4.5 Un nuevo lugar para la mujer en la Iglesia y en la sociedad
126. La escucha del Pueblo de Dios, en el Espíritu, trajo a la luz la trayectoria y
la voz de las mujeres que claman por un nuevo lugar en la sociedad y en la
Iglesia: “en esta hora de América Latina y El Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas
de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus
vidas” (SN, p. 95). Desafortunadamente en la sociedad persiste la desigualdad de género “en ámbitos laborales, sociales y políticos y en definitiva, hay
que erradicarlos” (SN, p. 19). La categoría ‘género’ a la cual se hace alusión
en varias citas que aparecen en la escucha, se refiere al modo en el cual se
vive en cada cultura la diferencia entre los sexos23. En la Iglesia, “aún existe
la desigualdad de género por el machismo, la falta de escucha y de empoderamiento de la mujer” (SN, p. 18). No siempre se reconoce que “la mujer
juega un rol preponderante en el desarrollo de toda comunidad, sociedad y
de la Iglesia, porque es comunicadora, promotora, fuerza, madre y profesio23 Ibídem, No. 11.
71
Documento para el discernimiento comunitario
nal” (SN, p. 18). Sin embargo, a menudo “es deshumanizada, discriminada y
excluida, situación que se vio se incrementada con la pandemia” (SN, p. 18).
No se puede olvidar que “la verdadera Iglesia de Jesucristo será aquella que
reconozca en plenitud el trabajo de las mujeres, y así contribuya también
como institución social, a un mundo sin misoginia” (SN, p.95)
4.5.1 Lo que más duele
127. En el ámbito social, lo que más duele es “la exclusión, la discriminación e
inequidades” (SN, p. 92), fruto de la “opresión estructural con un machismo
encubierto en la sociedad” (SN, p. 92), que se expresa en “violencias generalizadas contra las mujeres —intrafamiliar, sexual, económica, patrimonial,
abuso y violencia sexual feminicidio, prostitución, la trata de personas, etc.,
en todas las clases sociales” (SN, p. 92). Desafortunadamente “algunas mujeres asumen esta marginación o rechazo como algo normal, o la minimizan,
la naturalizan” (SN, p. 92). Frente a ello precisamos “ser una Iglesia que
denuncie las injusticias, la explotación de mujeres, la violación y vulneración
de los derechos humanos” (SN, p. 94).
128. En el ámbito eclesial, “algunas autoridades, no pocos casos, son conservadoras, machistas y clericalistas” (SN, p. 92), dificultando “el acceso de las mujeres
a roles de liderazgo o dirección en una Iglesia dominada por varones, cuando
ellas son la gran mayoría del pueblo de Dios, de las misioneras, religiosas,
etc.” (SN, p. 92). Si la Iglesia “margina al laicado en general, aun más a la
mujer” (SN, p. 92). Es el caso de “diversas congregaciones religiosas relegadas
a labores de servicio doméstico a los hombres, supeditadas al sacerdote o diacono permanente” (SN, p. 92). Históricamente “la voz de las religiosas a veces
ha sido ignorada (minimizada)” (SN, p. 92), sin el debido “reconocimiento y
apoyo al fuerte trabajo catequístico y educativo evangelizador” (SN, p. 92),
que desempeñan. Sigue presente en muchos espacios eclesiales, “una teología patriarcal, que no es liberadora, que no considera el pensamiento de la
mujer y no se ha adaptado a la nueva realidad” (SN, p. 92). Asimismo, “no se
abre seriamente la reflexión sobre la posibilidad de recepción de ministerios
ordenados a las mujeres, cuando la Iglesia está poblada mayoritariamente
por mujeres” (SN, p. 92). Indican que “duele que la mujer no pueda votar en
algunas de las estructuras formales de la Iglesia” (SN, p. 92).
72
Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe
4.5.2 Lo que nos da esperanza
129. En el ámbito social, lo que nos da esperanza es “el empoderamiento de la
mujer, ocupando lugares de mayor participación y liderazgo como trabajadoras, en los gobiernos y movimientos sociales, así como sosteniendo la familia, dando fortaleza y estabilidad a su hogar” (SN, p. 92). Afortunadamente,
hay “la conciencia creciente del rol de la mujer en la sociedad” (SN, p. 92),
que se traduce en “el aumento de su participación en las diversas esferas de
la vida social” (SN, p. 92), por “la implementación de nuevas leyes a favor de
su inclusión, como los avances en igualdad salarial” (SN, p. 92). Sobresalen
“las búsquedas y luchas compartidas, en el movimiento de mujeres urbanas y campesinas, filósofas, teólogas, políticas, parándose y defendiendo su
independencia, su identidad y sus derechos” (SN, p. 36). En resumen, es
alentador “el compromiso de las mujeres a pesar de sus heridas y de su invisibilização” (SN, p. 92).
130. En el ámbito eclesial lo que nos da esperanza es, por un lado, “la gran fuerza,
participación e interés de las mujeres para sacar adelante a la Iglesia” (SN, p.
92), y, por otro, “los avances en su inclusión real y paritaria como prójimos
y protagonistas” (SN, p. 92). En muchas espacios eclesiales hay “respeto e
igualdad de opciones en relación a los sacerdotes y obispos” (SN, p. 92), con
“participación de mujeres en instancias eclesiales, como dar la comunión,
leer el Evangelio, animar retiros, conversatorios, catequesis, trabajo pastoral
y muchos otros ministerios” (SN, p. 92). Hay “presencia y participación de
las mujeres en movimientos feministas en la vida de la Iglesia o articulados
a ella” (SN, p. 92). Merecen destaque “las actividades, esfuerzos y trabajo
desde la pastoral de mujeres, congregaciones, grupos de mujeres laicas y
laicos, que ofrecen programas de atención integral para atender a mujeres,
y adolescentes que han sufrido violencia sexual, física, psicológica, exclusión
o discriminación. Las pastorales sociales y los grupos de Cáritas también
atienden a mujeres, niños, niñas, adolescentes y personas adultas que han
vivido violencia física, social, sexual y psicológica” (SN, p. 33).
4.5.3 Lo más ausente
131. Se constata que lo más ausente es el “apoyo, orientación, formación y fortalecimiento espiritual” (SN, p. 93) a las mujeres “en sus distintos roles y
ámbitos donde se desempeñan” (SN, p. 93). Podría haber mayor “fomento y
organización de pequeñas comunidades de base para el crecimiento y promoción de mujeres” (SN, p.93) en las cuales, “desde la Palabra, compartan
la vida y su historia” (SN, p. 93). Si por un lado, “en el territorio latinoamericano y caribeño hay mucha participación de mujeres como catequistas, u
otros servicios para la comunidad” (SN, p. 96), por otro lado, “falta que sean
incluidas en los consejos donde se definen las decisiones a nivel parroquial,
diocesano, nacional y mundial” (SN, p. 96).
4.5.4 Lo más presente
132. No se puede ignorar que las mujeres conforman “la mayoría de los participantes activos en las comunidades eclesiales” (SN, p. 93) y “tienen amplia
participación en la vida y quehacer de la Iglesia” (SN, p. 93), pues “son mayoría en los movimientos, en las actividades pastorales” (SN, p. 93). Sin embargo, “no se ha dado la igualdad de oportunidades y derechos” (SN, p. 93),
a pesar de que “son las que más se entregan en el trabajo pastoral de evangelización” (SN, p. 93). Aún no se les “permite que accedan a ministerios
ordenados”, permaneciendo “excluida de los ámbitos de decisiones, tanto
eclesiales como sociales” (SN, p. 93).
133. Permanece subyacente “un sistema que genera creciente desigualdad y reproduce una ideología patriarcal, que termina por oprimir a las mujeres”
(SN, p. 93). En el fondo, falta a la mujer “mayor educación para cambiar el
paradigma de sí misma y de su aporte a la sociedad y a la Iglesia. Cuando
esto sucede, cría a sus hijos e hijas en igualdad de trato, de relaciones y de
participación en la vida de la familia” (SN, p. 93).
74
Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe
4.5.5 Propuestas
134. Todos y todas precisan sentirse interpelados frente al gran “desafío de la
plena participación de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia” (SN, p. 93).
En el ámbito social, se hace urgente “incluir a las mujeres en el desarrollo
económico del país y buscar la equidad de género” (SN, p. 94), así como
“fortalecer los derechos de las mujeres a través del trabajo en red, en equipo” (SN, p. 94), lo que implica una “comprensión amplia y abierta de las
realidades de la familia, que permita abarcar a todos/as, especialmente a las
mujeres, en su aporte cualitativo y cuantitativo que juega en ellas” (SN, p.
94). Para eso, es importante “fomentar y auspiciar escuelas de liderazgo de
jóvenes y mujeres en política y derechos con enfoque étnico, generacional
y de clase” (SN, p. 94), promoviendo “la formación de una conciencia de
sujetos de derecho, de dignidad y experiencias, para dar a las mujeres una
justa participación en la toma de decisiones en la Iglesia y en el ejercicio de
su ciudadanía” (SN, p. 94). Es urgente que “en la Iglesia y en la sociedad se
aceleren los pasos para el reconocimiento de las capacidades de liderazgo de
las mujeres y su incorporación en su vida en los diferentes niveles institucionales y decisionales” (SN, p. 94).
135. En el ámbito eclesial hay que empezar por “fomentar el protagonismo de
laicos, especialmente de las mujeres, caminar hacia una Iglesia sinodal, y
menos patriarcal en los sitios donde esto sigue muy presente” (SN, p. 94). Es
necesario “incluir como eje transversal de toda pastoral la perspectiva de
equidad de género y el eje del trabajo de las mujeres en sus diferentes ámbitos, para buscar mayor igualdad y la promoción de las mujeres” (SN, p. 94).
Ayudaría mucho organizar “la pastoral de la mujer, con el fin de acompañar
diversas mesas de equidad de género y fortalecer proyectos productivos y
acompañamiento a mujeres campesinas, afrodescendientes, indígenas y gitanas” (SN, p. 94). Eso implica “tener líneas pastorales conjuntas más fuertes
para el acompañamiento de las mujeres” (SN, p. 94), sobre todo “valorar la
riqueza de la visión de las mujeres en la toma de decisiones en la vida pastoral, como ejemplo de inclusión y justicia” (SN, p. 94).
136. Urge “incorporar a las mujeres en los cargos decisorios de la Iglesia” (SN, p.
94), así como “pedir cambios en el derecho canónico y en la estructura eclesial
75
Documento para el discernimiento comunitario
para que las mujeres asuman ministerios eclesiales” (SN, p. 94). Es hora de “reflexionar en serio y abrirse a la posibilidad de ministerios ordenados para las
mujeres, al servicio de la Iglesia de los pobres” (SN, p. 94). Propiciar a ellas una
formación teológica es un deber de la Iglesia y un derecho de las mujeres en
ella. Importante es también “trabajar de manera más fuerte en la prevención de
abusos, violencias y también ofrecer acompañamiento profesional a las mujeres
abusadas, sin tapar casos, sin juzgar, sin aislar, sino acompañar” (SN, p. 94).
137. Para concluir, apenas dos perlas oriundas del proceso de escucha: “la ausencia de las mujeres en los ámbitos de decisión y en los ministerios, enlentece
los necesarios cambios en la Iglesia, la renovación de su estructura”; “incluir
a las mujeres de una vez por todas en la liturgia, en la toma de decisiones, en
la gestión de la teología, es decir, en el gobierno de la Iglesia y sus comunidades con igualdad de derechos y obligaciones” (SN, p. 95).
Preguntas para la reflexión:
• ¿Que expresiones del patriarcalismo y del machismo precisan ser superadas en
la sociedad?
• ¿Que cambios se necesitan en la Iglesia para que se dé el protagonismo de la
mujer en la evangelización como propone Aparecida?
4.6 El clericalismo, obstáculo para una Iglesia sinodal
138. El eco de lo que evidencia la escucha, ubica a la Iglesia de cara a la necesaria
conversión, al paso de una Iglesia clerical a una sinodal, en la que ninguna
burocracia, auto-suficiencia, ni abuso de poder le haga sombra a la acción
del Espíritu que convoca a la unidad desde la consciencia de la diversidad
de vocaciones y de la dignidad común de la que todos somos portadores por
el Bautismo, pues en el Bautismo todos hemos recibido el Espíritu.
139. El Papa Francisco reiterativamente invita a pasar de una Iglesia clerical a
una Iglesia sinodal: “[…] es imposible imaginar una conversión del accionar
eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios.