viernes, 19 de septiembre de 2014

ESPIRITUALIDAD, DE TODOS LOS TIEMPOS. Miguel Angel MESA.-

Los tiempos que estamos viviendo son sumamente complejos pero, a la vez, son profundamente apasionantes.
Existe una globalización a nivel mundial, primordialmente desde la óptica de las comunicaciones. Podemos tener noticias de cualquier familiar o amigo al momento, aunque esté en Australia, en Nigeria o en Nepal. Recibimos la información del resultado de un partido de fútbol, de una bajada de la Bolsa o de un terremoto en el instante mismo que se está produciendo.

Las más diversas técnicas, los progresos científicos, las distintas disciplinas, artes, creencias, afinidades, se comparten e interrelacionan a través de internet y de las redes sociales, lo que produce un enriquecimiento de las personas o colectivos implicados en las más distintas profesiones o aficiones.
Los jóvenes, sobre todo, pero cada vez más adultos, se comunican a través del móvil, principalmente, pero también por email, facebook, twiter, linkedin, myspace… Es como si hubiéramos abierto la caja de pandora de la necesidad de estar interconectados, unidos, vinculados.
espiritualidad
Todos estos hechos pueden ser muy beneficiosos, tanto para el conjunto de la sociedad, como para los distintos pueblos que habitan la tierra. Y así es en multitud de casos, por parte de quienes utilizan todas estas posibilidades para el crecimiento y desarrollo personal, de la escuela en que estudian, del puesto de trabajo que ocupan, de la ciudad en la que viven, de actividades que llevan a cabo dentro del propio barrio o en asociaciones de solidaridad con colectivos o países empobrecidos.
Pero la globalización también ha llevado a la compactación de grandes empresas que han ido absorbiendo otras, creando así auténticos monopolios en muy pocas manos, grandes multinacionales que poseen presupuestos mayores que los de muchos países y una influencia muy poderosa sobre los gobiernos de los mismos.
Los diversos medios de comunicación están también en muy pocas manos, con unas líneas editoriales marcadas por el grupo capitalista que los sustente, dejando mucho que desear y con muy poco margen para la investigación y la libertad de información de los periodistas.
Las distintas redes sociales se utilizan a menudo para un control de información que, posteriormente, se utiliza para otros fines diferentes de los que tuvieron en su origen, sirviendo muchas veces para ocupar o ser rechazado en un puesto de trabajo por tu perfil en alguna red, o como espionaje y control ciudadano por parte del gobierno de turno.
Y no digamos de los excesos y la dependencia que producen estos medios y redes sociales, si no tienes un autocontrol importante sobre tu propia persona, el aislamiento que puede producir, la ausencia de percepción entre la realidad del mundo concreto en que se vive y la realidad virtual que se experimenta tras una pantalla de ordenador.
La crisis económica que estamos viviendo se inscribe en un proceso de globalización capitalista y financiera sin entrañas ni escrúpulos. Posteriormente se rescatan bancos, entidades financieras, empresas, pero se deja a su suerte a los ciudadanos, con recortes inhumanos en los derechos y servicios sociales básicos, desprotegidos ante los desahucios, inasequible la justicia, junto a la despreocupación hacia los más débiles por parte de la clase política. Que además está inmersa en un desmantelamiento profundo del escaso estado del bienestar que poseíamos antes de que llegara esta crisis impuesta.
Pero la crisis no es solo económica, aunque esta sea su manifestación más dramática y visible. Vivimos una gran crisis de valores, de humanidad, de paradigmas. Nos encontramos como desamparados, sin ilusión ni esperanza ante un panorama muy difícil, y en el que nos quieren hacer creer que no hay ninguna salida más que la que marque el gobierno, que está sometido a su vez a la presión de las multinacionales, el Banco Central Europeo, El Fondo Monetario internacional o el Banco Mundial.
Estamos inundados de información y sedientos de conocimiento, de sentido, de plenitud, de otro aliento vital. Es decir, necesitamos vivir una espiritualidad, un estilo de vida, la experiencia de unos valores que nos ayuden a vivir con otro talante estos tiempos inclementes, fríos que, por otra parte, ofrecen tantas posibilidades para unir nuestras fuerzas a tantos hombres y mujeres que desean renovarse interiormente, para juntos construir otro mundo posible, mejor, más fraterno, digno, justo, en paz.
Esta nueva espiritualidad se moverá muchas veces en la frontera o al margen de las religiones establecidas, porque estas encorsetan muchas veces la libertad que ofrece el Espíritu que empapa y permea todo lo creado, que no se deja atrapar por ninguna creencia, que se mueve de un lado de la tierra y de todo el universo, recreando todo, fortaleciendo las manos vacilantes, los pies indecisos, los corazones abatidos.
Necesitamos pues respirar libres, desde los bosques del Misterio que todo lo envuelve, desde la Fuente de agua viva que sacia tanta sed en nuestros días, desde la Energía y la Fuerza que impulsa a recobrar ánimos y tender puentes de armonía, de fraternidad, de solidaridad entre los pueblos.
Imprescindible será pues, a partir de ahora, vivir una espiritualidad que nos fortalezca para afrontar estos tiempos de crisis, para aguantar las derrotas, las inclemencias, los efectos del egoísmo y la avaricia del ídolo Mamón.
Esencial también para ser felices trabajando por la felicidad de los demás, de los más empobrecidos y marginados principalmente, por la tierra herida y esquilmada por el lucro de los poderosos. Una espiritualidad de la savia, el silencio, la sonrisa, la ternura, la participación, la dicha y el buen humor. Para no caer y evitar la tentación del abandono y la desesperanza.

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