VERDADEROS BROTES
VERDES
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@euskalnet.net
BILBAO (VIZCAYA).
ECLESALIA,
15/04/14.- Los dos problemas
que duelen más a los europeos del siglo XXI, son el económico y el miedo al
diferente que busca instalarse entre nosotros, cada vez con más insistencia,
sobre todo desde el Sur; unos seres empobrecidos hasta el límite que nos
recuerdan que más allá de nuestro maltrecho jardín europeo existen enormes
eriales que reclaman nuestra humanidad al tiempo que amenazan nuestras
contradicciones más que cualquier ejército regular invasor. Cuando hablamos de
nuestra crisis, sobreentendemos que se trata de la crisis económica aunque la
realidad es una profunda crisis existencial mucho más profunda.
No deja de ser paradójico que si
comparamos esta época con otras anteriores, es todavía la de mayor bienestar
material para una mayoría social que además aglutina un consenso ético y legal
sobre los derechos humanos (otra cosa es que nos afanemos en desvalorizarlos y
no practicarlos) ¿Qué falla entonces? Parece que los valores y parámetros
sociales no económicos se viven como terriblemente secundarios. El progreso
material sin humanidad se está volviendo contra nosotros cuando parece que nos
hemos quedado sin referentes. Es posible que no valoremos suficientemente lo que
tenemos ni lo que estamos echando por la borda. La cultura consumista genera
insatisfacción precisamente para que no dejemos de querer consumir en exceso y
eso genera insatisfacción e insolidaridad en grandes dosis además de ser una
amenaza para nuestro ecosistema. En este contexto, la tentación de desplazar la
responsabilidad a los demás es enorme.
A todas horas nos estimulan para
renunciar a los ideales cuidando de no alertarnos que una sociedad sin ideales
se convierte en una sociedad resignada, por muchos progresos tecnológicos que
logremos. Tampoco los pensadores nos han ayudado mucho en estos dos últimos
siglos en los que la filosofía no ha cultivado la esperanza. Algunos incluso han
acentuado la desesperación y la angustia sin proponer respuestas, o fueron
respuestas fallidas. La solución simplista ha sido transmitir que ya está todo
dicho (incluida la muerte de los metarrelatos) propiciando una cultura del
desencanto sin esperanza en un mundo mejor. Hemos llegado a descalificar a quien
tiene ilusión, llamándole despectivamente iluso, despreciendo el efecto
transformador que tiene la ejemplaridad por su influencia poderosa sobre quienes
la perciben auténtica. Aunque como decía, es más fácil endosar la
responsabilidad a los demás que el esfuerzo por trabajar uno mismo otro estilo
de vida.
Cada persona puede elegir el estilo
de vida que quiera, a pesar de los condicionantes de la vida. Ya lo hacemos con
mucho cuidado y detalle en la manera de vestir, de hablar y de encontrar los
signos externos que nos identifiquen con la imagen que queremos transmitir a los
demás. Podemos elegir igualmente estilos de vida más responsables y solidarios
en lugar de quedarnos en la superficialidad de los acontecimientos y en los
ideales-placebo elaborados desde posiciones consumistas proclives a la
alienación resignada que poco tienen que ver con el crecimiento personal y el
desarrollo social del compartir.
Como no está dicho todo en la
ciencia, a ella nos aferramos como si fuera la única salida a la crisis. Abramos
los ojos: "la" crisis no es económica; esta es una parte de otra crisis con
mayúsculas, consecuencia de una falta de humanidad y de ejemplaridad que lo
contamina todo, incluidas la economía y las finanzas, hasta convertirnos en
pollos sin cabeza, insolidarios y sin esperanza. Pero ni en la ciencia ni en
todo lo demás está dicha la última palabra. Por eso yo prefiero fijarme en los
miles brotes verdes de solidaridad y bondad ejemplares que a diario actúan sin
fundamentarse en el dinero como el valor supremo. Su número es mucho mayor de lo
que parece, su obra y su ejemplaridad mueven montañas de esperanza hasta
convertirse en modelo de verdaderas soluciones. A lo mejor son ellos los que
están amortiguando la gran crisis y hasta la crisis económica. Y nosotros sin
darnos cuenta de esta incipiente primavera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario