Perdido el debate doctrinal, la minoría conservadora amenaza con un cisma tras el Sínodo "Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que ésa"
Jesús Martínez Gordo, 08 de
agosto de 2015 RELIGION DIGITAL
No es verdad que sea incompatible un comportamiento misericordioso con
los divorciados vueltos a casar y el reconocimiento de la indisolubilidad del
matrimonio
A partir del próximo mes de octubre asistiremos, finalizado el Sínodo ordinario de obispos dedicado a la familia, a uno de los momentos más importantes del pontificado de Francisco, a lo que se podría llamar su hora de la verdad.
En
efecto, una vez debatidas y aprobadas las resoluciones que los obispos estimen
oportunas y presentadas para su ratificación, es de esperar que este papa,
lleno de gestos felizmente descolocantes y de un magisterio refrescante, baje a
la arena y -dicho coloquialmente- se "moje"
aprobando toda una serie de propuestas sobre la familia y la moral sexual.
Va a ser particularmente interesante constatar qué decisiones toma sobre la
posibilidad de que los divorciados vueltos a casar
puedan comulgar, es decir, sigan perteneciendo plenamente a la Iglesia.
Como
es sabido, ésta es una cuestión abierta por el mismo papa Francisco el 29 de
julio de 2013 cuando, a su regreso de las Jornadas Mundiales de la Juventud,
celebradas en Rio de Janeiro y en conversación con los periodistas, reconoció
la necesidad de abordar "el problema de la
comunión a las personas en segunda unión", algo, apuntó en
aquella ocasión, que es preciso realizar con misericordia: "si el Señor no
se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que ésa".
La
oposición a semejante posibilidad no tardó en aparecer. Y estuvo liderada por
cinco cardenales de indudable peso en la curia vaticana, al menos durante los
pontificados anteriores, y con una contundencia inusitada: "no es
coherente con la voluntad de Dios" (Gerhard Ludwig Müller); resulta
"insostenible" (Walter Brandmüller); es "ilícita"
porque cuestiona "la ley divina" de "la indisolubilidad del
matrimonio" (Velasio De Paolis); va "en contra de la voluntad
del Señor" (Carlo Caffarra); recurrir a la misericordia sin verdad
es un atentado contra la fe (Raymond Leo Burke).
El
Sínodo extraordinario celebrado en octubre del año pasado evidenció que, aunque
la propuesta favorable a la plena incorporación eclesial de los divorciados
casados no alcanzara entonces la mayoría requerida (dos tercios), la posición
radicalmente contraria de estos cardenales -y oficial hasta entonces en la
Iglesia católica- pasaba a ser sorprendentemente
minoritaria en el aula sinodal.
Y
el mismo papa Francisco no solo no retiraba -en nombre de una unidad
supuestamente en peligro- el estudio de esta cuestión en un próximo Sínodo,
sino que volvía a recabar el parecer de la base eclesial sobre éste y otros
asuntos referidos a la familia y a la moral sexual.
Desde
entonces se ha asistido a un debate a fondo
que, a diferencia de otras ocasiones, ha presentado una particularidad también
inaudita: han sido notables las aportaciones que, con una libertad encomiable y
con una argumentación impecable, se han esforzado por desmontar el intento de la minoría sinodal por capitalizar
en exclusiva la rectitud doctrinal.
No
es verdad -y menos infalible- que, a la luz de la escritura, de la tradición
patrística, de los concilios y del corpus jurídico eclesial vigente, sea
incompatible un comportamiento misericordioso con los divorciados vueltos a casar y el reconocimiento de la
indisolubilidad del matrimonio. Más
bien, todo lo contrario.
Quizá
porque la minoría sinodal da ya por perdido el debate sobre la consistencia doctrinal
de quienes -como el cardenal W. Kasper, entre otros- son partidarios de
articular misericordia e indisolubilidad, se asiste estas últimas semanas a un
cambio de estrategia: da lo mismo -se propala también aquí, entre nosotros, en
el País Vasco- lo que se apruebe en el próximo Sínodo ordinario de octubre. El
papa Francisco va a dar la callada por respuesta
a una propuesta partidaria de reconocer, en nombre de la misericordia, la
plena eclesialidad de los divorciados vueltos a casar.
Según
este infundio, el papa Bergoglio adoptaría semejante estrategia no sólo ante la
supuesta "fortaleza" dogmática,
escriturística, jurídica y patrística de la posición minoritaria,
sino también ante el temor de un posible cisma en
la Iglesia católica. Como contrapartida, enfatizan, impulsaría un
magisterio todavía mucho más atento a las contradicciones sistémicas del
capitalismo imperante y, sobre todo, a las urgencias sociales que están
aflorando.
Sinceramente,
no veo a Francisco en esta estrategia. Y no lo veo porque me parece un
comportamiento más propio de un "capitán Araña" que de un obispo con
entrañas pastorales y convencido -como es el caso- de que hay que estar al lado
de la gente hasta el final.
Sí lo veo, en cambio, ratificando lo aprobado en el Sínodo y buscando no romper los
puentes con la minoría sinodal, a pesar de que ésta intente marcar (y agrandar)
distancias en nombre de la "verdad" y de una supuesta rectitud
doctrinal abanderada -tan gratuita como supuestamente- por ellos.
Si
la minoría sinodal quiere convencer, tiene que aportar
argumentos más consistentes que los esgrimidos hasta el presente. Y, por supuesto, olvidarse de esta estrategia.
Una silenciosa batalla entre conservadores y progresistas en la Iglesia
"Conservadores creen que el sínodo de obispos abrió una caja de Pandora"
Francisco no quiere que los divorciados vueltos a casar sean "irregulares"
Redacción, 07 de agosto de 2015 RELIGION DIGITAL
Progresistas quieren agilizar
los procesos de nulidad matrimonial, analizar caso por caso o recorrer un
camino penitencial
425.764 firmas en contra de la admisión de los divorciados vueltos a casar en la Eucaristía demuestran que en la Iglesia todavía muchos fieles son demasiado conservadores. Pero el Papa Francisco, que es el garante de la Doctrina Católica, no está incitando al adulterio ni mucho menos: sólo "cura a los heridos de nuestro tiempo" sin escándalos, tras la separación de la pareja. Lo cuenta Elisabetta Piqué en La Nación:
Detrás
de la delicada cuestión de la comunión a los divorciados vueltos a casar,
compleja sobre todo a nivel teológico-doctrinal, se esconde una verdadera lucha
entre un ala conservadora y una progresista de la Iglesia.
La
primera teme que con Francisco, que insiste en el concepto de misericordia,
pueda cambiar la doctrina católica tradicional. La segunda aspira a un cambio de
actitud pastoral, más inclusiva, ya sea agilizar los procesos de nulidad
matrimonial o analizar caso por caso y, eventualmente, recorrer un camino
penitencial y de reconciliación, propuesta realizada por el cardenal alemán y
teólogo Walter Kasper.
Liderados
por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el teólogo
y cardenal alemán, Gerhard Müller, los conservadores creen que con el sínodo de
obispos del año pasado (primera parte de un proceso que culminará con el sínodo
de octubre próximo) se abrió una peligrosa caja de Pandora. Por primera vez, de
hecho, se pusieron sobre la mesa temas antes considerados tabú, como el de los
divorciados vueltos a casar, entre otros.
Al
igual que el año pasado, cuando en víspera de la asamblea de obispos
protagonizaron una campaña con libros y publicaciones para frenar cualquier
apertura, los conservadores se preparan ahora aun con más agallas para dar
batalla. Entre las armas por desplegar se encuentra una petición llamada
"Filial súplica a Su Santidad el papa Francisco sobre el futuro de la
familia", que hasta ayer fue firmada por 425.764 fieles, entre ellos,
laicos, cardenales, obispos y sacerdotes. El objetivo es enviarle un mensaje al
Papa y pedirle "que reafirme categóricamente la enseñanza de la Iglesia de
que los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente no pueden recibir la
sagrada comunión y que las uniones homosexuales son contrarias a la ley divina
y a la ley natural", según puede leerse en el sitio web correspondiente,
en todos los idiomas.
El
mismo sitio destaca la "generalizada desorientación" provocada entre
los fieles
por el sínodo pasado "causada por la eventualidad de que en el seno de la
Iglesia se haya abierto una brecha que permita la aceptación del adulterio,
mediante la admisión a la Eucaristía de parejas divorciadas vueltas a casar
civilmente".
Francisco,
sin embargo, más de una vez recordó que él es el garante de la doctrina
católica y que nadie ha puesto en discusión el carácter indisoluble del
matrimonio. No obstante, insiste en que hay que ver esa nueva realidad de
miles de familias con varios hijos formadas por cónyuges que tienen sobre
sus espaldas matrimonios fracasados, integrándolos y acompañándolos.
En
junio pasado, al día siguiente de difundirse el Instrumentum Laboris,
la virtual hoja de ruta del debate que cerca de 300 obispos de todo el mundo
tendrán en el sínodo de octubre próximo, significativamente, advirtió que no le
gusta que los divorciados vueltos a casar sean llamados parejas
"irregulares".
"No
me gusta esta palabra", destacó, durante la audiencia general. Y, en línea
con esa Iglesia vista como un hospital de campaña después de la batalla,
que debe curar a los heridos de nuestro tiempo, reiteró que hay que
preguntarse: "¿Cómo ayudarlos, cómo acompañarlos?".
Al
hablar de las heridas internas de las familias, también reconoció que la
separación de las parejas en algunos casos "es inevitable" y hasta "moralmente
necesaria", sobre todo en casos de violencia doméstica.
"Hay
casos en que la separación es inevitable, a veces incluso moralmente
necesaria, para sustraer a los hijos de la violencia y la explotación, y hasta
de la indiferencia y el extrañamiento", dijo, en una declaración que les
puso los pelos de punta a los sectores más conservadores.
En
su reciente viaje a América Latina, finalmente, recordó que el sínodo de
obispos pretende "encontrar soluciones concretas a las muchas dificultades
e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar".
De
cara a este evento crucial, pidió intensificar las oraciones para que "Dios
pueda transformar en milagro todo lo que nos parezca impuro, nos
escandalice o espanta". Otra frase que puede ser leída como parte de esa
subliminal y silenciosa batalla en curso entre dos sectores con visiones
opuestas de Iglesia.
Comentario
El
PAPA Y LOS DIVORCIADOS EN NUEVA UNION
El Papa ha dicho que los divorciados en nueva unión no están excomulgados y la noticia ha dado la vuelta al mundo.
Casi no hay medio del lugar más recóndito del planeta que no se haya eco de esta noticia y como nos sentimos absolutamente involucrados, nos tomaremos el atrevimiento de indagar en el mensaje.
Que el Papa haya tenido que salir a dar esta aclaración es sólo entendible como un mensaje claro para quienes desde una centralidad enfermiza siguen soñando con las hogueras de la Santa Inquisición.
Mientras que a algunos el tren de la vida los ha dejado de a pie, dormidos en el banco de la estación otros corren presurosos para colgarse del pasamanos del furgón de cola de un tren que los lleva a ninguna parte.
Sus palabras seguramente no están destinadas a los que nos sometemos al Fuero Externo y hacemos de la Comunión Espiritual nuestro alimento, porque para los que así vivimos lo Fundamental Cristiano su explicación es más que obvia.
Tampoco para los que habiendo sido captados por movimientos que propician la Cuestión de Conciencia, ya que cultivando la postura inmediatista del “Llame ya” tienen resuelto superegrinar. Comunión a escondidas para todos para ser su lema.
Ni siquiera creemos que lo haya lanzado para los han sido inducidos a la vergonzosa Pastoral de la Asimilación, estableciendo la inexistencia de diferencias con matrimonios sacramentados, ya que siendo funcionales a los sectores mas conservadores de cualquier sociedad los marginan de cualquier pensamiento reivindicativo y les mutilan la esperanza.
Entonces ¿a quién le ha enviado su mensaje?
Sin dudas que ha sido dirigido a los sectores ultraconservadores, fundamentalistas, retrógrados, preconciliares y escasamente misericordiosos que pululan en la Iglesia, en esa que es para todos y no sólo para los que han entregado el tesoro de sus vidas por un terreno en la Luna y que han permitido un lavado de cerebro que los ha dejado casi sin masa encefálica porque la han cambiado por espuma de detergente.
El Sínodo de Obispos tendrá una oportunidad que no se repite todos los años, abrir la Iglesia a los que provienen de las periferias o dejarla cerrada para los que se creen únicos herederos de la crucifixión.
La opción es dogmatismo o misericordia, que cada cual elija lo pueda, nosotros los divorciados en nueva unión seguiremos esperando una Pastoral global, abierta, moderna, realista, incluyente, acogedora, hospitalaria y aggiornada.
Mientras esperamos seguiremos HACIENDO LIO, aunque algunos se rasguen las vestiduras y tengan como meta vernos con un tatuaje en la frente que diga adúlteros y repitan, sin solución de continuidad, frases heroicas que habría que ver si en sus propias vidas las hacen realidad.
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