martes, 2 de julio de 2013

ANIVERSARIO JUAN XXIII.-

ANIVERSARIO   JUAN  XXIII.-
 
Tomado del artículo publicado en la página web de Juan Masiá:
www.juanmasia.com
http://book.geocities.jp/nknym884/contrarreformavaticana.html
Ha transcurrido medio siglo desde el Concilio; medio siglo de convivir en tensión dentro de la Iglesia los esfuerzos para poner en práctica la renovación (y/o reforma) conciliar y las reacciones que tratan de contrarrestarla. Ojalá se complete, en el futuro, esa renovación (y/o reforma)…

Recordemos las palabras clave del Papa Juan XXIII al convocar el Concilio. Son muy bien conocidas: ad fontes y aggiornamento, 1) ad fontes o retorno a las fuentes y raíces evangélicas de la fe; 2) aggiornamento o actualización y discernimiento de los signos de los tiempos. El programa renovador / reformador apelaba a revivir la fe y a dialogar con el mundo. Revivir la fe es una llamada a la autenticidad de la espiritualidad. Dialogar con el mundo es una llamada a la autenticidad de la búsqueda ética. Una búsqueda que hacen en común creyentes y no creyentes, aprendiendo mutuamente en un diálogo discernidor de los signos de los tiempos. Los signos de los tiempos son ambivalentes, esperanzadores y amenazadores; exigen un discernimiento ético que se lleva a cabo mediante el diálogo, que ha de ser hoy mucho más interdisciplinar, intercultural e interreligioso que hace cincuenta años.
El principal documento del Concilio Vaticano II, con la propuesta y desarrollo de este programa de diálogo, es la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et spes es bien conocida como la Carta Magna proclamadora del tránsito del anatema al diálogo en las relaciones de la Iglesia con la sociedad actual, con la ciencia y la cultura, con la vida familiar, con la vida económico-social, con la vida en la comunidad política, con la comunidad de los pueblos y el fomento de la paz. Son todos estos los temas de la segunda parte de Gaudium et spes.
“Del anatema al diálogo”: Es el lema que resume los dos grandes cambios que se venían exigiendo al menos desde medio siglo antes del Concilio (y desde mucho antes, pues la reforma conciliar llegó con siglos de retraso) y a los que da luz verde, por fin, el Concilio. Un cambio eclesiológico y un cambio metodológico. Los expresa concisamente el n. 33 de Gaudium et spes.
El cambio eclesiológico: un cambio radical de actitud en la manera de tratar con el mundo (discente y dialogante, en vez de docente y condenadora) y el cambio metodológico de paradigmas de pensamiento (inductivo y hermenéuticos, en vez de deductivos y dogmáticos). La necesidad de ambos cambios la percibió y planteó con claridad y brevedad la carta encíclica de Juan XXIII, Pacem in terris, en 1963. El contexto social e histórico apremiaba con urgencia a realizar esos cambios. La descripción del desafío de estos signos de los tiempos está expresada compendiosamente en los nn. 4 y 5 de Gaudium et spes.
¿Realizó el Concilio Vaticano II estos dos cambios? Solo en parte. El Concilio como acontecimiento vivido, no solo por los obispos participantes, sino por toda la Iglesia, significó un giro decisivo de ciento ochenta grados en el cambio de actitud de la Iglesia que pasa del anatema al diálogo. Pero el Concilio, como conjunto de documentos, y el Postconcilio, como esfuerzo para llevarlos a la práctica en las décadas siguientes, no puede decirse que haya logrado dar por completo el giro del cambio de actitud y del cambio de paradigma de pensamiento que se necesitaba y se sigue necesitando hoy con más urgencia que hace cincuenta años.

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