Me devora el
hambre de tus manos
Me devora el
hambre de tus manos,
no la noche
fijada para saciar la ausencia,
sino la pasión
que acecha en lo cotidiano.
Nada hay tan
hermoso como la violencia
de tus labios
libando el néctar del anhelo,
o mis caricias
abriendo sendas en tu seno.
Me impregno de
la belleza que pasa
cada día, como
una cálida brisa, a mi lado,
para derramarla
a raudales en tu cuerpo.
Estrellas,
flores, miradas que me envuelven,
las invito a
llover sobre tu vientre alado,
para que abrasen
con su delirio este día yermo.
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