10-01-2016
Bautismo del Señor – C
Lucas 3,15-16.21.22
NUEVA ESPIRITUALIDAD
«Espiritualidad» es una
palabra desafortunada. Para muchos solo puede significar algo inútil, alejado
de la vida real. ¿Para qué puede servir? Lo que interesa es lo concreto y práctico,
lo material, no lo espiritual.
Sin embargo, el
«espíritu» de una persona es algo valorado en la sociedad moderna, pues indica
lo más hondo y decisivo de su vida: la pasión que la anima, su inspiración
última, lo que contagia a los demás, lo que esa persona va poniendo en el
mundo.
El espíritu alienta
nuestros proyectos y compromisos, configura nuestro horizonte de valores y
nuestra esperanza. Según sea nuestro espíritu, así será nuestra espiritualidad.
Y así será también nuestra religión y nuestra vida entera.
Los textos que nos han
dejado los primeros cristianos nos muestran que viven su fe en Jesucristo como
un fuerte «movimiento espiritual». Se sienten habitados por el Espíritu de
Jesús. Solo es cristiano quien ha sido bautizado con ese Espíritu. «El que no
tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece». Animados por ese Espíritu, lo
viven todo de manera nueva.
Lo primero que cambia
radicalmente es su experiencia de Dios. No viven ya con «espíritu de esclavos»,
agobiados por el miedo a Dios, sino con «espíritu de hijos» que se sienten
amados de manera incondicional y sin límites por un Padre. El Espíritu de Jesús
les hace gritar en el fondo de su corazón: ¡Abbá, Padre! Esta experiencia es lo
primero que todos deberían encontrar en las comunidades de Jesús.
Cambia también su manera
de vivir la religión. Ya no se sienten «prisioneros de la ley», las normas y
los preceptos, sino liberados por el amor. Ahora conocen lo que es vivir con
«un espíritu nuevo», escuchando la llamada del amor y no con «la letra vieja»,
ocupados en cumplir obligaciones religiosas. Este es el clima que entre todos
hemos de cuidar y promover en las comunidades cristianas, si queremos vivir
como Jesús.
Descubren también el
verdadero contenido del culto a Dios. Lo que agrada al Padre no son los ritos
vacíos de amor, sino que vivamos «en espíritu y en verdad». Esa vida vivida con
el espíritu de Jesús y la verdad de su evangelio es para los cristianos su
auténtico «culto espiritual».
No hemos de olvidar lo
que Pablo de Tarso decía a sus comunidades: «No apaguéis el Espíritu». Una
iglesia apagada, vacía del espíritu de Cristo, no puede vivir ni comunicar su
verdadera Novedad. No puede saborear ni contagiar su Buena Noticia. Cuidar la
espiritualidad cristiana es reavivar nuestra religión.
José Antonio Pagola
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