sábado, 29 de junio de 2013

LA SENCILLEZ NO BASTA. Opina José Arregui.-

LA SENCILLEZ  NO  BASTA en un Papa...    Opina  José  Arregui.-
 
“La transparencia será la mejor arma de Francisco contra las tramas curiales”
“Es urgente que la Iglesia mire a las multitudes hambrientas y se dedique a dar de comer, más que a defender dogmas”
No acaba de creérselo y pide decisiones efectivas y concretas. O mejor aún, el cambio total del sistema eclesiástico. El teólogo vasco Jose Arregi cree que no basta con la sencillez del Papa y que “hace falta un programa de reformas profundas”. Receta a Francisco “transparencia como la mejor arma contra las tramas curiales” y pide que la Iglesia se dedique “a dar de comer más que a defender dogmas”.
¿La renuncia de Benedicto XVI es un gesto profético, revolucionario u obligado por los escándalos?

¿Y cómo lo podremos saber, si no nos lo ha dicho, o si albergamos fundadas sospechas de que la explicación dada (su estado de salud) no era la única razón y tal vez ni siquiera la razón decisiva? El Vaticano es un mundo opaco, atrapado en su complejidad y en la maraña de sus intereses y relaciones de poder. Como todas las grandes instituciones, e incluso más. Sin embargo, la Iglesia debiera ser un lugar de transparencia, un ejemplo de simplicidad, un modelo de fe en la verdad, ingenua y crítica a la vez. Jesús dijo: “Decid sí cuando sea sí, y decid no cuando sea no”. Es decir: “Al pan, pan, y al vino, vino”, con todos los riesgos. Pero en el Vaticano no es así, y estamos obligados a hablar de lo que no sabemos.
Dicho eso, diría también que su renuncia fue más por su hastío ante las curias que por su estado de salud. Tal vez quiso que el siguiente pudiese adoptar más libremente las medidas que él quería pero no podía. Sea como fuere, quienes celebran su renuncia como gesto de humildad o de valentía censuran, indirectamente, la arrogancia o la cobardía de Juan Pablo II que en una situación peor no renunció.
En cualquier caso, considero que la renuncia de Benedicto XVI hubiese sido realmente profética si hubiera explicado las verdaderas razones o, más todavía, si se hubiera ido diciendo: “En el Vaticano se imponen estas reformas y las de más allá. Pero yo no puedo ejecutarlas por esto y por esto. De modo que me voy para que el siguiente las lleve a cabo”.
¿Cómo es posible que una institución que había tocado fondo en menos de un mes renazca como el Ave Fénix?
Me temo que voy a parecer demasiado escéptico, pero creo que todavía está por verse si la institución vaticana va a ser capaz de renacer y, sobre todo, de volar. No cabe duda de que el Papa Francisco, con unos gestos y unas palabras muy sencillas – y con un enorme aparato mediático, no se olvide – ha logrado levantar, no el vuelo, pero sí un viento de entusiasmo y esperanza.
La esperanza es lo más activo y transformador, pero los vientos se calman o cambian pronto de dirección. También podría suceder que el entusiasmo deje pronto paso al desengaño.
La gran debilidad de esta oleada de entusiasmo que aún sigue viva es que todo depende de una persona, de su carisma y de su poder personal absoluto. La institución católica es una monarquía absoluta fuertemente sacralizada, y mientras no cambie el sistema monárquico o no se desmonte su legitimación teológica, su rehabilitación será solo aparente o incluso puede ser contraproducente, pues puede contribuir a reforzar el carácter absolutista y personalista del sistema. Yo creo que sería mejor que ese Ave Fénix eclesiástico, por seguir con la imagen, no renaciera. El renacimiento de sus cenizas significaría seguir anclados en el Antiguo Egipto. Lo que hace falta es reinventar la institución al aire del Espíritu que alienta y recrea.

¿Qué tiene el Papa Francisco que concita el apoyo de la opinión pública y, lo que es más difícil, de la publicada?
Un rostro bondadoso, un gesto de sencillez natural, una palabra improvisada y fresca… siguen siendo lo que más nos conquista y atrae. Es lo que más nos ayuda a recuperar nuestra fe en nosotros mismos, en la humanidad, en un futuro más humano y fraterno. ¡Y lo necesitamos tanto, tanto! Necesitamos figuras en las que mirar restaurada nuestra imagen personal y colectiva (y no digamos eclesial o eclesiástica…) tan desfigurada. Necesitamos espejos que nos reflejen lo más límpido y lo mejor de nuestro ser, y no hay mejor espejo que la bondad de un rostro, la humildad de un gesto, la autenticidad de una palabra… Y creo que todo eso se da en el Papa Francisco, y explica su atractivo mediático.
Luego, una vez más, surgen las dudas: ¿hasta qué punto es una figura genuina y hasta qué punto es una figura fabricada por los propios medios de comunicación? Lo que la prensa crea la prensa lo destruye o simplemente lo olvida. Todavía es muy pronto para pronunciarse sobre el alcance de esta figura y, sobre todo, de sus proyectos de reforma en la Iglesia.
¿Sus gestos se concretarán en decisiones y en reformas reales?
Me resulta muy difícil pronunciarme, y en cualquier caso soy muy sensible al carácter imprevisible del futuro, mucho más acentuado en nuestros tiempos de información globalizada y de cambios acelerados. Nadie había previsto la caída del bloque soviético ni la primavera árabe. Tampoco se había previsto la llegada de Juan XXIII…
Han pasado ya tres meses desde su elección, y todavía no he visto en el Papa Francisco ningún signo inequívoco, no he oído de sus labios ningún mensaje realmente novedoso. Lo que vemos es su estilo de sencillez, la naturalidad de su mirada y de su palabra, su actitud acogedora, y todo eso es lo mejor que podemos esperar de una persona, pero en un Papa no basta, hace falta un proyecto de reformas profundas. Lo que hemos oído de sus labios son palabras de aliento, de ternura, de solidaridad con los pobres, y es fantástico, pero ¿qué menos podemos pedir de un Papa, cualquiera que sea? Juan Pablo II pronunció discursos y escribió encíclicas muy buenas sobre la justicia, contras las desigualdades, a favor de un modelo distinto al capitalista… En el Papa Francisco no encuentro todavía ninguna novedad tampoco en ese campo.
Lo más novedoso y esperanzador en el mensaje de este Papa, por ahora, me parece no tanto lo que ha dicho, sino lo que no ha dicho: no ha hablado contra el mundo actual – como hacían con tanta frecuencia sus dos predecesores -, acusándolo de relativista, hedonista, materialista, increyente…
Pero lo que más dudas me suscita en el Papa Francisco es igualmente lo que no ha dicho: en tres meses, no ha dicho nada contra la dictadura neoliberal de las entidades financieras y multinacionales (en cambio sí expresó sus condolencias por la muerte de Margaret Thatcher), a favor de la canonización de Monseñor Romero, de la igualdad de la mujer en la Iglesia en todos los campos, de la reforma de la moral sexual o del Derecho Canónico en lo que respecta a los divorciados, a favor de las religiosas de EEUU o de la rehabilitación de los teólogos condenados…
No ha dicho nada sobre las reformas de calado que a mi modo de ver se imponen en la Iglesia en el mundo de hoy, más allá de reformas curiales, por profundas que éstas deban ser y vayan a ser. No bastarán.
¿La reforma de fondo consistiría en reactivar el congelado Vaticano II durante los últimos 35 años?
Ni siquiera eso. Se me dirá que soy demasiado maximalista. De acuerdo, las reformas de fondo no pueden ser repentinas, pero creo que es importante tener claro el horizonte hacia el que debemos avanzar. Insisto: no bastará con “reactivar el Vaticano II”. Lo primero que hay que dilucidar es de qué hablamos cuando hablamos del Vaticano II. Juan Pablo II y Benedicto XVI repitieron una y otra vez que ellos estaban aplicando el Concilio. El Catecismo de la Iglesia Católica está cuajado de citas del Vaticano II, hechas por cierto de manera muy selectiva y sesgada.
El problema es, pues, qué lectura se hace del Concilio. El problema es si nos quedamos en la mera repetición de la letra del Vaticano II, o prolongamos su espíritu. Pero el problema es también el propio Concilio, pues sus documentos son siempre, y como no podía ser menos en aquel momento, formulaciones de compromiso entre el sector tradicionalista y el sector renovador de los padres conciliares. El problema es que el Vaticano II no formuló en términos inequívocos un nuevo modelo de Iglesia no clerical ni jerárquica, una Iglesia democrática, ni un nuevo paradigma teológico pluralista, una nueva manera de entender los dogmas (en especial los dogmas cristológicos) … Y de la mujer no dijo nada. Y dejó intacto el poder absoluto del Papa y su infalibilidad…
De modo que la pregunta es: ¿Qué pasa en los documentos del Vaticano II para que 50 años después se hayan podido desactivar, citando el Concilio y en su nombre, los sueños que provocó en muchos? Eso significa que es preciso avanzar mucho más allá de donde llegó el Vaticano II. El mundo ha cambiado mucho desde entonces. No tiene sentido que queramos reactivar el pasado. Hay reinventarlo y prolongarlo, siguiendo su impulso, su espíritu.

¿Qué es, a su juicio, lo más urgente en la Iglesia?
Lo más urgente es que recupere lo que es su verdadera entraña: el aliento y la compasión. Que recupere el espíritu de Jesús, hecho de confianza y de misericordia. Que vuelva a escuchar de labios de Jesús las palabras que una y otra vez pronuncia en los evangelios: “No temáis”. Que vuelva a leer la parábola del Buen Samaritano y se deje interpelar y desafiar. Que mire las multitudes hambrientas, como Jesús, y sienta realmente compasión, como él, y se dedique a dar de comer, más que a defender dogmas, normas morales e instituciones del pasado.
Es decir, lo más urgente es que la Iglesia misma se deje evangelizar en sus personas y estructuras y se atreva a transformar profundamente su teología y sus instituciones, para que pueda anunciar con un lenguaje comprensible una palabra de aliento al mundo de hoy, y pueda contribuir con todas sus fuerzas a humanizar desde la compasión con los últimos, desde un paradigma eco-feminista, todas las estructuras políticas y económicas del planeta. Eso es también lo más urgente para el Papa Francisco.
¿Le dejarán hacer reformas?
La pregunta decisiva es, para mí, no tanto si le dejarán hacerlas, sino si él mismo querrá hacerlas. Según el Derecho Canónico y según la teología de todos los que le han elegido, el Papa tiene poder absoluto. Pues que lo ejerza para hacer las reformas que quiera hacer, si realmente quiere hacerlas. Es contradictorio ser, como todavía lo es de hecho, un Papa infalible y plenipotenciario, y ceder a presiones y poderes del exterior. Podrá comprenderse, pero es una contradicción. Es la contradicción de todo poder absoluto concentrado en una sola persona: al ser imposible que lo ejerza una persona -en este caso el Papa-, lo ejercen otros, pero fuera de todo control -en este caso las curias, pero no solo ellas-.
Y vuelvo a lo de antes: no basta con un estilo más sencillo, una vida más austera, un talante más acogedor y dialogante. La cuestión es invertir la lógica jerárquica, el modelo vertical y clerical de la Iglesia y sus ministerios, el poder absoluto del Papa, el paradigma teológico medieval todavía vigente… De igual forma que un Papa impuso, en el Vaticano I, los dogmas de la infalibilidad y del primado absoluto del Papa, un Papa puede (y a mi modo de ver debe) suprimir esos dogmas y devolver la palabra y el poder al pueblo creyente. Y sin eso todo seguirá estando como antes o en cualquier momento podrá volver a estarlo, dependiendo del Papa que tengamos.

¿Dónde se va a encontrar mayores resistencias: en el pueblo, en el alto clero…?
Creo que las mayores resistencias las encontrará en sí mismo, en sus propios esquemas teológicos o en sus miedos personales. No digo que las curias, el episcopado universal cuya inmensa mayoría es muy conservadora, los movimientos eclesiales neoconservadores que tienen inmenso poder… no digo que todo eso no ejerza mucha presión para evitar las reformas de fondo, pero el Papa Francisco debiera hacer uso de su sabiduría ignaciana y de su libertad franciscana para afrontar las dificultades con sencillez y valentía. Y con transparencia. La transparencia sería su mejor arma contra las tramas curiales.
¿Los movimientos neoconservadores estarán dispuestos a compartir espacios en la Iglesia?
Salta a la vista que esos movimientos buscan ocupar el máximo espacio de poder en la Iglesia. Eso sí, con el argumento del servicio a la Iglesia y al mundo actual, tan perdido según ellos. Pero no fue ésa la opción de Jesús ni su enseñanza.
Los movimientos neoconservadores son enemigos declarados de la democracia en la Iglesia, del pluralismo teológico, de la laicidad. Quieren copar el espacio y el poder. Pero la imposición, el exclusivismo, el privilegio… no son buena noticia, no son signos del Espíritu que habita en el corazón de todos los seres. En la medida en que esos movimientos sigan imponiéndose en la iglesia institucional, la Iglesia se irá convirtiendo en un gueto social y cultural. Se está convirtiendo ya.
¿Hay ilusión entre la gente y el clero por el nuevo Papa?
Creo que sí. Parece indudable que sí. Y perdón por la insistencia, pero eso no me parece decisivo. Lo decisivo es que el Papa emprenda las reformas de fondo a las que he aludido antes, y sin las cuales todo se quedará en una cuestión de estilo y de talante. Y si al siguiente Papa lo van a elegir, como a éste, unos cardenales, y si va a seguir poseyendo el poder absoluto y si su estilo y su mentalidad son diferentes, entonces podrá deshacer todo lo hecho, desandar el camino avanzado, volver a la Iglesia del pasado.
Recordemos al Papa Juan XXIII. Nadie negará su estilo y su carisma evangélicos: abrió puertas y ventanas secularmente cerradas y dejó que irrumpiera dentro un auténtico vendaval; nadie negará que suscitó en la Iglesia un inmenso movimiento renovador… Pero ¿qué pasó entonces para que, 60 años después, estemos donde estamos, es decir donde estábamos hace 60 años, celebrando la llegada de un nuevo Papa que tal vez volverá a abrir puertas y ventanas? Pasó que no adoptó las medidas imprescindibles para que otro Papa no pudiera invertir la situación. Es decir, mientras en la Iglesia católica no se implante el modelo democrático, mientras todo el aparato institucional (obispos, sacerdotes…) no se renueve de acuerdo a este modelo democrático y no clerical, mientras el Papa no pase a ser una especie de Presidente (o Presidenta) democrático elegido por las diversas iglesias por un tiempo limitado y sin poderes absolutos… la ilusión podrá transformarse en desengaño.
Y a decir verdad, yo no veo de momento ningún signo de que el Papa Francisco quiera llegar hasta ahí. Le oigo hablar de Dios, de Cristo, del pecado y del perdón, de los milagros, de la Iglesia, de la mujer… en los términos tradicionales, aunque con un tono más fresco y natural. Es un cambio de clima, pero no bastará, pues el clima podrá cambiar.
¿El cambio de clima llega o llegará también a la diócesis de San Sebastián y a su obispo, monseñor Munilla?
Parece que sí, que el cambio de clima actual puede afectar o incluso ya está afectando en nuestra diócesis de San Sebastián. De hecho – ¡cosa increíble, pero cierta! -, en la tarde del 13 de marzo en que fue elegido este Papa, la página web oficial de la diócesis anunció que había sido elegido Ángelo Scola y había adoptado el nombre de Benedicto XVII…, y así estuvo la versión vasca de la página web de la Diócesis hasta la mañana siguiente. ¿Qué pasó? Tal vez fue alguna información precipitada proveniente de Italia. Tal vez les traicionó el deseo de que el elegido fuera otro…

¿Empieza a romperse la dinámica del miedo en la Iglesia jerárquica española?
¡Ojalá! Parece que la posición de Mons. Rouco se debilita, por su no lejana sustitución por un lado, pero también por los nuevos aires que corren, aunque sean pasajeros. Da la impresión de que vivimos en un compás de espera. No lo sé. En cualquier caso, parece que las grandes cuestiones que preocupan al episcopado español prácticamente en pleno son la ley del aborto, la enseñanza de la religión confesional en los centros públicos, la financiación de la Iglesia y la exención del IBI. La batalla del matrimonio homosexual ya la han dado por perdida, pero las otras también las perderán. Es cuestión de tiempo. El Espíritu y la Vida son imparables.

TITULARES:
-Hasta que no se desmonte la legitimación teológica del sistema monárquico del Vaticano, seguiremos anclados en el Antiguo Egipto
-Quienes celebran la renuncia de Benedicto como gesto de humildad o de valentía censuran, indirectamente, la arrogancia o la cobardía de Juan Pablo II, que en una situación peor no renunció
-Albergamos fundadas sospechas de que la explicación dada por Benedicto al renunciar no era la única ni la primordial
-Si Benedicto XVI hubiera renunciado diciendo que lo hacía por el hastío ante las curias, su decisión hubiera sido realmente profética
-La sencillez y la naturalidad no bastan en un Papa: hace falta un programa de reformas profundas
-Lo más novedoso y esperanzador del mensaje de Francisco, me parece no tanto lo que ha dicho, sino lo que no ha dicho: no ha hablado contra el mundo actual acusándolo de relativista, hedonista, o increyente
-No bastará con “reactivar el Vaticano II”: el Concilio dejó intacto el poder absoluto del Papa y no dijo nada de la mujer
-¿Qué pasa en los documentos del Vaticano II para que 50 años después se hayan podido desactivar, citando el Concilio y en su nombre?
-Es urgente que la Iglesia mire a las multitudes hambrientas y se dedique a dar de comer, más que a defender dogmas
-Hay que invertir la lógica jerárquica, el modelo vertical y clerical de la Iglesia y el paradigma teológico medieval todavía vigente
-La transparencia será la mejor arma del Papa Francisco contra las tramas curiales
-Los movimientos neoconservadores son enemigos declarados de la democracia en la Iglesia, del pluralismo teológico y de la laicidad
-El Vaticano es un mund
  

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