FRAGMENTO DEL COMENTARIO DE JOSE AROCENA.- (renuncia -elección)
El papado
deberá dejar de ser algo muy parecido a una monarquía, cuya cabeza es electa por
un grupo de “príncipes”. Es inaceptable que la Iglesia esté gobernada por una
suerte de rey sostenido por eso que se llama “príncipes de la Iglesia ”, es
decir por los cardenales. La Iglesia no debe tener un jefe, mucho menos un rey.
El único referente de los cristianos es Jesús, que no pretendió ejercer ninguna
magistratura en este mundo.
Alguien
dirá que se necesita alguna forma de organización para poder convivir. Es
cierto, pero a la luz del Evangelio parece muy claro que esa forma de
convivencia no es la actual. Si el papado toma la iniciativa de revisar las
estructuras caducas de la Iglesia , sin duda habrá miles de personas, miles de
comunidades que apoyarán la iniciativa y que de una u otra forma, colaborarán en
la búsqueda de una organización más acorde con nuestro tiempo. Se necesitaría
una organización mucho más representativa de la totalidad de las iglesias
esparcidas por el planeta. Si las autoridades centrales de la Iglesia no se
abren a un debate de esta naturaleza, de todas maneras, las iglesias
particulares en todo el mundo están ya en camino de llevar adelante una profunda
reflexión sobre estos temas.
No hay que
dudar de la fidelidad al Evangelio de miles y millones de cristianos dispuestos
a abrir las ventanas y dejar que entre el aire fresco. Una gran apertura al
Pueblo de Dios es lo que se necesita para salir de la esclerosis e interpretar
los signos de los tiempos. A veces se han mencionado los miedos a un tipo de
funcionamiento más democrático, imaginando que se crearían organizaciones
parecidas a los partidos políticos. Estos temores reflejan una mentalidad que se
guía solamente por el acceso al poder. Cuando hablamos de nuevas formas de
convivencia, no estamos refiriéndonos a disputas políticas por el poder, sino a
ser capaces de escucharnos unos a otros y de resolver los problemas aplicando la
inagotable sabiduría de la palabra de Jesús expresada en los Evangelios. Como en
toda organización humana habrá mecanismos de poder, pero sería deseable que
fueran bastante más positivos y más representativos, que las sórdidas intrigas
palaciegas que hoy recorren el Vaticano y que terminan por influir decisivamente
en la elección del Papa.
Nos
preguntamos si hay que esperar algo del futuro Cónclave. Si algo puede
fundamentar nuestra esperanza, será que esta señal que fue la renuncia de
Benedicto XVI, sirva para abrir los ojos y los oídos de quienes se encargan hoy
del gobierno de la Iglesia. Más allá de muchas de las orientaciones temerosas y
conservadoras impartidas por el Papa renunciante, es necesario reconocer que
este acto de dimisión tiene el valor de destapar las lógicas debilidades humanas
de cualquier gobernante o de cualquier sistema humano de gobierno. Dejemos de
hablar de una especie de magia del Espíritu Santo que sirve para cubrir
ambiciones y negociaciones muy humanas. Las formas humanas son siempre
defectuosas, lo único que podemos hacer es intentar mejorarlas y hacerlas más
adecuadas a la misión para la que fueron concebidas.
Es en este
sentido que el Pueblo de Dios debe tener una palabra en cada uno de los rincones
de la Tierra. Confiar en la presencia del Espíritu significa entre otras cosas,
no tener miedo a las múltiples formas de expresión del pueblo cristiano. No es
posible encerrar el Espíritu entre las paredes de la Capilla Sixtina. Es
exactamente al revés: “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos” (Mt. 18, 20). Esos dos o tres se reúnen en nombre de Jesús
en las grandes ciudades, en los campos, en los desiertos, en las montañas o
junto al mar. No hay paredes que guarden extraños secretos y opacas decisiones,
que protejan maniobras o que permitan creerse dueños de las
conciencias.
Es cierto
que está muy trabada la posibilidad de un cambio en la Iglesia. Es cierto que
hay muchos intereses que tratarán de impedir que las transformaciones se
produzcan. Las estructuras burocráticas como las de la Iglesia tienden a
protegerse contra toda amenaza que ponga en peligro los mecanismos de poder
establecidos o que cuestione la legitimidad de los cargos. Si en el nuevo Papa
hubiera una voluntad auténtica de cambiar, tendrá que proceder generando nuevos
apoyos que no podrán ser los de la Curia Romana. Será seguramente en la
pluralidad de las iglesias particulares donde encontrará muchos grupos de
cristianos dispuestos a contribuir con una tarea que es sin duda de enormes
dimensiones. Ojalá sea posible comenzar a transitar por ese camino. (Eclesalia
Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su
procedencia).
RESEÑA
BIOGRAFICA ( al final de su Conferencia sobre el tema “
Centralización y deslocalización: la
búsqueda de alternativas” ) http://cdi.mecon.gov.ar/biblio/docelec/clad/cong6/8nov/98/arocena.pdf
José
Arocena Doctor en Sociología (Paris)
Vicerrector
Académico de la Universidad Católica del Uruguay
Investigador en el
CLAEH.
Investigador en el
LSCI-CNRS, Paris, hasta 1987.
E-Mail:
jarocena@ucu.edu.uy
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