Conferencia organizada por el centro UNESCO de Madrid y el Instituto Universitario de Estudios de Género
Lugar: Universidad Carlos III de Madrid Campus Puerta de Toledo
2 de marzo de 2015, 19 h.
Juan José Tamayo, Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las
Religiones “Ignacio Ellacuría”. Universidad Carlos III de Madrid
Las religiones son uno de los últimos, más resistentes e influyentes
bastiones legitimadores del
patriarcado en las diferentes sociedades del
planeta. Y dentro de ellas las corrientes fundamentalistas son las más
beligerantes defensoras del protagonismo de masculinidad hegemónica.
Pero no solo ellas. El patriarcado está instalado en las cúpulas de las
religiones y en las propias legislaciones religiosas.
Se trata de un fenómeno de especial
significación y relevancia al que el pensamiento feminista y los
estudios de género no pueden ser ajenos, del que han de ocuparse en
investigaciones y al que deben responder con una crítica feminista de
las religiones y con propuestas que cuestionen en su raíz las
estructuras patriarcales y los discursos androcéntricos de las
instituciones religiosas. El patriarcado religioso tiene repercusiones
negativas en diferentes ámbitos.
a) El primero es el de las propias religiones que siguen
ejerciendo una gran influencia en la conformación de la conciencia de no
pocas personas, grupos humanos y sociedades enteras. Tres cuartas
partes de la humanidad están vinculadas, de una u otra forma, a
diferentes sistemas de creencias que predican mensajes androcéntricos,
exigen creer en doctrinas elaboradas por los varones, justifican
comportamientos machistas, legitiman prácticas patriarcales, fomentan
actitudes misóginas, incitan a la violencia contra las mujeres y
proclaman textos discriminatorios de ellas.
b) El segundo ámbito donde se deja sentir la influencia
negativa –muchas veces perniciosa- de las religiones en la esfera social
y política, especialmente en los países de religión única o
privilegiada por la identificación entre los códigos morales religiosas y
la moral cívica, la mayoría de las veces represiva contra las mujeres y
permisiva con los varones. Pero influyen también en no pocos países no
confesionales –en España, especialmente-, cuyos legisladores,
gobernantes y jueces son rehenes de la religión dominante. En
definitiva, el patriarcado religioso legitima, refuerza y prolonga el
patriarcado social y político en todas las esferas de la vida, empezando
por el lenguaje, siguiendo por la familia, las relaciones humanas, la
legislación, , etc. y llegando hasta la vida cotidiana.
Las religiones o, por mejor decir, los dirigentes religiosos, han
declarado la guerra al feminismo, a veces incluso no solo
metafóricamente, sino de forma cruenta. A él se refieren despectivamente
no como teoría de género, sino como “ideología de género”, lo que
responsabilizan de la autonomía y la libertad de las mujeres y se
muestran insensibles hacia la violencia de género contra ellas.
En el catolicismo, por ejemplo, son numerosos los documentos papales y
episcopales contra el aborto, al que consideran un asesinato, contra el
divorcio, al que acusan de destruir la familia, contra los métodos
anticonceptivos, a los que responsabilizan de la obstrucción a la vida y
del descenso del control de la natalidad, contra las relaciones
prematrimoniales, contra la píldora del día después, que califican de
obstrucción a la vida, contra la fecundación in vitro, que califican de
contraria a los ritmos y procesos naturales de la concepción, contra los
derechos sexuales y reproductivos, que consideran actos de libertinaje
de las mujeres, etc.
Y muestran su oposición no solo en documentos y declaraciones
públicas, sino también participando en manifestaciones junto a los
sectores más conservadores de la sociedad. No se prodigan tanto o,
mejor, nada, en documentos contra la violencia de género, el
patriarcado, el sexismo, el androcentrismo, la homofobia, etc.
Un ejemplo emblemático de los excesos verbales -que incurren en
delito-, en la condena de la interrupción voluntaria del embarazo es el
obispo de la diócesis de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig
Plá en entrevistas, homilías y documentos. En 2012 comparó el aborto con
la Guerra Civil al afirmar que desde 1985, año en que se aprobó la ley
de los tres supuestos en los que se podía abortar, se habían producido
dos millones de muertos, muchas más muertes que en la Guerra civil
española.
Al año siguiente, en una entrevista en Intereconomía, citando la
encíclica Evangelium vitae, de Juan Pablo II, Reig Plá se refirió a la
existencia de una alianza internacional, formada por medios de
comunicación, universidades, sindicatos, partidos de todo el espectro
ideológico, federación Internacional de Planificación Familiar, ONU,
UNESCO, Parlamento Europeo, ONG’s al servicio de grandes grupos
internacionales, etc., para evitar el aumento de la población y
disminuir así los comensales. El origen de dicho proyecto está, a su
juicio, en el paradigma de la “revolución sexual”, seguido de “la
revolución antropológica que quiere cambiar la naturaleza de la persona y
el ser de las cosas”. Habla expresamente de una “conjura contra la
vida” y en defensa de la “cultura de la muerte”, que tiene “aliados en
todas partes”.
En 2014 comparó el Tren de la Libertad, -iniciativa de la tertulia
Feminista de las Comadres y Mujeres de Barredos para exigir el
mantenimiento de la Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción
del embarazo- que partió de Asturias y llegó a Madrid el 1 de febrero
de 2014, con los trenes del nazismo que llevaban a los judíos a los
campos de concentración e identificó el aborto con el holocausto judío:
“Este Tren, como los trenes de Auschwitz, debería llamarse, no el Tren
de la Libertad, sino el tren de la muerte, del holocausto más infame por
la muerte directa y deliberada de niños inocentes no-nacidos”.
Uno de los campos de análisis de las investigaciones feministas es el
discurso androcéntrico y la organización patriarcal de las religiones.
Es por eso que considero necesaria la elaboración de una teoría crítica
feminista de las religiones, cuyas líneas programáticas voy a trazar a
continuación.
1. Las religiones nunca se han llevado bien con las
mujeres –tampoco hoy-, que son las eternas olvidadas y las grandes
perdedoras y a quienes no se les reconoce como sujetos morales, ni como
sujetos religiosos y menos aún como sujetos teológicos.
2. En las religiones impera la masculinidad patriarcal, que es necesario de-construir.
3. Las religiones han ejercido todo tipo de violencia contra las mujeres: física, psicológica, religiosa y simbólica.
4. Sin embargo, las mujeres son las más fieles seguidoras
de los preceptos religiosos, las mejores educadoras en las diferentes
fes y las que, por paradójico que parezca, mejor reproducen la
estructura patriarcal de las religiones.
5. Pero cada vez es mayor el número de mujeres que se
rebelan contra las religiones, sin abandonar el espacio religioso, se
organizan autónomamente, se apartan de las orientaciones morales que les
impone el patriarcado religioso y viven la experiencia religiosa desde
su propia subjetividad, sin tener que pasar por la mediación de los
varones.
6. De esta rebelión ha surgido en todas las religiones una
nueva forma de pensar y de reformular las creencias, de practicar
ritualmente la religión y de vivir la experiencia religiosa: la teología
feminista, que incorpora las categorías de la teoría feminista en la
crítica del patriarcado religioso y en la recuperación de las
tradiciones emancipatorias e igualitarias presentes en las religiones.
7. En contra de lo que intenta mostrar la cultura
patriarcal y las religiones, las mujeres no son víctimas indefensas y
silenciosas, sino que tienen una larga historia de lucha y de
resistencia frente al patriarcado, que está radicalizándose en nuestro
tiempo.
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