Los griegos inventaron la metafísica. Y Grecia está en Europa. Los romanos inventaron el derecho que tenemos. Y Roma está en Europa. Los escolásticos medievales canonizaron la metafísica y el derecho.
Y esto también ocurrió en Europa. Por eso Europa engendró el pensamiento dogmático, que es primo hermano del pensamiento absoluto. Y pariente también del pensamiento excluyente. Luego, los grandes conquistadores, que también nacieron en Europa, esgrimiendo las bulas papales (Nicolás V, en 1454, Alejandro VI, en 1493, León X, en 1516, y Pablo III, en 1534), se vieron con el derecho de “hacer esclavos suyos a los habitantes de África” (sic) y de apropiarse del oro y demás objetos preciosos descubiertos en América.
Es verdad que la Ilustración puso todo esto patas arriba. Pero no es menos cierto que las estructuras de pensamiento, rectoras de la cultura que produjo (y exportó) Europa, siguen aquí, entre nosotros y con nosotros, dictaminando desde nosotros, los hijos de Europa, cómo tiene que funcionar el mundo. Y, por supuesto, la religión.
Pues bien, aquí es donde yo quería llegar. Porque el hecho es que, hasta el actual papa, todos los papas que en el mundo han sido, nacieron en el Imperio donde había nacido la metafísica y el derecho, la escolástica y los dogmas, el pensamiento absoluto y la coherencia de cada absoluto, enfrentada a todos los que se resisten a admitir o tolerar otras posibles coherencias, que, según se dice ahora, no pasan de ser un “pensamiento débil”.
Francisco ha sido el primer papa que ha venido de otra cultura, de otra historia, de otra forma de situarse ante la vida y sus problemas. Francisco, por supuesto, ha leído metafísica y teología escolástica. Pero lo que configura a una persona no es lo que lee o estudia, sino la cultura en que nace, crece y se educa. Francisco no se ha hecho en la cultura de Europa, sino en la de América Latina, donde la vida se afronta de manera que allí un europeo ve cosas que no se acaba de explicar. Yo lo he vivido durante años. He visto “viejitas” que van a misa con velo, medallas y escapularios de los que usaba mi abuela. Mujeres que le rezan a un santo tan ñoño y tan antiguo que da grima verlo. Pero esas mismas mujeres, piadosas de hace dos siglos, acabada la misa, se echan a la calle, armando lío, para defender a un cura “rojete” al que está esposando la policía porque ha defendido a un tipejo que no le ha hecho mal a nadie.
Aquí nos sentimos desconcertados cuando nos dicen que el papa piensa canonizar a Juan Pablo II y a Pío XII. Pero, ¿cómo es posible que quiera hacer eso y, al mismo tiempo, quiera también elevar a los altares a Juan XXIII y a Mons. Romero? En definitiva, ¿qué Iglesia quiere este papa? Seguramente – esto me parece a mí – Francisco quiere la Iglesia que tiene su eje y su consistencia en la bondad con todos, en la acogida y la cercanía a todos, en el respeto y la tolerancia. Ahora mismo hay gente que se pone de los nervios si un obispo no permite la misa tradicional (en latín, de espaldas al pueblo, etc). Es importante que respetemos la misa tradicional y las demás formas posibles (y aceptadas por la Iglesia) para recordar la Cena del Señor.
El papa Francisco no tiene pelos en la lengua para decirle a cada cual lo que tiene que decirle. Pero, lo mismo que dice lo que tiene que decir, con la misma sinceridad deja en paz a los que no piensan como él. Jesús dejó claro que no estaba de acuerdo con los fariseos. Pero comió en casas de fariseos, lo mismo que compartió mesa y mantel con publicanos y pecadores. ¿Y no quedó claro el Evangelio? ¿Cuándo nos vamos a tragar, de una vez, que lo que importa en la vida es la bondad? Francisco, con la mentalidad del continente en el que nació la teología de la liberación de los pobres, está abriendo un camino nuevo, para la Iglesia, para cada uno de nosotros. Francisco no está desconcertado. Lo que ocurre es que nos ha desconcertado a todos los que tenemos más integrado en nuestras vidas el Helenismo que el Evangelio. ¿Os es que pretendemos que un latinoamericano se sitúe ante los problemas de la Iglesia y de la vida como nos situamos los europeos?
Hay quienes piensan que el Francisco no puede con la Curia. Y si puede, ¿por qué no ha tomado ya medidas importantes? He vivido mucho tiempo en América Latina, desde México a Argentina. Y sé muy bien que el sentido del tiempo y de la puntualidad tampoco es allí como lo es en Europa. Cuando preguntas a qué hora empieza el acto y te responden “Ahorita”, nadie sabe, ni puede saber, cuándo comienza lo que ya nos impacienta. Decir que Francisco, por su lentitud en la toma de decisiones, está desorientado, eso sí que es desorientación de la buena. Francisco no le ha dicho a nadie que “ahorita reformo la Curia”. No es eso. Simplemente insisto una vez más en lo que ya he dicho: Francisco sabe muy bien lo que quiere. Y sabe los pasos que tiene que dar. Pero que nadie tenga miedo. Que si algo va a encontrar en este papa, será respeto. A no ser que nos pasemos de la raya. Me refiero a la raya que divide al “pecado” del “delito”. Porque si hablamos de delitos, ya se sabe lo que le espera al delincuente.
Y termino. Apenas he acabado de redactar estas reflexiones, me llega la carta del papa Francisco a los católicos tradicionalistas. Tendré que reflexionar sobre este documento. En todo caso, bendigo a Dios porque este hombre, en el momento que estamos, ha dado en el clavo. Lo más urgente, ahora mismo, es que sepamos respetarnos y unirnos.
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