Las jefas de hogar recibieron hoy el peor homenaje que pudo
depararles el gremio docente
Se celebra hoy el Día Internacional de la Mujer.
En Uruguay, algunas voces militantes y radicalizadas intentaron reducir esta
jornada a un reclamo por la llamada violencia de género, cuando en el país se
ha ido consolidando un núcleo duro de otras violencias contra las mujeres
-contra algunas mujeres- que trascienden ampliamente la imagen de un hombre
golpeador.
A mi juicio, la peor violencia que sufren
algunas mujeres uruguayas, por su persistencia, repercusiones y agravamiento a
medida que pasan los años, es la pobreza. Soy hijo de una jefa de hogar, en un
hogar monoparental que esta mujer abandonaba cada día para ir a trabajar y
poder poner sobre la mesa algo parecido a una cena, mientras dejaba a sus
hijos, al menos un rato, en lo que solía ser la tranquilidad de una escuela o
un liceo, donde estaban cuidados y haciendo lo que se suponía debían hacer para
no repetir su experiencia.
En esta materia, donde muchos hablan con la
propiedad de quien atravesó el valle de las sombras y volvió para contarlo,
como dice el tango, ¡qué me van a hablar de amor! Sin embargo, no visualizo a
la pobreza como un factor central en las proclamas que se escuchan por estos
días. Quizás se deba a que quienes desde las organizaciones feministas
enarbolan las banderas de los reclamos, este asunto no las roza, o a que es un
asunto mucho más difícil de articular como planteo combativo que la imagen del
macho golpeador.
Pero hoy esas mujeres jefas de hogar de zonas
donde abunda lo que falta, pululan las madres de 14 años y las esquinas son una
boca de entrada a la cárcel, fueron premiadas con un nuevo factor, puntual,
pero no por eso menos conocido para ellas: sus hijos adolescentes no tienen
clases porque los docentes agremiados decretaron paro, justamente en
solidaridad con ellas, con las mujeres.
El gremio docente hace años que es como el
pastor mentiroso en el uso de los paros, porque han apelado a esta herramienta
de lucha -que el manual sindical dice que es el último paso que un dirigente
debe dar- para protestar por locales en mal estado, por salarios, por la falta
de policías, por la presencia de policías, porque la Justicia sancionó a una
jueza.
Estos sindicalistas de la enseñanza media podrían haberse mirado en sus hermanas y
hermanos del gremio de maestros -donde abundan las mujeres tanto en la
militancia como en la dirigencia- que celebraron el día de la mujer yendo a trabajar. Los docentes agremiados
en Secundaria apelaron a este nuevo tipo de lucha de clases que han instaurado:
algunos de ellos van a ir hoy mansamente a dar clases en los colegios privados
a los hijos de la burguesía (como les gusta catalogarlos en su jerga marxista)
pero faltarán en los salones donde se apiñan los hijos de la clase obrera.
Siempre me pregunto por qué. ya que el gobierno
ha demostrado que no puede hacer nada contra esto, sus compañeros del PIT-CNT
no le piden una explicación de este reiterado intento por afectar a sus propios
hijos. Pero parece que no pasa. Si dividiéramos por ítems -como le gusta a las
feministas radicales dividir la sociedad entre potenciales agredidas y
potenciales agresores- aquellas cosas que violentan a las mujeres podríamos
decir que uno, sí, es la violencia física que sufren y cuyo origen es
multicausal (una de esas causas es justamente los problemas educativos); otro
ítem son las agresiones sociales como las que les perpetra la pobreza y todos
sus derivados, y otro los garrones gratuitos e infames que se comen por el
accionar de estos sindicalistas que serían la vergüenza de Carlos Marx.
Las mujeres pobres, lo sé bien, están por las de
ellas. Si camina, el sistema de cuidados implementado por el gobierno será un
paliativo. Pero no esperen más de nadie porque la soledad es una de las
condiciones inherentes a la pobreza. En todo caso, si van a esperar, pueden
esperar una nueva bofetada de grupos como estos, que en algún momento, creo,
fueron gremios, y que hoy tienen ribetes de banda.
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