Resumen Latinoamericano,
30 octubre 2017
Daniel Viglietti
cantando en Vallegrande, Bolivia, el 9 de octubre 2017 (Resumen
Latinoamericano)
Con todo lo que aún
falta para desalambrar, con la enorme necesidad que tenemos de hallar esos
“Trópicos” que nos ayuden a contener nuestras alegrías y nuestras tristezas,
justamente ahora, Daniel Viglietti ha decidido partir y dejarnos un poco
huérfanos de sus enormes trovas.
Hijo dilecto de las
mejores tradiciones libertarias del Uruguay, comenzó a entonar sus “Canciones
para el hombre nuevo” precisamente un año después que el Guerrillero Heroico
fuera asesinado en Bolivia, y mientras en las calles de Montevideo, las balas
policiales tronchaban la vida de un estudiante cuyo nombre se hizo bandera:
Liber Arce. Así, anticipando lo que muy pronto sería el Pachecato y la figura
tilinga de Bordaberry que le abrirían paso a la cruel dictadura, Daniel
desgranó poemas que se pasaban como mensajes urgentes, de boca en boca,
alumbrando de estrellas tupamaras el cielito oriental. Esto ocurría sin dudas
porque “la senda está trazada” porque “la marcó el Ché” ya que en el abajo y a
la izquierda de aquellos años de plomo, “el chueco Maciel” se defendía a
balazos en el Cantegril para demostrar que eran tiempos de no poner más la otra
mejilla.
eduDaniel fue
acompañando con su poética forma de ver la vida lo que otros habían puesto en
marcha para apurar el camino. En las calles se elevaba la épica de una lucha
desigual contra el poder y eso era más que contagioso. Raúl Sendic padre era
referencia de una manera de hacer política, y el flaco Viglietti traducía esas
enseñanzas para que se enredaran entre las cuerdas de su guitarra. Así, “bajo
un sol trafoguero” homenajeaba al combate y a los combatientes, entonando esa
“llamarada” que musicó aquel estudiante de Agronomía llamado Jorge Salerno,
caído luego en la toma de Pando junto a Ricardo Zabalza y Alfredo Cultelli.
Tres valientes decididos a hacer lo que había que hacer para que el mundo
cambiara.
Después se vino la
noche, y mientras el tupamaraje eran hundido en los calabozos, la orientalidad
que logró sobrevivir tomó el camino del exilio. Allí también marchó Daniel, sin
bajar las banderas ni doblar la espalda ante la adversidad. De esos días
difíciles se agrandó su internacionalismo, poniéndole otra vez, música a las
gestas de la Patria Grande. De allí el estremecido grito de “Por todo Chile” y
tiempo después “El sombrero de Sandino”, en homenaje a la Nicaragua sandinista.
Pero la lista se hizo enorme ya que el cancionero abarcó a Cuba Socialista,
Colombia guerrillera, México y el zapatismo, Venezuela Bolivariana y todo aquel
rincón del planeta donde los pueblos se erguían frente a los poderosos.
Hace muy pocos días, lo
pudimos ver brillar como en sus años juveniles, trepado a un escenario en el
Vallegrande boliviano, recordando los 50 años de la siembra del Che. Compartía
el mismo espacio de dignidad y compromiso con Evo y los guerrilleros Urbano y
Pombo. Entre un público entusiasmado y el hondear de las Whipalas, te
acompañaban en los coros miles de campesinos y campesinas que apenas te
escucharon trovar supieron de qué se trataba eso de “la tierra es tuya, es
nuestra y de aquel”.
Te fuiste como llegaste
Daniel, con la guitarra como escudo y tu coraje cantor. Muy pronto,
seguramente, volverás a entregarnos tus versos junto a Violeta, a Zitarrosa y
El Sabalero, mientras Benedetti leerá poemas que vayan anunciando las victorias
pendientes
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