Estimado José Eduardo Bernadá, muchísimas
gracias por su respuesta. Comprendo lo de la perplejidad, que se refiere al
hecho de que el Santo Padre haya nombrado un obispo para las Fuerzas Armadas y
a la existencia de capellanes que atienden espiritualmente a la familia
militar. Lo que no encuentro es la relación entre esto y las relaciones
Iglesia-Estado, ya que aun en países donde rige la separación de ambas entidades,
la Iglesia mantiene las capellanías militares con un obispo al frente de ellas.
Para su conocimiento
le envío la nómina de los 36 países que tienen un obispo castrense, y verá que
aun en países donde los católicos no son mayoría, y hasta un país, como Indonesia
donde la mayoría son musulmanes, la Iglesia cuenta con un obispado castrense.
Dichos países son: Argentina, Australia, Austria, Bélgica, Bolivia, Bosnia y
Herzegovina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Corea, Croacia, Ecuador, El
Salvador, Filipinas, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Indonesia, Italia, Kenia,
Lituania, Nueva Zelanda, Holanda, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, República
Dominicana, Eslovaquia, España, Estados Unidos, Sudáfrica, Uganda, Hungría y
Venezuela.
La acción pastoral del obispo y de los capellanes castrense se dirige a las
personas y no al Estado. En la Argentina, por ejemplo, el obispado castrense
tiene como misión la evangelización en el ámbito de su jurisdicción, mediante
la específica y cualificada atención docente, sacramental y pastoral de los
fieles que le han sido confiados. Estos son todos los fieles militares y
civiles que pertenecen al Ejército, a la Armada, a la Fuerza Aérea, a la
Gendarmería Nacional y a la Prefectura Naval Argentina, y el personal de los
Ministerios de los que dependen. Además, todos los miembros de sus familias, es
decir, esposos e hijos, incluidos aquellos que, emancipados, vivan en la misma
casa; así como los empleados domésticos que vivan en ese hogar. También están
comprendidos dentro del área pastoral del Obispado Castrense los laicos o
religiosos que prestan servicios en forma estable en institutos de formación y
centros hospitalarios militares y los militares extranjeros presentes en el
territorio nacional, durante el tiempo en el que prestan servicio.
Pienso que aquella “perplejidad” que originó este cordial intercambio de
mensajes se debe a una errónea interpretación de una realidad como es la
preocupación de la Iglesia por la asistencia espiritual de sus hijos en todos
los ambientes y circunstancias que se encuentren, al margen de cuestiones
políticas o de otra índole.
Espero haber contribuido, aunque pobremente, a despejar prejuicios sobre la
atención pastoral de la familia militar, una atención ajena totalmente a los
avatares de la historia.
Un cordial abrazo Miguel Woites
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