Dgo. 19 Tpo. Ord. C.A. (Mt.14.22-33) Comentario abreviado, actualizado, en versión libre autorizado por el autor
Atilano Alaiz.-“El Don de la Palabra” (2004)
¿ DONDE ESTÁS SEÑOR ?
Estamos ante un relato simbólico con la
finalidad evangelizadora y catequética.
El acontecimiento en sí, no es más que un vehículo de expresión.
Jesús se revela a los suyos como el Dios
humanado: “SOY YO” que hace referencia a la teofanía a Moisés, cuando se le encomienda la misión
de encabezar la marcha hacia la libertad.
Jesús atraviesa el mar encrespado de la
historia con el nuevo Pueblo de Dios sin hundirse ni naufragar. El mar
Tiberíades es una
realidad simbólica, para el pensamiento
bíblico significa “la guarida de las
fuerzas del mal” a través del cual
navegamos hacia tierra firme de una vida plena. La barca de Pedro, simboliza a la
Iglesia y por ende a toda la comunidad
de comunidades cristianas y de todo y
cada laico. Mateo escribe este relato luego de varias
décadas de experiencia eclesial sin la
presencia física de Jesús. No es
teórico, habla de una experiencia
comunitaria. Ya en estas
primeras comunidades la barca de
Pedro se ve sacudida por crisis externas
e internas, hoy vivimos una crisis donde carecemos de verdaderos conductores que contagien alegría, fuerza y entusiasmo.
Desde la
barca de Pedro conducida por FRANCISCO escuchamos constantemente “ ANIMO, NO TEMAN EL
ESTÁ CON NOSOTROS ..” pero como ayer, hoy hay
fuerzas que ponen frenos a estas
invitaciones, primero nuestra comodidad
acostumbrada a que nos marquen el camino, sin animarnos como nos pide Francisco a salir, a equivocarnos pero intentar el cambio que
siempre pedimos pero que ahora que se nos impulsa, tenemos miedos paralizantes, miedo a perder lo conquistado, miedo a jugarnos, miedo a cambiar en serio de actitud.
La iglesia “oficial” tiene
encuestas que marcan el paulatino descenso de concurrencia a las
celebraciones, la falta de compromiso en
actividades comunitarias; quienes
concurrimos asistimos a la
reiteración de ritos, celebraciones sin sal,
sosas carentes de
actualidad.
Vivimos en estado de crisis, pero no somos capaces de ver que Jesús nos
llama a través de Francisco; todos
clero, laicos somos repetidores
de los dichos de Francisco, pero
miramos para el costado cuando se trata
de VER SU
TESTIMONIO de vida, dejó los palacios para convivir, comer ,
estar más cercano del pueblo,
escuchar sus gemidos, visitar casa
a casa , conversar con la gente.
No nos resulta fácil; Pedro
en un impulso generoso se lanza a
las bravas aguas en busca de la mano de Jesús,
no tiene dudas que se la brindará.
De las crisis se sale realmente si nos ha
servido para madurar, para renovar nuestra fe; la actitud de las primeras
comunidades cristianas, en cuyo seno se levantaron violentas tormentas, es iluminadora. Se pusieron a la escucha del Espíritu,
dialogaron fraternalmente, oraron. “Hemos
decidido el Espíritu y nosotros…” (sal. 118,105). Es imprescindible no dejarse
aturdir ni arrollar por el rugido del viento, el estallido de las olas, los
nubarrones y las tinieblas de la noche.
Es preciso afrontar la tormenta con serenidad y bajo la mirada del
Señor.
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