La reformadora del reformador
Muchas cosas que arreglar en su propia iglesia vio Martín Lutero.
Urgía la primacía de la Biblia por sobre los documentos de Roma;
reconocer a un único intermediario entre Dios y la humanidad por sobre
miles de personajes menores que eran subidos al podio por la devoción
popular y los intereses económicos del clero; valorar la fuerza de la
fe por encima de los actos “merecedores” del favor divino; considerar el
bautismo y la eucaristía como únicos sacramentos que validaban la
pertenencia a la iglesia; el sacerdocio universal de los bautizados en
contraposición a una clerecía que se había adueñado de las llaves que
abrían o cerraban las puertas celestiales… En fin, una serie de
cuestionamientos que lo pusieron en la cornisa eclesial de la que debió
saltar al vacío para que no lo quemaran en una hoguera.
Quinientos años más tarde, en ese caminar de elefante de mi iglesia, varias de sus propuestas fueron incorporadas a la doctrina católica. Continuar leyendo
Quinientos años más tarde, en ese caminar de elefante de mi iglesia, varias de sus propuestas fueron incorporadas a la doctrina católica. Continuar leyendo
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