Eduardo Galeano El siglo del
viento pag. 99
Buenos Aires 1930 Yrigoyen
Al
despeñadero de la crisis mundial llega el presidente argentino Hipólito
Yrigoyen. Lo condena el desplome de los
precios de la carne y del trigo.-
Callado y solo, Yrigoyen asiste al fin de su poder. Desde otro
tiempo, desde otro mundo; este viejo tozudo se niega todavía a usar teléfono
y jamás a entrado a un cine, desconfía de los automóviles y no cree en los
aviones. Ha conquistado al pueblo sin
discursos, conversando, convenciendo uno por uno, poquito a poco. Ahora lo maldicen los mismos que ayer
desenganchaban los caballos de su carruaje para llevarlo a pulso. La multitud arroja a la calle los muebles de su casa.
El
golpe militar que voltea a Yrigoyen ha sido cocinado, al calor de la súbita
crisis, en los salones del Jockey Club y del Círculo de Armas. El achacoso patriarca, crujiente de reuma,
selló su destino cuando se negó a entregar el petróleo argentino a la Standard
Oil y a la Shell; y para colmo quiso
enfrentar la catástrofe de los precios comerciando con la Unión Soviética.
-Ha
sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada – había proclamado
el poeta Leopoldo Lugones, anunciando la era militar en la Argentina.
En
pleno cuartelazo, el joven capitán Juan
Domingo Perón ve que sale del palacio de gobierno, corriendo a todo lo que da,
un entusiasta que grita:
¡ -¡ VIVA LA PATRIA! ¡ VIVA LA
REVOLUCION ¡
El
entusiasta lleva una bandera argentina arrollada bajo el brazo. Dentro de la bandera, la máquina de escribir
que acaba de robar!
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