Veremos cómo la esperanza despunta ya…
Con ternura y coraje las mujeres del alba
buscamos a nuestro Señor, a Jesús que salva.
Canción https://youtu.be/XgPVujoLOWo
Este artículo parte de la experiencia vivida en Bogotá, entre el 12 y el 14 de este abril 2023, al participar del I Encuentro Latinoamericano y Caribeño MUJERES EN SINODALIDAD. Desde ya adelanto que ha sido riquísima -una gracia- y por eso escribo sobre ella, aunque no sin temor de hacerlo muy esquemática y apresuradamente.
Dicho Encuentro fue propuesto por la Comisión Animadora del Eje Mujeres en la Iglesia y la Sociedad, integrado por miembros del CELAM, la CLAR y CÁRITAS (se adjunta el documento de Identidad). Participamos más de veinticinco mujeres de diez países, provenientes de diversos procesos e instancias, ya sea pastorales o territoriales; mujeres diversas en rasgos, historias e identidades, religiosas y laicas, célibes y madres… con el común denominador de la fe y del fuerte compromiso eclesial en sus respectivos medios. También compartieron el Encuentro, y todas sus instancias, dos varones por ser miembros de la Comisión.
Fuimos invitadas para reflexionar en torno a la realidad, para fortalecer los procesos eclesiales y sociales que se vienen gestando por y para las mujeres de la región. “Con el objetivo de plantear líneas de acción eficaces y proponer un trabajo estratégico que permita avanzar en las aspiraciones comunes de este colectivo”.
Fiel a la idiosincrasia uruguaya, a mi propia impronta racional y a la experiencia de Seminarios y encuentros internacionales, pedía con insistencia a los organizadores que me enviaran la agenda de trabajo de cada día e indicaran los materiales a estudiar, etc. Tardaban en responderme, hasta que me llegó un correo personal en que decía, pego textual: “El encuentro se realizará en un formato diferente a eventos tradicionales; la metodología de la Escucha implica agendas creativas, participativas y flexibles, menos cargadas de contenido, pero que permitan la profunda escucha, discernimiento e intercambio de vida y experiencias entre las participantes y que esto se traduzca en líneas de trabajo concretas que respondan al proceso construido en el Encuentro; así querida amiga, ten fe en nosotras, ven con el corazón y mente abiertos, hemos pensado con mucho cariño y cuidado este primer Encuentro para todas.”
Ante esta respuesta, con relativa tranquilidad, viajé dispuesta a afrontar lo desconocido. La cordialidad de la acogida, los abrazos efusivos y tantos detalles desde la llegada, iban haciendo evidente que se trataba de un evento (proceso en realidad) diferente. A la mañana siguiente comenzó el Encuentro con una metodología y dinámicas que dieron sus enormes frutos. Por lo pronto aflojar resistencias y prejuicios que la cultura -y los años- van asentando. Se creó un clima muy especial, muy fraterno y en particular sororal, que permitió a muchas compartir sus raíces, heridas y cicatrices de violencias, abusos y discriminaciones, en la familia, la sociedad o la Iglesia. Asimismo, en cada testimonio se percibía la fortaleza, la capacidad de resistencia y de resiliencia de las mujeres, tal como les sucedió a aquellas discípulas de Jesús que al alba del primer día de la semana fueron a ungir un cadáver y acabaron siendo las primeras testigos de la Resurrección.
No imaginen los lectores este encuentro como un espacio de terapia -si bien se dio de hecho la escucha y acogida de las diversas historias con respetuoso silencio- sino como parte del camino sinodal. Tuvo mucho de oración y silencio receptivo a las mociones del Espíritu para (tras escuchar e iluminar la realidad, teniendo en cuenta los documentos de síntesis de las Asambleas regionales en relación a las mujeres), poder trazar prioridades y un plan estratégico.
Subrayo la preparación y activa participación por parte de todos los miembros de la Comisión Animadora del Eje Mujeres, como ya se dijo conformada por el CELAM, la CLAR y el SELACC (Cáritas), el desarrollo y la metodología, la seriedad y calidad de la producción colectiva y los compromisos asumidos tras un discernimiento en clima orante.
Quedaron claras tres pistas a tener en cuenta para seguir avanzando en el tema: 1, el rescate de la dignidad, dada por el bautismo, por la cual todos y todas tenemos el derecho y el deber de ejercer la ciudadanía eclesial plenamente. 2, de lo anterior se desprende el reclamo de las mujeres a la participación en los ámbitos de decisión y no sólo de acción pastoral. 3, el llamado a la conversión permanente de todos y todas a nivel personal y como comunidades familiar, social y eclesial.
Destaco la riqueza en sí misma de este I Encuentro protagonizado fundamentalmente por mujeres, donde no faltaron signos y gestos, pero tampoco la música y el baile, al que son tan proclives las culturas originarias y africanas. Aquí una nota agradecida sobre esas culturas, la resistencia forzadamente silenciosa durante casi cinco siglos, y la generosidad con que hoy comparten el fuego sagrado. A lo largo de tres días hubo lágrimas, pero también risas compartidas, sin inhibiciones. Parafraseando a San Pablo “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, diría que donde abunda el dolor, sobreabunda el gozo y la esperanza. Eso pude ver, oír y gustar con estas mujeres latinoamericanas y caribeñas que contagian vida y esperanza desde el centro mismo de sus cruces. ¡Vivimos un proceso muy pascual, y tuvo lugar dentro de la Octava de Pascua!
Muchas voces resuenan en mí de las mujeres que conocí allí, sus historias pascuales y sus vidas de testigos. Pero los cambios por los que apostamos también pasan por los varones, por eso recojo lo que Luis Carlos Aguilar dijo celebrando la Eucaristía: "Yo quiero ser de esos hombres que rompen patrones… De esos hombres valientes, que abren nuevos caminos, nuevas emociones, nuevos abrazos y destruyen con ello, mandatos ancestrales. De esos hombres, que se sientan a escuchar a una mujer y se dejan tocar y sanar…”
¿Cómo no estar agradecida? Los lectores asiduos saben ya que suelo descubrir a Dios en las historias reales, en los rostros concretos de la gente común, de modo que no les extrañará que diga: el mayor fruto de esta experiencia es que “me ha ensanchado el corazón”. El rostro de Dios hoy tiene para mí muchos más tonos, riqueza y diversidad, pero también más belleza y misterio. Precisamente la conversión pasa hoy, una vez más, por soltar las imágenes del dios sabido y acoger la novedad de ese Dios Padre y Madre, que Jesús llamaba tiernamente Abba.
Hemos vuelto a nuestras Galileas con más esperanza y entusiasmo, dispuestas a anunciar con parresía lo que hemos visto, oído y comprendido, con la ayuda del Espíritu que sopla donde quiere.