Dolores y la épica nacional
Esteban Valenti | Bitácora, lunes
25 de abril 2016. Año XV - Nº 658|
.Viajé a Dolores, sentí una fuerte necesidad de ver en el territorio
un proceso que se inició a partir del tornado que destruyó una parte importante
de la ciudad, algunos hablan de un tercio de la segunda urbe en importancia del
departamento de Soriano.
Corazón de una zona rica y muy productiva en su campo y en todo lo
que está vinculado a este sector clave de la economía y la sociedad uruguaya.
Es una ciudad amable, con una su plaza central llamada
Constitución, una catedral más parecida a una fortaleza de ladrillos, con sus
gruesos muros y sus altas torres, con el principal centro educativo que da a
plaza. Su nombre no viene de la amabilidad, tiene origen en la batalla de San
Salvador en la que Juan Ortiz de Zárate y Juan de Garay vencieron en combate a
los charrúas liderados por Zápican, Abayubá, Anagualpo, Yandinoca y Tabobá en
1574.
La ciudad tiene su origen en la pulpería que Manuel Ponte (o
Manuel Sarambión o Manuel Sarampión) que se instaló hacia 1750 en un cruce de
caminos en paraje El Espinillo. Ponte había instalado además una pequeña casa
de oración con una imagen de la Virgen Nuestra Señora de los Dolores.
Gente de trabajo que primero instaló saladeros y luego fue
creciendo hasta transformarse en uno de los principales centros de acopio de
grano de todo el país, hasta ser considerada la capital del trigo. Su plaza,
principal víctima del tornado está adornada con diseños del paisajista francés
Carlos Racine.
Fue mordida por un gigante feroz, un tornado EF3, con vientos de
casi 300 kilómetros por hora. Las miles de imágenes son ampliamente conocidas.
El torrente de solidaridad desde todo el país, la rápida respuesta de todas las
autoridades, desde el presidente, el intendente, ministros, policía, bomberos,
ejercito, trabajadores de los entes, ASSE, del SUNCA, médicos,
arquitectos, y sobre todo de los propios vecinos también son conocidos. Quiero
referirme a algo que se sentía en el aire, en las conversaciones en la misma
ciudad, en uno de los principales centros de recolección de ayuda en
Montevideo, el Club Soriano en la calle Maldonado y con personas muy diversas.
Hubo y hay un gran encuentro nacional en torno a Dolores.
Wilson Ferreira Aldunate dijo que el Uruguay solo puede ser una
comunidad espiritual para existir. El general Liber Seregni no se hizo famoso
por su mandato militar, sino por su papel durante las gigantescas inundaciones
de 1959. Uruguay necesita seguramente como todos los países una épica que
la convoque, que lo enaltezca, que despierte sus virtudes colectivas. Eso es lo
que sucedió el pasado 15 de abril en la ciudad de Dolores y en todo el país.
No fue por el número de las víctimas, siempre doloroso y en
cinco casos irreparable, ni por los desplazados, que en otros departamentos ha
sido y es muy superior, fue por el impacto en nuestra fibra más íntima de
orientales, al ver que un grupo de nuestros compatriotas era castigado por la
naturaleza, en sus vidas, en sus familias, en sus casas, en su ciudad, en su
cultura, en su educación, en su trabajo y producción. Ayudamos, aportamos,
estuvimos y estamos pendiente porque en cierta forma tiene que ver con todos
nosotros, no solo con Dolores, tiene que ver con nuestra sociedad y con las
virtudes básicas que queremos reivindicar como seres humanos, como seres
sociales.
Obviamente nadie lo buscó, pero la desgracia nos convocó a
todos, nos hizo mejores, nos recordó de una gran bofetada que nos necesitamos y
que no todo se reduce a nuestro confort hogareño, a nuestras apetencias y
necesidades de mejorar y ser un poco más pudientes y compradores. Que hay que
dar para poder acostarse inquieto y preocupado, pero sintiéndose un poco más
gente.
Conozco muchas ciudades que han sufrido terremotos y guerras.
Estuve en varias de ellas. No voy hacer la lista. No voy a comparar, cada
sociedad carga con sus dolores y sus grandezas, si puedo afirmar que Uruguay
reaccionó en la pequeña dimensión de su tamaño, como un país organizado, serio,
que no baja los brazos, que no se recoge a llorar sus pérdidas y que a pesar de
que al tornado se le sumaron lluvias torrenciales, que en algunos momentos me
hicieron recordar a Macondo y cayeron sobre la mayoría del territorio nacional,
las respuestas civiles, estatales, sociales e individuales nos enaltecen.
Siempre nos faltará algo, pero lo importante fue la tónica general, la
tendencia dominante de ponerse a trabajar y ser profundamente solidarios.
Una comunidad espiritual no existe si una sociedad, un país, no
construye su épica, su propia épica. La nuestra hace mucho tiempo que no es la
de las guerras contra otras naciones, no es la de los enfrentamientos
fratricidas, ni siquiera puede ser más la de la continuidad democrática y
últimamente ni siquiera puede ser sobre nuestra educación, es otra cosa.
El fútbol en el Uruguay es parte esencial de nuestra épica, de
nuestra identidad, exterminamos a los charrúas, comenzando en San Salvador y
terminando en Salsipuedes, pero nos apropiamos de su garra para dar batallas
futbolísticas memorables, que en nuestra comunidad espiritual no guardan
ninguna proporción explicable con nuestro tamaño. Algunas de nuestras
construcciones tienen una épica propia que nos da identidad, el Palacio
Legislativo, una de las más grandiosas y hermosas sedes parlamentarias que yo
conozca. El Palacio de las Leyes. Y podría referirme a muchas otras, utilizo
una sola para ejemplarizar.
Tenemos recientes batallas democráticas que alimentaron nuestra
épica, por ejemplo el plebiscito de 1980. Nadie en el mundo podía creer que le
ganamos a la dictadura, con su monopolio de los medios y del miedo en una
consulta sobre su reforma constitucional. Toda la salida de la dictadura, la
enorme manifestación del Obelisco, fueron grandes e inolvidables páginas
colectivas y plurales. También la huelga general, la única en todo el
continente que se resistió al golpe se inscriben en esa comunidad espiritual
que por otro lado se forjó, a pesar de las diferencias con grandes
protagonistas, héroes y mártires de una libertad que conquistamos palmo a
palmo.
La épica está asociada al heroísmo, al riego, a jugarse la vida
y la integridad, pero hay también otras épicas, las que rompen las rutinas de
nuestras miserias diarias, de nuestros egoísmos y forjan lazos diferentes en
los que compartimos, aportamos, recibimos, exhibimos los mejor de todos
nosotros. También aparecen las miserias humanas, es inevitable.
La épica es en realidad un género literario que viene de la
palabra griega épos, "palabra, historia, poema , en el que se
presentan hechos legendarios o ficticios relativos a las hazañas de uno o más
héroes y a las luchas reales o imaginarias en las que han participado.
Su forma de expresión más tradicional fue la narración en verso,
bajo la forma de poemas épicos cuya finalidad última era exaltación o
engrandecimiento de un pueblo. En algunos casos, la épica no tenía forma
escrita, sino que era contada oralmente.. En tiempos más modernos la épica ha
adoptado también la forma narrativa en prosa, incorporando elementos de
descripción y diálogo y dando lugar a la novela épica. Nuestra narrativa tiene
abundantes ejemplos de relatos épicos.
Pero en este caso yo no me refiero al relato no escrito, no
contado explícitamente, no hecho poesía, sino realidad, gesto, humanidad. Esos
miles de pibes jóvenes que me encontré en estos días en todos lados, en Dolores
repartiendo comida y paquetes o levantando ladrillos y chapas y en Montevideo
recibiendo hasta quedar extenuados y sin pedir nada a cambio, las donaciones en
diversas instituciones en todo el país, no relataban, no escribían
poesías, ni novelas, simplemente hacían y representaban lo mejor de todos
nosotros.
Como le recuerda el viejo Fénix al joven Aquiles,
"pronunciar palabras y [.] realizar acciones".
Y hablo de los jóvenes porque son los que hoy en día están bajo
acusación, bajo sospecha de que todo les importa poco, que están para la de ellos
y su reducido círculo de amigos, muchas veces electrónicos.
El otro protagonista que quiero señalar, símbolo inefable e
indiscutible de los nuevos tiempos, son las redes sociales. Ellas fueron
nuestros principales ojos, por ellas vimos las imágenes más impactantes, nos
convocamos para la ayuda, nos expresamos con dolor y angustia y en unos pocos
casos vimos también las miserias y las sospechas. Nada de lo humano les es
ajeno.
Las sociedades necesitan sacudones, convocatorias, pruebas, lo
que no deberíamos hacer es esperar las desgracias, las tragedias de cualquier tipo.
Es muy difícil, posiblemente sea imposible, pero la construcción cotidiana del
esfuerzo, del trabajo, de la educación, de una cultura de convivencia y
humanidad, de la solidaridad y el respeto en una pequeña sociedad de 3.300.000
habitantes que llegamos a sentirnos tan hermanados en ciertos momentos, debería
ser una posibilidad de construir una nueva épica social. ¿Por qué en este mundo
tan lleno de horrores, de odios, de crímenes colectivos y estatales y
terroristas, los uruguayos, los orientales no podemos construir esa épica que
nos transforma en una comunidad espiritual de diferentes y de iguales?
Como decía Antoine de Saint-Exupéry: La pura lógica es la ruina
del espíritu. A pura lógica no se construye una nación y menos una comunidad
espiritual.
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