Detenido un prelado del Vaticano por presunto lavado de dinero
A Nunzio Scarano se le conocía como “monseñor 500” por su afición a los billetes de color púrpura
PABLO ORDAZ Roma 28 JUN
2013 -
El
argumento de la historia no es malo: una operación clandestina para transportar
desde Suiza a Italia alrededor de 20 millones de euros a bordo de un jet
privado. Pero lo verdaderamente relevante es, sin duda, el reparto: Nunzio
Scarano, un alto prelado del Vaticano, natural de Salerno, residente en Roma y
también conocido como “monseñor 500” por su afición a los billetes de color
púrpura; Giovanni Maria Zito, miembro de los Carabinieri y antiguo agente de los
servicios secretos, un “007” en la jerga periodística italiana; el intermediario
financiero Giovanni Carenzio, buscado por un desfalco en las islas Canarias; y,
finalmente, una conocida familia de armadores de Salerno apellidada D’Amico. La
fiscalía de Roma ordenó ayer a la Guardia de Finanza –la policía fiscal
italiana—la detención del monseñor, el espía y el bróker acusados de fraude y
corrupción en el curso de una investigación más amplia sobre presuntas
irregularidades en la gestión del banco del Vaticano, el Instituto para las
Obras de Religión (IOR). La operación se produjo 48 horas después de que el papa
Francisco ordenase la creación una comisión de investigación para la
reforma, o incluso la clausura, de una institución creada en 1940 por Pío
XII y que desde hace décadas es frecuente piedra de escándalo.
Los
investigadores sospechan que los 20 millones que monseñor Scarano, de 61 años,
pretendía traer de regreso a Italia habían sido evadidos al fisco años atrás por
algunos amigos del prelado, que ahora querían disponer del dinero de nuevo. De
ahí que el alto funcionario vaticano, que hace un mes había sido destituido como
responsable del servicio que administra el ingente patrimonio inmobiliario de la
Santa Sede (APSA), decidiera contactar con el agente de los servicios secretos
internos italianos (AISI) y le ordenase la contratación de un avión con piloto e
incluso de una escolta para evitar contratiempos en el traslado del dinero por
territorio italiano. El “007” así lo hizo. Se ausentó de su trabajo en los
servicios secretos alegando enfermedad, alquiló el avión –que aterrizó
oportunamente en el aeropuerto de Locarno, una ciudad turística del sur de
Suiza—y dispuso que un militar armado esperase el envío a su llegada a Italia.
Según la fiscalía de Roma, el agente Zito –que a la postre sería expulsado del
servicio secreto-- se embolsó un primer pago de 400.000 euros y quedó a la
espera de un segundo de 200.000 que tendría que recibir al final de la
operación. Pero la operación se fastidió.
Al
parecer, la culpa fue del bróker. Por lo que los agentes de la Guardia de
Finanza pudieron escuchar por los teléfonos intervenidos, el tal Carenzio estaba
preocupado “porque 20 millones queman”. De hecho, su primera idea era
transportar 40 millones de euros de una tacada, pero su susto ante lo arriesgado
de la operación fue en aumento. Según se desprende de la investigación, dirigida
por la juez instructora Barbara Callari, el intermediario disponía de varias
cuentas a su nombre en Suiza, por lo que se sospecha que estaría también
actuando como hombre de paja de los hermanos Paolo, Maurizio y Césare D’Amico,
los armadores de Salerno. El caso es que, cuando los planes se fueron finalmente
al traste, el agente secreto pidió a monseñor Scarano que le entregase el
segundo pago de 200.000 euros. Para quitárselo de encima, el prelado denunció a
la policía un presunto robo en su casa de Salerno de una gran cantidad de
dinero. Lo justificó diciendo que se trataba de donaciones que recibía con
destino a la Iglesia. Pero la policía fue tirando del hilo y descubrió que
monseñor Scarano, cuya vocación tardía le permitió ser bancario antes que cura,
recibía demasiadas donaciones de origen poco claro, alrededor de 580.000 euros
en los últimos tiempos, y le abrió una investigación por presunto lavado de
dinero. Una vez detenido, a los cargos de fraude y corrupción, se le unió el de
calumnia, por denunciar un robo que jamás se había producido.
Pero
la investigación de la fiscalía de Salerno no era la única que tenía a “monseñor
500” como objetivo. Desde marzo de 2010, la fiscalía de Roma investiga la
presunta utilización del banco del Vaticano como una inmensa lavadora de
dinero negro. En septiembre de aquel año fueron congelados 23 millones de
euros depositados en cuentas que violaban las normas internacionales para la
prevención del blanqueo de dinero y fueron imputados el entonces presidente del
IOR, Ettore Gotti Tedeschi, y el director general, Paolo Cipriani. Al parecer,
dos de esas cuentas pertenecen al alto prelado ahora detenido. Su abogado
defensor, Silverio Sica, aseguró ayer: “Monseñor Scarano aclarará todo a los
magistrados romanos, como ya ha hecho con los de Salerno”. La línea argumental
de su defensa: “Quería echar una mano a unos queridos amigos que estaban en
apuros…”.
Tras
la sorpresa por la operación policial –en un primer momento se dijo
equivocadamente que Nunzio Scarano era el obispo de Salerno--, el Vaticano
reaccionó de forma inusitada. El portavoz, padre Federico Lombardi, dijo que la
Santa Sede no había recibido ninguna petición por parte de las autoridades
italianas, pero aseguró su “plena colaboración”. Esto, que puede resultar una
obviedad, no lo es. De hecho, la caída en desgracia de Gotti Tedeschi, el
anterior presidente del IOR, se empezó a producir el día de 2010 que acudió a la
fiscalía de Roma para ponerse a su disposición. Fue entonces cuando los poderes
fuertes del Vaticano le pusieron la cruz –incluso encargaron un informe
psicológico para saber si se le había ido la cabeza--. El Estado de la Ciudad
del Vaticano es muy celoso de su soberanía, sobre todo cuando se refiere a las
cuestiones relacionadas con el IOR. La llegada a la silla de Pedro del papa
Francisco ha puesto, también eso, en estudio.
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