lunes, 7 de abril de 2014

ABORTO. REFLEXIONA PEPECABRE, sacerdote claretiano chileno.-



El Cristiano frente al Aborto 

04 de abril de 2014   Agustín Cabré, cmf   El Catalejo del Pepe  Reflexión y liberación

 Pero hasta ahora ni el Estado ni la Iglesia han enfrentado con respuestas eficaces el mal del aborto. El primero, penaliza. La segunda, excomulga. Pero nadie... (Agustín Cabré, cmf).

  “Dilema” puede ser el término más correcto para graficar la opinión de un cristiano ante el tema del aborto.
Están sobre la mesa dos razones para existir: la de la madre y la del hijo. Ella tiene derecho total a disponer de su cuerpo, de su realización, de su existencia. El hijo también. Ella puede determinar lo que crea más conveniente para su vida, pero no puede determinar sobre la vida del otro. El tema es que estos dos derechos se dan al mismo tiempo en una sola “institución”, por inventar un término que se acerque al misterio de dos personas que viven por nueve meses en un mismo ascensor.
¿Se puede matar a uno para que el otro tenga vida más plena? Desde luego que no.
¿Se puede permitir, en casos graves de salud, que uno sufra consecuencias al tratar de salvar al otro? Bueno, ahí está el dilema.
Recorriendo las legislaciones de nuestros países del sur de América tenemos este panorama; El aborto en Argentina, como interrupción voluntaria del embarazo es un delito. Pero se convierte en “no punible” el que se realiza a fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre; igualmente el que interrumpe un embarazo fruto de una violación.
En Chile, las leyes son severas y el aborto es ilegal. Y como es penado por la ley, las madres que abortan lo hacen en pésimas condiciones clandestinas, si son pobres, o en clínicas sofisticadas y onerosas, sin son ricas, instituciones que delinquen gracias a la venda que la diosa Justicia lleva sobre los ojos.
En Paraguay también el aborto es ilegal, salvo el caso en que peligra la vida de la madre. Aún así un 23% de muertes de mujeres jóvenes son a causa de abortos ilegales.
La legislación del Uruguay no penaliza el aborto dentro de las 12 primeras semanas de embarazo.
Cada vez que se ha tratado el tema, tanto en asuntos médicos como en estamentos políticos, las iglesias cristianas han levantado la voz, han denunciado y han condenado todo intento de legislar sobre la materia. La iglesia católica ha declarado excomunión al que colabore en un aborto, quien quiera que sea.
Pero fuera de hablar y de condenar, es poco lo que aportan las iglesias en este tema. ¿Qué hacemos los cristianos para evitar el aborto? Lamentarnos, prejuzgar, condenar y nada más. En ese sentido somos todos cómplices pasivos.
En una carta del teólogo José Comblin a un amigo, se lee: “Muchas mujeres que recurren al aborto son mujeres angustiadas, desorientadas, desesperadas. Que se sienten en una situación sin salida. Muchas buscan el aborto porque sus padres no quieren que tenga el hijo; otras por imposición del hombre que las forzó. Otras, porque en la empresa en que trabajan no permiten que tenga un hijo. Otras son empleadas domésticas y la patrona no acepta la situación. Otras muchas son casi niñas y asustadas, no saben qué hacer. No reciben atención, no reciben asesoramiento, no tienen apoyo ni moral ni material, porque todo es clandestino. Ni siquiera lo pueden hablar en voz alta. Al no encontrar alternativa, con mucho sufrimiento recurren al aborto. La iglesia no las ayudó cuando lo necesitaban”.
Así, el aborto en muchos casos es fruto del desinterés de la comunidad cristiana.
El Estado debe intervenir y legislar en este tema. El aborto es un mal y no puede quedar en manos de los negociantes en vidas humanas. El alcoholismo es un mal y se ha debido legislar sobre él. También la prostitución, también en los derechos humanos conculcados.
Pero hasta ahora ni el Estado ni la iglesia han enfrentado con respuestas eficaces el mal del aborto. El primero, penaliza. La segunda, excomulga. Pero nadie propone soluciones de apoyo moral y material: programas escolares, talleres formativos, casas de acogida para ayudar en casos de embarazos no deseados, dineros en proyectos de educación popular, planes de asistencia a madres en situación difícil, apoyo económico a los recién nacidos en hogares pobres.
Creo que el Estado debe legislar con inteligencia sabiendo que se trata de vidas humanas. Lo ha hecho con aplauso de los empresarios para la exportación de vinos y sandías pero no lo ha hecho para la importación de nuevos ciudadanos a la mesa de la vida.

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