Tiempo ordinario (A) Mateo 4, 12-23
ALGO NUEVO Y BUENO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 22/01/14.- El primer escritor que
recogió la actuación y el mensaje de Jesús lo resumió todo diciendo que Jesús
proclamaba la “Buena Noticia de Dios”. Más tarde, los demás evangelistas
emplean el mismo término griego (euanggelion) y expresan la misma convicción:
en el Dios anunciado por Jesús las gentes encontraban algo “nuevo” y “bueno”.
¿Hay todavía en ese Evangelio algo que pueda ser leído, en medio de nuestra
sociedad indiferente y descreída, como algo nuevo y bueno para el hombre y la
mujer de nuestros días? ¿Algo que se pueda encontrar en el Dios anunciado por
Jesús y que no proporciona fácilmente la ciencia, la técnica o el progreso?
¿Cómo es posible vivir la fe en Dios en nuestros días?
En el Evangelio de Jesús los creyentes nos encontramos con un Dios desde el
que podemos sentir y vivir la vida como un regalo que tiene su origen en el
misterio último de la realidad que es Amor. Para mí es bueno no sentirme solo y
perdido en la existencia, ni en manos del destino o el azar. Tengo a Alguien a
quien puedo agradecer la vida.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que, a pesar de
nuestras torpezas, nos da fuerza para defender nuestra libertad sin terminar
esclavos de cualquier ídolo; para no vivir siempre a medias ni ser unos
“vividores”; para ir aprendiendo formas nuevas y más humanas de trabajar y de
disfrutar, de sufrir y de amar. Para mí es bueno poder contar con la fuerza de
mi pequeña fe en ese Dios.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que despierta nuestra
responsabilidad para no desentendernos de los demás. No podremos hacer grandes
cosas, pero sabemos que hemos de contribuir a una vida más digna y más dichosa
para todos pensando sobre todo en los más necesitados e indefensos. Para mí es
bueno creer en un Dios que me pregunta con frecuencia qué hago por mis
hermanos.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que nos ayuda a
entrever que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra. Un
día todo lo que aquí no ha podido ser, lo que ha quedado a medias, nuestros
anhelos más grandes y nuestros deseos más íntimos alcanzarán en Dios su
plenitud. A mi me hace bien vivir y esperar mi muerte con esta confianza.
Ciertamente, cada uno de nosotros tiene que decidir cómo quiere vivir y
cómo quiere morir. Cada uno ha de escuchar su propia verdad. Para mí no es lo
mismo creer en Dios que no creer. A mí me hace bien poder hacer mi recorrido
por este mundo sintiéndome acogido, fortalecido, perdonado y salvado por el
Dios revelado en Jesús. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la
difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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