Por: Juan José Tamayo]
El 10 de junio pasado la Congregación para la Educación Católica hizo público un documento titulado “Varón y hembra los creó”. Para una vía de diálogo sobe la cuestión del gender (género) en la educación1, en el que se sumaba a las condenas contra la “ideología de género” que vienen haciendo al unísono, en cómplice alianza y plena sintonía, los partidos políticos de la derecha y de la extrema derecha, la mayoría de los obispos católicos del mundo –incluidos los españoles, quizá los más radicales- las organizaciones educativas católicas, las organizaciones Provida y un amplio sector de “los evangélicos”, preferentemente en América Latina.
No deja de ser llamativa la coincidencia de sectores y colectivos con intereses tan aparentemente diferentes –¿o no lo son tanto?-. Llama asimismo la atención la falta de creatividad en la argumentación y la repetición mimética de los eslóganes que vienen produciéndose en las últimas décadas sin asomo alguno de originalidad. Tratándose de una institución del más alto nivel eclesiástico como es la Congregación romana para la Educación Católica, máximo órgano del Vaticano en esta materia, sorprende la pobreza de sus argumentos. Todo en el documento es previsible. No hay nada nuevo que no hayan dicho las instancias religiosas y políticas del arco conservador.
El tono no puede ser más alarmista y destructivo desde el principio. En lo concerniente a la afectividad y a la sexualidad el documento asevera que nos encontramos ante “una verdadera y propia emergencia educativa” y critica aquellos caminos educativos que reflejan “una antropología contraria a la fe (cristiana se entiende) y a la justa razón”. El juicio no puede ser más descalificador, y ello apelando a la fe y a la razón, como si la Congregación romana tuviera el monopolio de ambas instancias, cuando no es así. Ciertamente no lo tiene en el terreno de la razón, que a lo largo de la Modernidad europea se independizó de la religión. Pero tampoco en el de la fe cristiana, que implica plurales y divergentes interpretaciones, todas ellas respetables.
El documento responsabiliza a la “ideología de género” de contribuir a desestabilizar la familia, vaciarla de su fundamento antropológico, cancelar la diferencia sexual y la reciprocidad natural entre el hombre y la mujer, y conducir a proyectos educativos que promueven una intimidad afectiva desvinculada de la diversidad biológica. Hace un planteamiento de la sexualidad y de la afectividad sesgadamente biologicista. Sitúa a la sexualidad en el centro como elemento básico configurador y constitutivo de la personalidad, al tiempo que presenta la diversidad sexual hombre-mujer aneja a la complementariedad de los dos sexos.
Me parece objetable desde todos los puntos de vista la distinción, e incluso la contraposición, que establece entre la ideología de género y las investigaciones sobre el género. Resulta científicamente indefendible, pedagógicamente desorientadora y teóricamente falsa tal dicotomía en la que la “ideología de género” es presentada como la imposición de un pensamiento único que determina y la educación de los niños, mientras que considera las investigaciones sobre el género la forma de vivir la diferencia sexual entre hombre y mujer en las diferentes culturas. En realidad, teoría de género e investigaciones sobre el género son inseparables. Más aún, estas constituyen el fundamento científico de aquella.
Tras las gruesas e infundadas descalificaciones de la “ideología de género” resulta poco creíble la metodología que propone el documento en el diálogo sobre el gender, articulada en torno a las actitudes de “escuchar, razonar y proponer” para favorecer el encuentro, ya que el contenido del documento constituye una negación de dicha metodología. No favorece el encuentro, sino que cierra toda posibilidad del mismo, ya que se orienta a “una educación cristiana arraigada en la fe que, a juicio del documento romano, “todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre”. Dentro de este planteamiento tan totalizante y excluyente no hay posibilidad alguna de diálogo y menos aún de encuentro.
El tono y el contenido del texto vaticano más que de diálogo me parecen de polémica, más que de análisis sereno es alarmista, más que de crítica constructiva es de rechazo, más que de cuestionamiento, como era de esperar, parte de presupuestos patriarcales y de prejuicios androcéntricos.
Con todo, yo valoro positivamente la propuesta del documento de “una educación de niños y jóvenes que respete a cada persona en su particular y diferente condición, de modo que nadie, debido a sus condiciones personales (discapacidad, origen, religión, tendencias afectivas, etc.) pueda convertirse en objeto de acoso, violencia, insultos y discriminación injusta”. Ahora bien, el respeto en este terreno empieza por reconocer el carácter científico de la teoría de género y no descalificarla de entrada con la expresión “ideología de género”, como hace sistemáticamente el texto vaticano.
Notas
1. Cf. Congregación para la Educación Católica, “Varón y hembra los creó”. Para una vía de diálogo sobe la cuestión del gender (género) en la educaciónCiudad del Vaticano, mayo 2019.
Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es Un proyecto de Iglesia para el futuro en España (San Pablo, Madrid, 2019)