Llama la atención la
actualidad de esta parábola. Con mucha frecuencia detenemos nuestra mirada en
el hijo "que estaba muerto y volvió a la vida" y no reparamos en la
lección profunda de Jesús, que nos mueve a reconocernos en el otro hijo.
Creo que en este momento
de nuestra sociedad es muy visible, todavía, esa actitud de rencor y exclusión
entre quienes se consideran cristianos pero juzgan al otro, lo consideran
indigno de gozar de los derechos de los que ellos, como hijos obedientes y
respetuosos de la ley pueden disfrutar. Con un singular criterio de justicia,
discriminan al diferente, sin comprender que el Padre nos llama a "amar
hasta que duela".
Es fácil decirlo, pero
cuánto cuesta vivirlo de verdad. De allí que, aprovechando este tiempo fecundo
de Cuaresma, deberíamos tener presente que la Iglesia nos llama a una tarea
profunda y permanente de conversión. Alicia
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