Entrevista a Lucetta Scaraffia, ex directora de la revista vaticana que denunció abusos a monjas BARCELONA 06/11/2019
“Hombre y mujer los creó”: la guía transfóbica del Vaticano sobre el debate de género en las
Lucetta Scaraffia dirigió durante siete años ‘Donne, Chiesa, Mondo’ (mujeres, Iglesia, mundo), la revista que se publica encartada con el diario oficial de la Santa Sede, hasta que en febrero publicó un artículo sobre los abusos sexuales que sufren las monjas por parte de los curas. Desde entonces, asegura, el Vaticano le hizo la vida imposible y decidió dimitir, conjuntamente con todo su equipo de redacción. Ahora, sin embargo, se propone crear una asociación para continuar denunciando los abusos a los que son sometidas las religiosas.
¿Por qué está tan segura de que las monjas sufren abusos sexuales?
Basé mi artículo en el testimonio de al menos una veintena de religiosas que enviaron cartas a nuestra revista durante los últimos tres años contando su experiencia. También hablé con mujeres que trabajan en el dicasterio vaticano implicado en este tema y me confirmaron que la Santa Sede ha recibido muchísimas denuncias de este tipo venidas de religiosas y no han contestado ninguna. Hace años que no responden. Hacen ver que no han recibido nada.
Qué decían las cartas que recibió?
Eran de religiosas de diferentes partes del mundo que explicaban que las obligaban a mantener estas relaciones, que en alguna ocasión incluso se habían quedado embarazadas y que el sacerdote o el obispo les había facilitado un contacto y dinero para poder abortar. También decían que su situación era terrible, que no podían aguantar más y que era necesario que alguien levantara la voz. Hablé con un superior del Vaticano para intentar buscar una solución, y me contestó que aquello de lo que hablaban aquellas monjas no eran abusos sino relaciones románticas. Su respuesta me enfureció tanto que decidí escribir el artículo.
¿Cuál fue la reacción del Vaticano cuando el publicó?
Nada. El Vaticano nunca reacciona. Sólo el Papa se vio obligado a pronunciarse cuando los periodistas le preguntaron por este tema. Dijo que el Vaticano está trabajando para buscar una solución. Las que sí reaccionaron fueron las monjas: nos enviaron decenas de cartas e incluso ramos de flores como agradecimiento por el artículo.
Por qué las monjas que sufren abusos sexuales no lo denuncian a la justicia civil?
La justicia civil en lugares como África o Asia se cree antes la palabra de un obispo o de un sacerdote que la de una monja pobre y analfabeta.
Pero esto no ocurre en los países occidentales, y aquí las monjas tampoco recurren a los tribunales civiles.
Si lo denuncian, están obligadas a dejar de ser monjas. Y eso no es tan fácil, porque si dejan la congregación no tienen ningún trabajo y muchas tampoco tienen ningún lugar donde vivir.
Mientras son monjas cobran un sueldo?
Depende de la situación, pero la mayoría no. Viven en el convento, comen y hacen algún trabajo. Además, la congregación los suele presionar para que no denuncien. Todas las congregaciones de monjas deben pedir permiso al obispo para cualquier iniciativa que quieran llevar a cabo. Por lo tanto, conviene evitar los escándalos y tener una buena relación con el obispo para que no les haga la vida imposible.
Entonces los obispos no están informados de estos abusos?
Por supuesto que están informados, pero hacen los remolón. Dicen “No lo sabía!” o aseguran que las monjas mantienen estas relaciones por voluntad propia a cambio de dinero para, por ejemplo, financiarse la compra de un ordenador.
Como si fueran prostitutas.
Sí, es gravísimo, y además, planteándose de esta manera, parece que la culpa sea de las mismas monjas.
El año pasado su revista publicó otro artículo que denunciaba que las monjas hacen de sirvientas de los sacerdotes.
Exactamente, lavan la ropa, preparan la comida y limpian la casa a los sacerdotes, obispos y cardenales. Y todo ello sin cobrar nada.
Y el Papa quien le lava la sotana blanca?
Las monjas también se lo lavan y se lo planchan, y además le preparan las comidas.
Entonces el Papa contribuye a este sistema.
Es un poco diferente, porque estas monjas no son sus trabajadoras domésticas personales, sino que trabajan en la residencia donde él se aloja. Además, Francisco menudo comparte mesa con ellas.
O sea, es una excepción.
Sí, en cierto modo. Aunque también cabe preguntarse si tiene sentido que tener una vocación religiosa suponga acabar haciendo de sirvienta.
Como se puede cambiar esta situación?
Todas las religiosas deberían decir basta, romper el silencio y exigir vivir su vocación.
Esto suena muy utópico.
Nosotros lo hicimos en la revista, rompimos el silencio. Después nos obligaron a marchar, pero ganamos una batalla y ahora la lucha continúa.
HERMANAS, ¡LEVANTAOS! Mª TERESA SÁNCHEZ CARMONA
de evangelizadorasdelosapostoles
ECLESALIA, 10/06/19.- Todo gran camino empieza con un paso. Y para darlo resulta imprescindible ponerse en pie. Tomar conciencia de uno mismo, de la presencia y la potencialidad. De la propia dignidad. El oído se abre, la mirada se aclara, el corazón comprende, el cuerpo se yergue, la vida se reinicia: talitá cumi.
Por desgracia, estamos lejos de que las mujeres reciban tal invitación dentro de la Iglesia. La misma que, curiosamente, sigue al Jesús que lloraba con Marta y María, que permitía a una mujer besar y lavar sus pies, que desveló a María de Magdala un amor mayor. Veintiún siglos después las mujeres siguen siendo elegidas: para arreglar las flores del altar, dirigir los cantos en misa, coordinar las catequesis o limpiar la casa del cura. Ah, sí, el Papa también ha elegido a cuatro mujeres como consultoras del Sínodo. Curiosa estoy de ver si les dan la voz cantante o de coristas.
¿Y por qué se permite y legitima marginar a la mujer, considerándola incapaz de realizar las mismas tareas que los hombres? Ellos dicen:
Jesús pudo haber elegido mujeres y no lo hizo. Si en pleno siglo XXI seguimos utilizando el masculino genérico para hablar de ambos sexos, ¿qué podemos esperar de quienes escribieron el Nuevo Testamento?, ¿no es evidente que la mujer ha sido sistemáticamente relegada al anonimato? Si ahora no reconocéis su dignidad, ¿pensáis que iban a hacerlo los primeros cristianos? Hablan de discípulos, claro. Testigos, por supuesto. ¿Mujeres? sin duda. Mujeres fuertes que, en un mundo de hombres, cambiaron la historia y aparecen en la Biblia. Lástima que no escaparan del filtro machista que reduce su papel y lo (a)sexualiza: Eva tentadora, Judith atractiva, María virgen, Magdalena prostituta.
Hombres y mujeres cumplen diferentes roles en la Iglesia. Mi argumento preferido, por retrógrado. Algo así como “hombre sale a cazar, mujer cuida el fuego”. Por suerte, la misión es una: proclamar que la Buena Noticia es para todos. Uno el mandamiento: “Amaos los unos a los otros”. Pero muchos, sí, los dones del Espíritu. Esos cambian de persona a persona, pero no en razón de su sexo sino por el Misterio que nos habita: hijos de un mismo Dios. Hermanos/as. Sin distinción ni categorías.
Asumiendo que no hay conciencia ni interés por retribuir a la mujer el papel que le corresponde en la Iglesia, me pregunto: ¿por qué lo permiten ellas?
Y aquí dirijo mi apelo a mis hermanas (mujeres de Dios, monjas, consagradas; personas que creen en una comunidad igualitaria). A vosotras os pregunto: ¿por qué no presidís la Eucaristía este domingo? ¿De quién esperáis “el permiso”, de Dios o de los hombres? ¿Os prohibiría Jesús reuniros en su nombre, proclamar la Palabra, bendecir el Pan y repartirlo? ¿Hace falta revestir la consagración de algo más que de fe y entrega? ¿Hay un componente “mágico” que os impide a vosotras hacerlo?
Quizá ha llegado el momento de abandonar esta espera pasiva, ponernos en pie y afirmarnos desde esa libertad que nace de dentro. Con la suave mansedumbre y la firme rebeldía que el propio Jesús manifestó ante quienes se creían señores, jueces y sabios. Como testigos que no pueden ni quieren permanecer encerrados por más tiempo: os invito a presidir la Eucaristía vosotras mismas. Y celebrar la Vida en comunión con quien quiera acompañaros. ¿Se atreverán a echaros de las iglesias? Y si lo hacen, ¿podrán impedir que celebréis al Dios de la Vida en las calles, las casas, los parques y jardines, a plena luz del día?
Ha llegado el tiempo de hacer algo nuevo. Nada hay más revolucionario que levantarse y proclamar que Dios está en medio de nosotras porque lo llevamos dentro. Que encarnarlo no es privilegio de unos pocos. Y que sólo por ÉL, con ÉL y en Él nos sentimos legitimadas a administrar los sacramentos. Para que la Palabra se haga cuerpo (también en el nuestro). Que así sea
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