El cristianismo es la religión de la memoria ensalzando
la cruz de Cristo. El se ofreció
por toda la humanidad cargando voluntariamente las ofensas al Padre, y por todos. El crimen atroz cometido contra El y su pasión, se convierte en un don (el don constante de per-donar) Cambia el
sentido triste del hecho brutal al verlo con otros ojos, es el crimen que redime, Jesús no se ahorró ningún
dolor, Atrajo todos los males para sí por amor a la humanidad. Y resucitó, prometiendo llevarnos a todos con El
victoriosos al final. Es un modelo de
justicia reparadora, que quita los
pecados del mundo,
basado en la recuperación de la víctima tanto como
del ofensor, es la llave para construir
un mundo más humano.
No es fácil mantener la actitud
misericordiosa abierta a la dimensión
del perdón. Ni para la gente común ni para
los religiosos controlar sus emociones frente a
los traumas
de mayor entidad. El Padre
Narváez ofrece las escuelas ESPERE con su metodología educativa ( probada y celebrada en varios países, inclusive el nuestro ) para mejorar la capacidad de conocer y dominar los sentimientos. Propone recurrir a la alfabetización del espíritu,
conocer los propios sentimientos y controlarlos, poder prepararse para entender mejor las actitudes y valorar la misericordia de Dios. Ejercitar desde la infancia reflexionar sobre lo cotidiano y
explorar con otros caminos de salud emocional .
En las escuelas Espere se aprende a mirar el mal y la culpa como signo de finitud, la propia y característica condición del ser humano que es
imperfecto, no es un estigma, una mancha
indeleble. Nadie es perfecto.
El conocimiento de nuestros límites y la comprobación de nuestras fallas
son fuente de misericordia y perdón.
A veces desde la escuela y la propia casa contribuimos a exaltar errores y culpas (¡Mala silla que me hizo
tropezar!) También sabemos que podemos volver a pasar
por esa u otra equivocación . A no
fallar en los afectos que nos
debemos unos a otros
Esta nueva visión de las posibilidades humanas ofrece una
gran esperanza de futuro,
conocer, descubrir una vacuna contra la violencia, aplicarla como prevención y reiterarla desde la educación. Es importante alfabetizar el espíritu, prepararlo para la
misericordia y el perdón mediante el ejercicio diario. Aprender a mirar el mal y la culpa sin miedo, no como un baldón insoslayable sino como signo de nuestra naturaleza que a veces nos resulta poco conocida por nosotros mismos. Tenemos experiencia de haber sido en algún momento víctima u ofensor. Desarmar el lenguaje, no debe usarse como arma. El conocimiento de nuestros límites y la
comprensión hacia los demás en cuanto
seres humanos son la fuente de la cual brotan la misericordia y el perdón. Más humildad, no
seamos ingenuos de creer que si una vez derrotamos el mal lo
será para siempre, estemos despiertos y sin engañarnos
valoremos nuestras pequeñas victorias.
Vivimos en el mundo de la precariedad, de la incertidumbre, de la inestabilidad.
La maldad y la bondad son frágiles, están sujetas al cambio. Perseguir
el supremo fin de
la justicia requiere
de parte de los individuos y la
sociedad el ejercicio constante del perdón, del discernimiento
y la humildad.
Los que quieran trabajar eficazmente para restaurar el
Reino de Dios en este mundo no tienen otra opción
que la de hacerlo
mediante una pastoral del perdón
y la reconciliación. Cultivar la
compasión, la misericordia, la ternura.
¡Dios es así! .
Vida Ascendente Uruguay 2016
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