YO
CREO, ¿Y TÚ?
Este Evangelio me
conmueve profundamente, y después de la pandemia del covid19 más aún.
Mi hermana Bárbara,
tenía 43 años, un hijito lindo de 15 y su compañero de vida; se contagió un
jueves, la internaron un domingo, a fines de agosto de 2020, en Brasil, Itajaí,
en Santa Catarina, dónde vivían con mi madre también, y nunca volvió a casa.
A los pocos días ya
estaba grave en CTI, intubada y demás, fue entonces que la familia decidió que
nos reuniéramos por zoom cada día a las 20 horas para orar y pedir por su
sanación.
Hecho que no ocurrió. Después
de 40 días en esa situación, falleció el 3 de octubre.
¿Pero qué ocurrió
entonces?
Como somos muchos los
integrantes, hay de todas las religiones, espiritistas de Alan Kardek,
budistas, umbandistas, evangélicos y católicos (no praticantes) y yo.
Naturalmente cada uno empezó a traer su oración a “su dios” , al principio yo
rechazaba en mi interior la eficacia de esas oraciones, aunque acompañaba, pero
empecé a percibir el amor que circulaba entre nosotros, pidiendo por ella, y
sin darme cuenta empecé a aceptar que todo se elevaba a un mismo Dios.
Un día se me ocurrió traer la Biblia, leí un pasaje e hice una reflexión y di pie a la oración con esa
Palabra, simultaneamente comenzaron a traer sus Biblias al encuentro y a pedirme que
les predicara alguna Palabra y así hice, pero hubo un día en que leí la
resurrección de Lázaro, y fue muy fuerte para todos; todos se pararon, cada
uno en donde se encontraba y empezaron a empujar la roca del sepulcro, para que
saliera Bárbara al llamado de Jesús, y lo hicimos durante varios días,
empujábamos con mucha fuerza esa roca…. Pero Bárbara no salió hacia nosotros,
sino que fue hacia Jesús y la vida eterna.
El resultado aparente
era el fracaso. El llanto. La tristeza. La no aceptación del desenlace, etc. No
hubo más zoom y cada uno se fue con su dolor.
Algún tiempo después,
empecé a ver lo bueno que nos había dejado esa experiencia.
A mi me abrió la cabeza
y el corazón, logré aceptar a todos de verdad, el saber que no somos los dueños
de la verdad y por más que predicara, y leyéramos la Biblia, y empujáramos la
roca, ella murió.
Otros encontraron fe en
el dolor. Otros el leer la Biblia, orar. Y todos se unieron, aunque había
diferencias, la familia quedó unida.
Esa experiencia me
enseño a aceptar la voluntad de Dios cuando no coincide con la nuestra, aunque
sea bueno lo que pedimos. , A aceptar que no conocemos los planes de amor de Dios
para nosotros.
Seguir a Jesús significa aceptar todo eso y
más, y no dejar de pedir, porque Jesús se solidariza con nosotros, sufre con
nosotros, y saca un bien de todo mal.
El milagro es seguir creyendo
cada día. Creer a pesar de las circunstancias. Contar con el consuelo y el
apoyo de los que nos rodean, como los judíos que consolaban a Marta y a María.
Creer en la resurrección, aunque aún no la podemos ver con nuestros ojos
humanos, solo desde la fe.
Jesús
le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
Yo creo eso que dijo
Jesús, ¿y tú?
Madilene.
Leí las notas como novedad dado que en aquellos tiempos no integrabamos el grupo.
Me parece bueno periódicamente ver el camino recorrido y perdón a Antonio Machado, por aquello de "caminante no hay camino, se hace camino al andar". No es volver la vista atrás, sino acordarse de lo vivido y repasar lo dicho, evaluar la presencia de la comunidad en su permanente misión en el "aggionamento" de nuestra Iglesia. Eso sí, recordar para seguir con nuestra predica del "volver a Jesús"