y Francisco - no con un discurso, sino con toda su actuación y presencia- nos está mostrando camino.

Podría acabar aquí. Sin embargo y, atendiendo a nuestro carisma de mediación quiero  hacer una mención especial y reflexionar sobre un tema que se que ha suscitado mucha polémica y que en algunos ha podido ser signo de contradicción o que no han podido entender. Considérese un apéndice. Se trata, en concreto, del regalo del Jesús crucificado en una hoz y un martillo, por parte de Evo Morales; y que si bien, tal vez provocó algo de estupor en el papa- por lo inusual e inesperado- se transformó en acogida e interpretación positiva del símbolo. El portavoz del vaticano, Lombardi, explicó que el papa no se había sentido incómodo. El portador del presente aclaró que esa imagen había sido diseñada por un sacerdote jesuita español, Luis Espinal, que fue preso torturado y asesinado por paramilitares de extrema derecha bolivianos.

Aún así, muchos se han escandalizado o han pensado que era una blandenguería del papa no rechazar - ofendido- el presente. Queremos hacer una reflexión. El problema no son los símbolos sino la interpretación que les damos. Una hoz y un martillo han podido ser símbolo de regímenes ateos, autoritarios. Pero también pueden ser el símbolo de la unión de dos realidades crucificadas que buscan su liberación: los trabajadores, los pobres y excluidos del campo y de la industria, los sin tierra, los parados… y el cristo crucificado en ellos da testimonio de su identificación y su presencia en el pueblo sufriente y sus procesos de liberación. Ampliando las representaciones, rescatamos el símbolo y no lo dejamos solo en unas manos. Al añadir la presencia de Jesús en los símbolos tradicionalmente socialistas o comunistas, damos también la oportunidad de reconocerse en él a personas que militan en partidos de tradición socialista o comunista, pero creen o quieren descubrir algo en el proy
ecto de Jesús. Pasaron los tiempos de las identidades excluyentes. Hoy sabemos que se puede ser de izquierdas y cristiano al mismo tiempo. Lo que no se puede ser es corrupto y opresor impenitente y cristiano. ¡Durante cuantos siglos hemos visto cruces de oro, platino y piedras preciosas, materiales manchados de sangre y explotación y no nos hemos escandalizado! Por ello, bienvenido sea - sin sacralizaciones de ningún tipo- un nuevo símbolo genuino que ayuda a tender puentes entre realidades que en tiempos pasados parecían excluyentes y que ya algunos en las últimas décadas trataban de reconciliar.

--------------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Multimedia


PARTE 1

PARTE 2

Bielli - Bernada